La presencia de Karl Marx en el pensamiento argentino y en las izquierdas data de fines del siglo XIX. Con vaivenes y muchos obstáculos, a principios de la siguiente centuria, las ideas y los textos marxianos lograron superar esas dificultades iniciales y comenzaron a formar parte de la vida cultural y social de obreros, tipógrafos, artesanos, militantes políticos y trabajadores en general, pero también de intelectuales consagrados como José Ingenieros, Ernesto Quesada y Carlos Octavio Bunge. En décadas posteriores, y después del impacto de la Revolución Rusa, Marx continuó incrementando su presencia en la vida cultural y política nacional, no solamente debido al liderazgo ejercido por el Partido Socialista y Comunista, sino también a la incipiente difusión que logró su pensamiento a través de periódicos, revistas, editoriales y libros. Hacia la década del 40, y sobre todo a partir del surgimiento del peronismo, su huella inició un lento descenso entre la clase trabajadora, al mismo tiempo que el comunismo pasó a dominar el canon interpretativo de las ideas del “genio de Tréveris” y del marxismo en general, gracias a una activa política de selección y difusión. Sin embargo, por ese entonces surgieron voces y figuras disidentes frente al predominio comunista, como las de Jorge Abelardo Ramos y Rodolfo Puiggrós, integrantes de lo que es denominado como el “revisionismo socialista”. A pesar de las diferencias entre estos escritores políticos en cuanto a trayectorias sociales y culturales y tradiciones ideológicas, Ramos y Puiggrós se convirtieron en una tendencia significativa dentro de las izquierdas, pero también para el peronismo en décadas posteriores. Aquí se ensaya trazar los principales usos que estos intelectuales hicieron de la obra de Marx, bajo la idea de que sus escritos constituyeron una estación significativa del derrotero del pensador alemán en la Argentina durante el siglo XX.
Los usos de Marx en Jorge Abelardo Ramos y Rodolfo Puiggrós. El impacto del peronismo entre las izquierdas a mediados del siglo XX se tradujo en disidencias partidarias y debates internos. Para quienes, como los comunistas, inspirados en la lectura del Manifiesto comunista y el antifascismo, abrazaban la lucha de clases como marco interpretativo de la sociedad argentina, las políticas propuestas por Juan Domingo Perón eran inaceptables, al punto de considerarlas parte de un experimento “fascista”, mezcla de corporativismo, colaboracionismo de clases y autoritarismo. Sin embargo, para otros este debía ser incluido como una etapa necesaria del desarrollo histórico de la conciencia y organización revolucionaria de la clase obrera. El peronismo, en la mirada de hombres como Ramos y Puiggrós, a partir de sus políticas sociales y económicas representaba un momento de disputa nacional contra el avance del imperialismo capitalista de posguerra. En un contexto de estatizaciones, incentivo a la industria y protagonismo sindical, la clase trabajadora debía apoyar tal experiencia sin que ello opacara el “verdadero” componente revolucionario del proceso bajo la guía de un partido de clase. Esa separación entre peronismo e izquierda, por lo menos durante los años 40 y 50, fue fundamental en la táctica llevada adelante por estos dos representantes del “revisionismo socialista”, y gozó de un amplio predicamento en décadas posteriores entre individuos y grupos de la denominada “nueva izquierda”, como el Movimiento de Liberación Nacional integrado por Ismael Viñas, Ramón Acalde y Susana Fiorito que contó con la cercanía de León Rozitchner, Noé Jitrik y David Viñas.
Cuestión nacional. Para justificar esta posición, como era muy común en la época, ambos autores recurrieron a la máxima autoridad doctrinaria, que era Marx, y a otros autores marxistas como Lenin, Stalin y Trotsky. La “cuestión nacional” emergió como el horizonte que garantizaba esa unidad interpretativa y de acción, el nudo teórico que avalaba el apoyo al peronismo, ya que partían de la premisa que estipulaba que en los “países semicoloniales” dominados por las potencias centrales capitalistas la lucha de clases debía subordinarse a la disputa contra el imperialismo. Desde esta mirada, el protagonismo de ese enfrentamiento había sido asumido por el Estado dado que el carácter “débil” y “dependiente” de la burguesía nacional impidió concretar su rol revolucionario. Apoyado en los análisis de Marx sobre la “emancipación” de Irlanda y Rusia, en el caso de Ramos, y en Stalin en el de Puiggrós, ambos entreveían la necesidad de alentar todo movimiento nacionalista revolucionario en pos de avanzar hacia un futuro donde el lugar de la “vanguardia revolucionaria” sea ocupado por la clase obrera y el partido, y así transformar esos procesos burgueses en socialistas.
A pesar de estas lecturas y posicionamientos compartidos respecto del peronismo, una mirada atenta a los escritos tanto de Ramos como de Puiggrós revela ciertas diferencias, muchas de ellas solventadas en un particular uso de la obra de Marx y de las corrientes inspiradas en él. Para el primero, retomando los escritos
de Marx sobre el régimen de Luis Bonaparte en la Francia de mediados del siglo XIX y en los de Trotsky sobre la Revolución Rusa, el movimiento encabezado por Perón era parte de una forma de dominación “bonapartista”, pero en una faz “progresista”, ya que había alentado el desarrollo industrial y del movimiento obrero en el seno de la sociedad. Por su parte, Puiggrós caracterizaba al peronismo como movimiento de “liberación nacional” amparado en la idea de ser un tipo de Estado –el “Estado peronista”– que hallaba inspiración en las ideas de Stalin y su muy difundido libro El marxismo y la cuestión nacional de 1913. Estas diferencias en cuanto a los
usos de Marx y del marxismo no eran menores entonces, toda vez que, a pesar de las coincidencias respecto de qué papel adoptar frente al gobierno de Perón, denotaban las divisiones que existían en el interior de las izquierdas y que teníana la Unión Soviética como uno de sus ejes.
Las ideas expuestas de Ramos y Puiggrós no solo confirman la vigencia y productividad de Marx y del marxismo a mediados del siglo XX, sino también las mutaciones y adaptaciones que experimentó la obra del pensador alemán en el escenario nacional. En décadas posteriores, su presencia y las de estos dos escritores de izquierda se extendió en el seno de las izquierdas y la cultura argentina bajo el objetivo de impulsar la acción militante hacia un porvenir socialista antes que desplegar un programa de investigación empírica, teórica y metodológica de un país que de allí en adelante, como ambos intuían, había cambiado para siempre. Pero esa es otra historia.
*Historiador.