Alfredo Corchado es un periodista mexicano especializado en narcotráfico, crimen organizado y lavado de dinero. En varias oportunidades, debió irse de su país por recibir amenazas de muerte, tras haber descubierto nexos entre poder político, policías, militares y grupos de narcotraficantes. El autor de Medianoche en México, libro en el que relata casos de corrupción desde fines de la década del 80 hasta la actualidad, vino a Argentina, invitado por Fopea, a enseñar a estudiantes y periodistas cómo investigar temas de crimen organizado, narcotráfico y lavado de dinero.
PERFIL entrevistó al corresponsal del Dallas Morning News en México, quien opinó sobre las políticas de lucha contra el narcotráfico en un país donde, como él explicó, en los últimos siete años, 100 mil personas murieron a causa de este delito. También comparó la situación de México con Argentina: “Me recuerda a los años 90, cuando comenzó en México el conflicto del narcotráfico”, aunque hace una gran salvedad: “Veo una sociedad civil mucho más activa y preocupada que la mía en aquella época”. Critica al periodismo en su país, ya que “no actuó bien, tapó mucha información, sobre todo por la gran cantidad de periodistas espías que hay” y cuenta que más de cincuenta periodistas murieron desde 2006, aunque hay algunas organizaciones que dicen que fueron más de cien muertos o desaparecidos. “Yo creo que el problema en México ha sido que quisimos tapar el sol con un dedo. Le recomiendo al periodismo argentino cubrir los casos de narcotráfico con mayor profundidad”, dispara.
—Se suele escuchar que Argentina podría terminar como México si continúa creciendo el problema del narcotráfico. ¿Qué opina de esto?
—La situación en México está muchísimo peor. Lo que se escucha de Argentina suena muy a los principios de los 90 en México, pero hay una diferencia abismal: a mí me impresionó que ya están hablando de esto. Ya están tratando de organizarse, ya están tratando de entender, de dar las herramientas o de enseñar herramientas para atacarlo. Aquí hay una historia más larga del periodismo de investigación. En México, apenas empieza. Al escucharlos, me doy cuenta de la solidaridad que hay entre ustedes (los periodistas). En México, eso nos llevó años y muchísima sangre.
—¿Cómo analiza el rol de los gobiernos que fueron pasando, desde Gortari en 1984, Ponce de León (1994-2000), Fox (2000-2006) y Calderón (2006-2012), hasta hoy con Peña Nieto?
—México fue gobernado por el PRI 71 años, hasta el año 2000. Cuanto más débil se hacía el partido, más salía a relucir el crimen organizado. En ese entonces, el gobierno y el narcotráfico trabajaban casi conjuntamente y el arreglo era muy sencillo: “Ustedes dedíquense al mercado norteamericano, pasen ahora por México, pero no hagan un desmadre en el país”. En 2000, llegó lo que llamamos ‘la democracia’ y hubo un reajuste. El poder ya no se negocia, sino que se vuelve a los costados y queda un vacío central. Y ahí creo que es cuando el crimen organizado y el narco empiezan a llenar ese vacío.
—¿El narcotráfico se vuelve el gobernante?
—Llena ese vacío de poder y se vuelve prácticamente un cáncer. Empieza a penetrar en el cuerpo de la policía estatal, municipal, federal. Entra en los municipios, el alcalde, la alcaldía... Se mete en el periodismo y vemos un cambio drástico: de repente, ya no era un problema de frontera, ya no era un problema de provincia, sino que impacta en los intereses económicos del país. La economía es un factor muy importante; o sea, hay una crisis económica muy grande, donde tanta gente joven, desesperada, sin empleo, es el foco de atención y allí entra el atractivo del narco, ¿no? Más del 50% de la gente que muere en México tiene menos de 30 años. Son niños de 12, 13, 14 años; gente que quizás en algún momento pensó en irse a Estados Unidos a trabajar, y de repente ya no tiene salida. Algo que me impresionó mucho de Rosario son los bunkers y ver el menudeo en lo que en México llamamos “las tienditas” (los kioscos).
—¿Qué pasa a nivel judicial con esto?
—Estamos hablando de una impunidad de más del 95% de los crímenes. No hay justicia. Los casos llegan al que gatilla, pero no al autor intelectual. No hay una protección a la libertad de expresión; entonces, hay muchísimo miedo de entrarle a fondo. Los periodistas más exitosos son de afuera. Yo creo que hasta que empecemos a investigar más, por ejemplo, al lado estadounidense, a los bancos, y empezamos a seguir el dinero, es cuando podremos llegar más a fondo.
