Jorge Bergoglio, entonces provincial de los Jesuitas, suele decir que el golpe de 1976 “lo aprobaron casi todos, incluso la inmensa mayoría de los partidos políticos. Si no me equivoco, creo que el único que no lo hizo fue el Partido Comunista Revolucionario, aunque es verdad que nadie o muy pocos, sospechaban lo que sobrevendría.”
Efectivamente, en la portada del órgano oficial del PCR del 23 de marzo podía leerse: “El golpismo lanu-ssista prosoviético conspira abiertamente para concretar su golpe ‘reordenador’. Solo la decidida movilización obrera y popular puede enfrentarlo y derrotarlo. ¡Armas al pueblo! En defensa de las conquistas amenazadas y en el camino de la lucha por la liberación definitiva, junto al pueblo peronista y patriotas argentinos, defender al gobierno de Isabel Perón. Contra el golpe prorruso y proyanki. Otro 55 no pasará”.
Este manifiesto del PCR hace palidecer a la dirigencia más ortodoxa del peronismo, que no se le ocurrió pedir armas y mucho menos resistir el golpe. Lo llamativo del texto, es que además de los yanquies, ponían a la Unión Soviética detrás del golpe.
Los maoístas de Isabel. El PCR nace en 1968 como producto de una crisis que produjo la mayor ruptura en el Partido Comunista Argentino. El núcleo fundador surgió de la dirección de la Federacion Juvenil Comunista. Luego, se incorporaría un importante sector del Smata Córdoba, que dirigía René Salamanca. En sus filas militaron intelectuales de mucho renombre como Carlos Altamirano, Beatriz Sarlo y Ricardo Piglia, además de algunos artistas y músicos muy famosos. En esta manía simplificadora de la historia, el PCR ha sido feroz blanco de muchas críticas por su apoyo al gobierno de Isabel Perón. Pero no hay que dejar de mencionar que sus cuadros estuvieron entre las primeras víctimas de la Triple A, y René Salamanca fue secuestrado y desaparecido el mismo 24 de marzo.
El PC y Pinochet. Aunque muchos de sus miembros sufrieron las consecuencias de la represión, el PC durante la dictadura consideró que Jorge Rafael Videla era el dictador blando que se oponía a la línea pinochetista del Ejército. El 25 de marzo de 1976, el Comité Central del PC emitió esta declaración: “El Partido Comunista está convencido de que no ha sido el golpe del 24 el método más idóneo para resolver la profunda crisis política y económica, cultural y moral. (...) Los actores de los sucesos del 24 expusieron en sus primeros documentos sus objetivos, que podríamos resumir de la siguiente manera: Fidelidad a la democracia representativa con justicia social, revitalización de las instituciones constitucionales, reafirmación del papel de control del Estado sobre aquellas ramas de la economía que hacen al desarrollo y a la defensa nacional. El Partido Comunista, aunque no comparte todos los puntos de vista expresados en los documentos oficiales, no podría estar en de-sacuerdo con tales enunciados, pues coinciden con puntos de su programa, que se propone el desarrollo con independencia económica, la seguridad con capacidad nacional de decisión, soberanía y justicia social”. Finalizan con una felicitación: “El PC considera auspicioso que la Junta Militar haya desechado una solución “Pinochetista”.
Jaime Dri, ex prisionero de la ESMA, recuerda entre los secuestrados, a un militante del PC que no paraba de repetir “Videla no es como Pinochet”, a quien los demás respondían “callate, acá nos van a matar a todos, y a vos también, por más que sigas bendiciendo a Videla”.
Moscú y La Habana. En 1974, el ministro de Economía José B. Gelbard había abierto el mercado de granos y carnes de la Unión Soviética. Ante las dificultades que se presentaban con los mercados tradicionales, el ministro de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, impulsó ampliar el negocio, con el argumento de que “no se debe confundir ideología con economía”.
Rápidamente nos convertimos en el primer exportador de granos a la Unión Soviética. El mejor momento fue cuando el entonces presidente estadounidense, James Carter, impuso a Moscú un embargo cerealero, y Videla se negó a apoyarlo. Las compañías cerealeras y la Sociedad Rural festejaron este acto de pragmatismo ideológico del gobierno militar.
