Los periodistas argentinos transitan una crisis de identidad. Ya no se sienten los “perros guardianes de la sociedad”, creen eso sí que tienen una función de “monitoreo” sobre los hechos pero, independientemente del medio para el que trabajan, tienen diferentes percepciones sobre el poder, el profesionalismo y su postura ante la forma de relatar noticias.
“Hay una especie de profesionalismo débil, en el sentido en que lo explica el filósofo italiano Gianni Vattimo”, dice a PERFIL Mariano Ure, quien presentó esta semana una investigación sobre cómo se autoperciben los periodistas. El término que acuña el profesor de la Universidad de Turín, tiene que ver con la muerte de las ideologías, el fin de la historia, la tolerancia ante el multiculturalismo, la defensa de algunas causas más vinculadas a la no violencia y el cuidado del ambiente, todos valores del posmodernismo.
El trabajo de Ure y el politólogo Christian Schwarz se titula Las identidades del periodismo argentino según la percepción de los propios periodistas, consta de 32 entrevistas en profundidad a periodistas que trabajan como redactores y cronistas en diferentes medios y se realizó en cooperación entre el Instituto de Comunicación Social (ICOS) de la Universidad Católica Argentina y la Fundación Konrad Adenauer.
El profesionalismo débil del que habla Ure se caracteriza por una tendencia a no creer más en la neutralidad, ni en el ideal de la objetividad periodística, donde el trabajo es contar la verdad al público. Saben que son parciales y hasta valoran positivamente el compromiso con ciertas causas: derechos humanos y defensa de valores como el cuidado del ambiente. “No está bien vista la defensa de causas partidarias políticas, pero sí las comunitarias”, explica Ure.
Polarizados a disgusto. Si bien los investigadores se esfuerzan en destacar la condición cualitativa de la muestra que, dado su pequeñez de casos, solamente se puede usar como un acercamiento al tema, explican que entrevistaron a periodistas que trabajan en medios públicos y privados, teniendo en cuenta la actual polarización del periodismo en la escena pública y, sin embargo, descubrieron que, a nivel de redactores, la distancia no es tal. “Unos y otros se sienten muy molestos con esa polaridad entre el Gobierno y los grupos mediáticos. La mayoría manifestó su disgusto por esa situación de polarización y expresó su necesidad de estar por afuera de la disputa”, detalló Schwarz.
Si bien los periodistas de los medios públicos consideran que “colaboran con el proyecto de desarrollo del país” no se asumen para nada como “militantes”, agregó Ure.
En tanto, los que trabajan en medios privados son más defensores del periodismo profesional, se entienden como observadores de la realidad con necesidad de prestar un servicio social y ayudar a la población. Esto aparece cuando contestan qué los gratifica del trabajo: que no es algo rutinario, poder tener impacto, lograr mejorar la vida de las personas. Pero también tienen claro qué es lo que no les gusta: el ego de los colegas que tienen perfiles más altos, estar siempre estresados y la presión comercial.
El poder y el periodismo. La relación con el poder fue siempre un lugar incómodo y conflictivo del periodismo. En tanto son intermediarios entre los protagonistas y la gente común, corren el riesgo de creerse privilegiados y usar ese poder en beneficio propio. Tal vez luchar contra el propio ego sea el trabajo interior más difícil que tengan que hacer los periodistas, pero al mismo tiempo el que les permita disfrutar más libremente su trabajo profesional.
Los investigadores interrogaron sobre la relación con el poder. Consideran al periodismo como “un poder”, pero no en el sentido clásico de “cuarto poder” de poder institucional, sino más bien como un sector con posibilidad de influir en la gente. Los medios comunitarios se sienten más empoderados. “Un testimonio de un periodista comunitario sirve para mostrar qué piensan. Nos dijo “a mí no me importa la profesionalización, me importa poner el corazón en lo que se hace, la honestidad con que se hace”, contó Ure.
Para los periodistas de los medios públicos, el “poder” lo representan las empresas mientras que para quienes trabajan en medios privados es el “poder político”. Los comunitarios se sienten “en paridad con su público. Son prácticamente iguales a sus audiencias, están al mismo nivel”, mientras que el grupo de periodistas entrevistados que tienen sus propios medios identifican “presiones desde el poder político, pero también desde el económico: los auspiciantes”.
De la lectura de parte de los testimonios que los investigadores compartieron con PERFIL, puede deducirse que las entrevistas fueron una oportunidad de reflexión única para los periodistas consultados. Acostumbrados a redactar hechos, apremiados por el cierre o la salida al aire, son muy limitados los espacios donde los periodistas hablan de lo que sienten y piensan sobre el trabajo que realizan.