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Retratos digitales

Miguel Paredes, o la grandeza de tener el destino en las propias manos

Es peruano pero pudo estudiar en el prestigioso MIT, algo impensado en su infancia. Hoy dirige el área de inteligencia artificial y ciencia de datos de The Albertsons y fundó Neural Designs, su propia startup con foco en la región.

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Logro. Miguel Paredes consiguió armar una consultora para proyectos latinoamericanos de AI. | cedoc

Al hijo del medio de un antropólogo peruano y una administradora estadounidense lo expulsan dos veces en la escuela primaria. El chico odia el colegio, presenta algunos problemas de conducta y, llegando a la adolescencia, se convence de que es un bruto -sic.

En su casa, profundamente cristiana, se entretiene con una Commodore 64 hasta gastarla: juega, aprende cómo funciona, la desarma, la repara. En eso, en el fútbol y en la matemática encuentra resuello o, acaso se refugia, vaya uno a saber exactamente de qué.

Año tras año le toca experimentar las mismas incongruencias que marcarán su destino. Cuando va de visita a los Estados Unidos, es el niño pobre, morochito, al que siempre le falta con qué; pero cada vez que viajan desde Lima hacia el campo, en su Perú natal, él y sus hermanos son los ricos, no tan negros. Los que sí tienen y pueden.

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En la universidad de la capital peruana Miguel Paredes estudia Ciencias de la Computación y se recibe con honores. Eso le da algo de coraje, y la chance de ver alguna sonrisa en la cara de papá y mamá, Tito y Joy. 

Pero lo inesperado sucede un poco más tarde. 

A inicios de este milenio, Miguel se entera de que el MIT (Massachussets Institute of Technology) es la universidad tecnológica número uno del mundo; al mismo tiempo, aun habiendo descubierto que en los números y la programación puede concentrarse como casi en ninguna otra cosa, advierte con claridad que el MIT es un desafío casi imposible

Sin embargo, cae en sus manos una película: Good Will Hunting, o En busca del destino. “Recuerdo muy claro esa historia, por cómo me impactó, porque me sentí muy identificado con el protagonista” explica Miguel frente a la pantalla, con un tono que lleva, al mismo tiempo, sus bien merecidos aires de hombre de negocios y la sencillez que le aportan las raíces hundidas en tierras incaicas.

En el film, Matt Damon es un joven de los barrios bajos de Boston que se gana la vida limpiando los pasillos del MIT, hasta que, un día, un profesor célebre deja una ecuación escrita en una pizarra, como desafío para sus alumnos. Mágicamente y sin que nadie lo vea, el empleado de los ojos celestes resuelve la incógnita en menos de un minuto. 

De ahí en adelante, la lucha del matemático que descubre a este genio se entrelaza con lo más hondo del Ser Humano. Will, el personaje de Mat Damon, es un prodigio, pero siente que no pertenece a la clase de jóvenes que quieren progresar, usufructuar su intelecto y vivir al modo burgués. Es huérfano y su infancia lo traumó gravemente.

Con ayuda de un psicólogo fabuloso, interpretado por Robin Williams, el muchacho comprende que sus dotes para la matemática pueden ayudarlo a abrirse camino en la vida, enamorarse, y cicatrizar heridas. 

"Siempre estoy pensando en Perú. No tengo dudas del potencial de América Latina"

Cuando logré aprobar dos maestrías en el MIT caí en la cuenta de que era inteligente, sabes” suelta Miguel y se ríe. Es que allí también le descubrieron su déficit de atención con hiperactividad, con lo que su memoria quedó aliviada.

Luego vino un posgrado en Harvard, y después se envalentonó y fue por la gloria: un doctorado en ese mítico instituto de tecnología de Massachussets, en ciencia de datos y Machine Learning, para coronar un camino académico en el que, además, se interesó por el desarrollo económico de los países del Tercer Mundo, como los nuestros.

Hoy día, Miguel Paredes es un padre -orgulloso y responsable en partes iguales- de dos niñas, que logran, de solo nombrarlas, que se le ilumine la bondad en el rostro. “Intento darles lo mejor del mundo, pero jamás permito que se olviden de la realidad, de Perú, de que hay pobreza…” sostiene.

Y de hecho, además de ser el Vicepresidente de Inteligencia Artificial (IA) y Ciencia de Datos en The Albertsons, la segunda cadena minorista de Estados Unidos, Miguel acaba de fundar, en Silicon Valley, Neural Design, su startup con la que ofrece servicios alrededor de los múltiples usos de la IA pero cuyo objetivo final es “tender un puente entre los enormes talentos de América Latina y la cuna de la tecnología mundial, intentando que otros tengan las oportunidades que yo tuve”.

Con ese mismo espíritu colabora con Aporta, el Laboratorio de Innovación Social en el que grandes empresas peruanas ofrecen, entre otras cosas, capacitación en tecnología de punta y salida laboral para jóvenes de pocos recursos.

“Siempre estoy pensando en Perú, siempre vengo, y si bien entiendo que quienes toman decisiones muchas veces no apuestan a la educación, no tengo dudas de que en América Latina hay un potencial extraordinario” afirma con cuarenta años y una energía inagotable.

Sobre el final de la película, el genio conflictuado de Damon hace un quiebre al perder a la chica de sus sueños. Su terapeuta lo confronta y le muestra que necesita vivir experiencias además de usar el cerebro. 

Claro que es un riesgo. En más de una discusión, ambos se ponen a prueba midiendo hasta dónde está cada uno dispuesto a sufrir mientras se le busca sentido a lo que llamamos vida. 

El dilema de Will Hunting queda resuelto cuando acepta trabajar usando la cabeza, pero agarra la ruta rumbo a California, en busca de la mujer de su vida. 

Un acto de arrojo, un salto al vacío para un pibe que nunca salió del barrio. Hunting sólo se dispone a ello cuando salda deudas con su pasado y se anima a juntar sus pedazos.

Quizá, es lo mismo que terminó de confirmarle a Miguel Paredes, finalizando el primer decenio de este siglo, que su intelecto no tenía techo. 

Y que lograr lo máximo a nivel intelectual y profesional no significa olvidar los orígenes, porque, en las almas nobles, la razón y los sentimientos no se baten a duelo.