A cambio, la Junta no decretó la ilegalidad del Partido Comunista Argentino y el gobierno soviético evitó condenar las violaciones a los DD.HH. en nuestro país. Incluso, en marzo y agosto de 1977 el gobierno soviético se opuso a la inclusión de la Argentina en la agenda de países a ser investigados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
En este perverso juego de política internacional, también quedó atrapada Cuba que, si bien daba refugio al exilio argentino, evitaba condenar públicamente a la Junta Militar por las violaciones a los DD.HH. Uno de los últimos jefes del ERP, Enrique Gorriarán Merlo, recordaba que “Cuba había sido siempre solidaria con todos los perseguidos en la Argentina y había muchos exiliados en la isla. Pero, públicamente, en la faz diplomática debían ser cuidadosos. En el campo internacional Cuba estaba estrechamente relacionada con la Unión Soviética, quien sí tenía una política acrítica con la dictadura y una fuerte relación comercial. Y esa postura se reflejaba en el PC argentino que apoyaba a Videla. El discurso de Fidel del 26 de julio de 1978 fue la primera vez que mencionó a la Argentina comparándola con la dictadura de Pinochet. Cuba venía denunciando la dictadura chilena desde el primer día. Pero en el caso concreto de la Argentina, condicionados por el contexto internacional, recién entonces tomaron la decisión de hacer más explicito y público su repudio a las actitudes de la dictadura.”
Hace un mes murió Otto Vargas, el fundador e histórico dirigente del PCR. Los senderos de la lucha política lo llevaron por diversos caminos. Pero, es cierto que su partido y el FIP (Frente de Izquierda Popular) de Abelardo Ramos fueron de las pocas voces que se manifestaron en soledad el 24 de marzo contra el golpe militar. Y también es cierto que la actitud de sus primos hermanos del PC distó mucho de ser opositores a Videla. Y si bien, el golpe no puede caracterizarse como prorruso, es innegable que el afán de lucro no conoce de ideologías y Martínez de Hoz y la patria cerealera se llevaron muy bien con su contraparte, los compradores del comunismo soviético.
“Coman chicos, porque no sabemos si mañana vivimos”
El 24 de marzo de 1976, el provincial de los Jesuitas Jorge Bergoglio estaba en plena mudanza de su sede porteña de Bogotá 327, en el barrio de Flores, al Colegio Máximo de San Miguel. La medida estaba en línea con las directivas que había dado a todos los jesuitas: trasladarse a vivir a los albergues de la congregación. Los objetivos de esas directivas eran dos: primero, volver a concentrar los sacerdotes en las casas religiosas y segundo, menos explicitado, brindar un espacio de mayor protección y seguridad ante lo que podía venir. El Colegio Máximo era (y es) una suerte de fortaleza medieval muy poblada, que da cierta sensación de inexpugnable.
Entre los testimonios de aquellos a quienes Jorge Bergoglio protegió en aquellos difíciles momentos, está el de Armando Liscano.
Armando y su compañera Marita eran dos militantes de izquierda uruguayos a quienes Jorge Bergoglio mantuvo bajo su protección hasta que lograron salir del país. Armando relata lo siguiente: “Llega la noche del 23 de marzo, nosotros tipo 7 u 8 nos fuimos a la casa de Bergoglio. ¿Qué hacemos Jorge, qué hacemos? Recuerdo que Jorge nos sirvió una ensalada con nueces y vino tinto y dijo una frase: ‘coman chicos, porque no sabemos si mañana vivimos’. Lo llamaban distintas personas por teléfono. Allí me dijo que el golpe no iba a ser como el de Chile, que no iba haber resistencia, pero que no sabía qué podía pasar.” Este relato es parte de Salvados por Francisco; un libro editado en Argentina y España por Penguin Random House, que recoge 25 testimonios inéditos sobre el rol de Jorge Bergoglio durante la dictadura iniciada en 1976.
*Autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.