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Desde geografia hasta matematica

Se puede enseñar contenidos, pero es clave transmitir valores

Todo acontecimiento social relevante merece convertirse en situación de aprendizaje. Las aulas son las pantallas proyectivas de lo que la sociedad vive.

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Islandia. Su modelo educativo puede servir como ejemplo. | CEDOC

Todo acontecimiento social relevante merece convertirse en situación de aprendizaje. Las aulas son las pantallas proyectivas de lo que la sociedad vive. La institución escolar no mira por la ventana lo que nos atraviesa en determinado tiempo y lugar. Muy por el contrario, cada hecho significativo que desarrolle el interés social contiene un gran potencial en sí mismo para enseñar, entre otras cosas, nada más y nada menos que a opinar con responsabilidad, a formar espíritu crítico, a discernir y procesar la información que los medios brindan, a mirar sin prejuicios, es decir a fomentar la apertura mental. Incluso a trabajar la flexibilidad, que significa poder variar los puntos de vista propios cuando se dispone de mejores argumentos.

Tan solo con esta introducción menciono algunos de los objetivos y contenidos que son incluso indicadores de actitud científica.

Por lo tanto, el Mundial, con todo su enorme bagaje deportivo, cultural y social, no puede dejarse de lado, sería un desperdicio para quien enseña, y sobre todo para quien aprende. Más allá del momento de disfrute que implica mirar el partido junto a compañeros y docentes, hay más por hacer antes y después; por supuesto, no durante.

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El deporte es también una disciplina que merece ser valorada como tal, justamente para propiciar, a través de lo que genera, actitudes y aptitudes para un comportamiento digno. Más allá de poder trabajar geografía, historia e idiosincrasia de los pueblos, hoy creo que, en esta particular, delicada y dolorosa coyuntura que vivimos, utilizar este Mundial como espejo es valioso para mirarnos y repensarnos.

Son claros los ejemplos que contienen las opiniones que escuchamos y damos en estos días; la educación de Islandia, o los hinchas de Japón que limpian el estadio, o el maravilloso mensaje de una niña de 3 o 4 años que reta a su papá por insultar al arquero de la Selección y habla sobre San Martín y Belgrano como personas tan comunes como su padre, por qué no. Estos comentarios e imágenes ponen de manifiesto lo que “quisiéramos ser” pero no somos porque lamentablemente seguimos poniendo siempre “afuera”, en el escepticismo, en lo perdido, en la mala política, la culpa siempre es del otro. Justamente, la escuela y la familia son sin duda esos lugares donde, a pesar de “ese afuera” que existe, se puede construir la confianza, se pueden aprovechar los ejemplos para enseñar sobre las diferencias que enriquecen y cómo aceptarlas sin ofender, sin agredir.

Creo que sí, que hoy más que nunca el Mundial nos sirve para “aprender y aprehender” que no basta con ser el mejor del mundo, con el mayor de los talentos o con la excelencia de tácticas, si estamos solos, si simplemente somos individualidades. Hace falta entonces aprovechar este y otros hechos significativos para aprender a ser equipo no solo de fútbol, a definir prioridades, a pararse sobre valores comunes e innegociables, a aceptar diferencias y a saber encontrar el bien común, frente al fanatismo.

Eso sí, los hechos significativos como el Mundial son disparadores, los maestros y los alumnos pueden aprovecharlos, pero el auténtico aprendizaje se logra cuando lo aprendido se hace trascendente en su acción social posterior.

*Docente y escritora, autora del libro Una misión posible.