—México se caracteriza por sus índices de violencia. Los informes dicen que en los últimos seis o siete años murieron 100 mil personas. ¿Por qué cree que se da esto?
—Ese fue un cambio que implementaron Los Zetas (organización criminal y paramilitar mexicana). Yo creo que ellos cambian la dinámica en México. Ellos llegan mucho más sangrientos. Es cuando empezamos a ver gente decapitada, periodistas muertos... Esto se debe también a que el gobierno democrático en 2006 dice: “Vamos a atacar esto”, y fue una estrategia muy cuestionada. Al hacer eso, se vuelve una guerra interna: la corrupción es tan alta que es una guerra entre ellos mismos.
—Desde que llegó al poder Peña Nieto, ¿qué cambios ve? ¿Se efectiviza, como él mismo anuncia, “la guerra contra el narcotráfico”?
—No, él no lo habla. Ese es el problema. El PRI sigue intentando hacer como que aquí en México no pasó nada. Lo que quizá sea más interesante es que con Calderón hubo una relación más estrecha con EE.UU., donde se metieron grupos como la DEA, pero hubo demasiadas muertes. Ahora eso está cambiando. Llega el PRI y está cerrando oficinas. La caída del Chapo Guzmán fue algo superinteresante, a la vez, porque tuvo una participación muy abierta de los Estados Unidos. Hay razones para sospechar si fue pactado porque ayudó a posicionar a México como que “estamos luchando en serio”, pero cuando intentan llegar más allá, en relación con lazos políticos, ya ahí termina la cooperación.
—A nivel macro, ¿cómo ves que se organiza el delito?
—En México, y en el caso de Sudamérica, estamos hablando de mafias internacionales, grupos. El cartel de Sinaloa no es solamente de México. Hemos hecho reportes que están en Argentina, Africa, Australia, Malasia. Son lazos del mercado negro que van mucho más allá de la droga, es piratería y otros crímenes. Hoy, en México, hay más de 85 carteles pero más pequeños. Como en Colombia, donde ya no está Pablo Escobar. Eso fue, para mí, lo que significó la captura del Chapo Guzmán: el fin de una era.
Estados Unidos, el gran demonio
Hay algo particular que a Alfredo Corchado lo diferencia de la mayoría de los periodistas mexicanos: es que, si bien nació en Durango, México, su vida se dio más bien del otro lado de la frontera: se crio en California y Texas. Más allá de su carrera en los medios, fue trabajador agrícola junto a sus padres, que eran miembros de la Unión de Trabajadores Campesinos, sindicato liderado por César Chávez, el emblemático activista defensor de los derechos de los campesinos en EE.UU.
Esto de estar “con un pie adentro y un pie afuera” lo ayudó a poder analizar el rol de ese país en el negocio del narcotráfico: “Estados Unidos es el gran jugador, algunos le podrán decir ‘el gran demonio’, el que manda armas para que la gente en México muera, se mate. Tiene la demanda para que pase la droga al ser el consumidor más grande del mundo”.
Corchado explica que todo comenzó en los 90, cuando “los estadounidenses cierran la ruta de Colombia a Miami: cambia la dinámica en Sudamérica. Argentina, Brasil, se convierten en el trampolín a Europa”. A partir de ese episodio, “los colombianos negocian con los mexicanos, y en vez de pagarles en efectivo, les pagan con cocaína. Y empezamos a ver no sólo cómo empieza a cruzar más y más por México, sino cómo México empieza a crecer. Allí se desnuda lo débil del Estado, del PRI. El consumo crece, y también las rivalidades, las guerras entre los carteles”.
Ese análisis es el que cuenta en su libro, cuando vuelve a México, a los 34 años, a cubrir unas dudosas muertes en Ciudad Juárez, luego del 11 de septiembre de 2001. Luego investiga nexos entre la política y Los Zetas, y recibe amenazas. La última fue en 2007, cuando una fuente de EE.UU. le dijo que estaban tratando de hacer un pacto de paz entre Los Zetas y el gobierno. “La investigamos, descubrimos que el gobierno básicamente estaba hasta los codos con el narco, policía, militares”. Tuvo que irse de México, donde pudo volver recién un buen tiempo después.