El domingo pasado, Página/12 publicó parcialmente los resultados de una encuesta que ofrece algunos elementos muy útiles e interesantes para pensar el papel de la educación pública en la transmisión de las memorias del pasado reciente y acerca de la soberanía sobre las islas Malvinas. Las conclusiones fueron elaboradas a partir de las respuestas de 2.512 chicos nacidos entre 1997 y 1998 de escuelas públicas de todo el país. La encuesta fue realizada por la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y el Programa Educación y Memoria del Ministerio de Educación de la Nación. Este programa sostiene desde 2005 una cantidad de iniciativas de gran valor pedagógico y cívico para pensar las marcas regionales de la dictadura militar y otros genocidios. En el caso de Malvinas, incluido como tema dentro del pasado reciente, ese programa inicialmente se propuso reinstalar el tópico acerca de la guerra y la reflexión sobre los sentidos asignados a las identidades nacionales y el papel de la escuela en ellos. Más recientemente, incorporó la variable acerca de conocer sobre el reclamo soberano argentino.
Junto con Jóvenes y Memoria, el programa de la Comisión Provincial por la Memoria de la provincia de Buenos Aires, y otras iniciativas provinciales, en algo más de una década cortaron una tendencia que conocimos todos los que dimos clases durante la década de 1990: que el acercamiento al “tema de la dictadura”, “los desaparecidos” o “Malvinas” quedaba librado, en general, a la iniciativa de docentes aislados o actores sociales que tenían algún tipo de llegada a las escuelas. Hoy, por el contrario, fortalecidos por políticas de Estado, los establecimientos educativos desempeñan un papel central en el proceso de transmisión de las memorias sociales sobre el pasado reciente. Así, el 68,2% de los encuestados señalan que “fue en la escuela donde escuchó hablar con mayor frecuencia de la dictadura”. Se trata de la consolidación de un espacio de circulación social del conocimiento que es una base indispensable para dar mayor complejidad a las miradas críticas sobre el pasado y, por extensión, a las luchas políticas del presente. De esa manera, se reforzaron consensos sociales básicos para la vida política del presente. Los chicos encuestados, por ejemplo, muestran una “altísima valoración de la democracia”. Pero a la vez, algunos datos nos alertan acerca de que es imprescindible que los consensos logrados funcionen como base para alcanzar miradas más complejas, tanto para la comprensión histórica del pasado como de los procesos políticos del presente. Algunos datos evidencian que en ciertos casos las explicaciones de los chicos sobre algunas cuestiones no se apoyan en conocimientos profundos sobre el tema, sino que funcionan como verdades per se. Otros se sostienen en simplificaciones que, acaso (y se puede discutir) necesarias para instalar ciertos temas, deben ser matizadas y desgranadas a riesgo de que, caso contrario, borren aspectos esenciales de las cuestiones que se estudian.
Democracia. Dos de cada tres jóvenes “vinculan las desapariciones con ‘luchas democráticas’”. La pregunta sobre “los motivos de las desapariciones fue abierta”, pero “los estudiantes transfieren a la generación de militantes de los setenta las preocupaciones, modos, prioridades y estilos de la militancia de las últimas dos décadas, alimentados también por escasa información concreta y particularizada en las referencias acerca de los desaparecidos”, dicen los autores del trabajo.
Se trata de la apropiación de una mirada genérica sobre el pasado que le quita complejidad y desdibuja las trayectorias históricas concretas, pero también las responsabilidades y la condición de sujetos históricos. Los autores señalan la emergencia de lo que llaman un “unidemonio”: a diferencia de las décadas de 1970 y 1980, donde se consolidó la llamada “teoría de los dos demonios” (la guerrilla y las FF.AA. azotando a una sociedad indefensa y desresponsabilizada), hoy el 96,3% de los chicos considera a “las Fuerzas Armadas y de seguridad” y el 74% de los consultados considera a “los militares en general” responsables de lo que sucedió. No se trata de diluir las culpas de nadie, pero sí de poner en diálogo ese dato con este otro: a la vez que identifican tan “claramente” a un actor, sólo el 4,4% de los chicos “apuntó al rol de empresarios, grupos económicos, medios de comunicación o miembros de la Iglesia Católica”. Es decir: quiénes apoyaron el terrorismo de Estado y para qué sectores económicos y sociales fue funcional la matanza. Por otra parte, el 66,7% de los consultados vincula las desapariciones con “luchas democráticas”, cuando sabemos que muchas de las agrupaciones políticas masacradas por la represión estaban bien lejos de ver en la democracia un valor (como tampoco lo era para quienes fueron sus victimarios, aunque la declamaran).
De los 2.512 jóvenes encuestados, 1.714 respondieron sobre Malvinas: el 65,7% de los chicos consultados que terminan el secundario “piensan que la recuperación de la soberanía sobre las islas debe ser prioritaria en la agenda nacional”. Es una alta proporción de apoyo a la causa nacional. El 36% de ellos sabe que la guerra fue en 1982, y el 28,1%, que “todavía gobernaba la dictadura”.
¿Por qué son argentinas?
El informe señala sobre Malvinas que “una gran mayoría (73%) no contestó o no supo contestar los argumentos para el reclamo”. Es decir: son una prioridad, son argentinas, pero cuesta argumentar acerca por qué lo son. El trabajo ofrece mayores precisiones: entre quienes dieron argumentos, sólo “un 1,2 utilizó argumentos demográfico - políticos”. Es decir, justo cuando la estrategia británica es argumentar que defiende “el derecho a la autodeterminación de los isleños (que son ciudadanos británicos), la encuesta revela que no es un tópico relevante para pensar el problema. La gran mayoría de los consultados, el 76,9%, utilizó “argumentos geográficos”: “están en nuestro mar”, “en nuestro territorio” o “en nuestra plataforma submarina”. Las islas son un espacio vacío. Sólo el 5,1% de las respuestas, por otra parte, hace alguna mención a conceptos como “colonialismo” o “imperialismo”, es decir, incluye la disputa por Malvinas en el proceso más amplio de la expansión capitalista a escala mundial y comprende el papel británico en ese proceso. Los autores concluyen que, “si bien el tema Malvinas está muy presente, a nivel argumentativo el conocimiento de los estudiantes es muy pobre”. La encuesta muestra el piso construido en torno a un tema sensible y la importancia de pensar estrategias que lleven a lograr una conciencia sobre lo que está en juego en el Atlántico sur que sea real y eficaz, y que vaya más allá de las consignas. En síntesis, vemos fuertes consensos sobre algunas cuestiones, con huecos conceptuales que cubrir con información y discusión. A partir de ellos se podrán profundizar las miradas sobre el pasado, que es avanzar en los procesos de memoria, justicia y soberanía para el presente. En el sostenimiento de estas políticas de reapropiación del pasado, el lugar del Estado es central.
*Historiador y escritor.