Siete años de gobierno. Algunos números, hablando de economía, evidencian lo que el gobierno de Cristina Fernández no quiere reconocer: que el país no sólo se estancó, sino que retrocedió. Si se toma como referencia el crecimiento del producto interno bruto (PIB), el último año del mandato de Néstor Kirchner fue de 8,7%. Para este año, según estimaciones de Orlando Ferreres y Asociados, dará negativo: -2,3%.
Otra referencia concreta, sin relato ni eufemismos: según FIEL, la industria acumula una caída del 4,7% en los primeros diez meses de 2014 respecto a igual período del año anterior. En enero de 2008, según el mismo Indice de Producción Industrial (IPI), el crecimiento había sido de 14,5%. La recesión industrial medida por el IPI de FIEL se extiende por 17 meses, superando la duración promedio de las últimas ocho recesiones industriales y resultando la tercera más extendida desde 1980 a la fecha. A su vez, en la presente fase del ciclo la actividad se contrae a una tasa equivalente anual del 5,1%, volviéndose a mostrar como la recesión menos profunda de los últimos ocho episodios. Desde esta fundación, lo que resta no es mejor: “Hacia el último bimestre del año, el ritmo de la actividad industrial seguirá siendo determinado por el ambiente macroeconómico caracterizado por la escasez de divisas, la generalización de restricciones cuantitativas, la distorsión de precios relativos, el mayor costo y caída real del crédito, la caída del empleo y el deterioro de los ingresos reales, aunque la contracción de la actividad industrial podría moderarse. En particular, la industria automotriz, en su tránsito a niveles de producción más bajos, comenzará a enfrentar metas de producción más modestas en la comparación interanual, limitando la caída del IPI en su conjunto”.
El Modelo 2.0. “El mandato de Cristina, de alguna manera, se yuxtapone con la segunda parte del modelo K. De 2002 a 2007, el modelo de desarrollo fue en base al crecimiento real, con impacto genuino en salarios, donde la demanda crecía aprovechando la oferta disponible y la capacidad ociosa”, explica Matías Tombolini, economista y director de Tombolini y Asociados. “Hasta 2007, había una política de inversión creciente, un modelo de Estado presente, con el crecimiento basado en el salario real y el instituto de las paritarias. Y por otro lado, había superávits gemelos, tanto fiscal como comercial”, agrega Tombolini.
En el mismo período de tiempo se dio una condición particular: en octubre de 2005, luego de la salida del default por la reestructuración de deuda, el riesgo país era de 340 puntos básicos, igual que en Brasil. “Es interesante ver por qué la Argentina, habiendo pagado siempre, tiene un riesgo país que duplica el de Brasil. El modelo de crecimiento de Fernández de Kirchner prolongó el de Néstor, con el salario real creciendo, pero perdiendo la carrera contra los precios. Y eso es porque el crecimiento desde 2008 fue en base a un subsidio al consumo”, detalla Tombolini.
El inflador del consumo. El "vamos por todo" de la política se trasladó a la economía. Y bajo ese paraguas de las tasas chinas que venía del gobierno de Néstor Kirchner, qué mejor que llevar a la población a gastar como símbolo de abundancia y crecimiento. “Alfonso Prat-Gay proponía un crecimiento sosegado del 2% y lo acusaban de querer enfriar la economía, y el kirchnerismo proponía tasas chinas. En 2007, la capacidad estaba a pleno y la elección fue el camino populista, en lugar del desarrollo económico sustentable. Un crecimiento en base a anabólicos en lugar de un crecimiento sostenible”, detalla Tombolini, “lo que significó subsidiar el consumo con tasas de interés negativas, como para el Mundial de 2010, vendiéndose LCDs en treinta cuotas sin interés. El dólar terminó retrasado. Esto determinó un crecimiento anabolizado con el anabólico final, que es la emisión monetaria”, agrega Tombolini.
“No hubo inversión y sí mucho consumo. Se agotó la capacidad instalada de la década de los 90, que en la crisis de los 2000 quedó con 30% de capacidad ociosa”, dice Orlando Ferreres, director de OJF y Asociados. “Se hicieron centrales termoeléctricas, por ejemplo, con un criterio ingenuo porque no había gas para abastecerlas y hubo que importar. Las reservas de gas pasaron de 700 millones de metros cúbicos a la mitad. El ganado, de 60 millones de animales, bajó a 48 millones, bajaron las reservas de petróleo”, ejemplifica Ferreres. Y continúa la enumeración. “Hubo inversión en departamentos, autos, celulares, pero no es inversión productiva, sino de equipamiento de capital. Se invirtieron 25 mil millones de dólares en casas, pero no es inversión reproductiva: se usa y se desgasta. La inversión estuvo mal dirigida. Hubo también nuevas fábricas, pero no las suficientes. Las carreteras, por ejemplo, están destrozadas; los trenes de carga siguen mal, se renovaron los trenes pero sin eficiencia alguna. Lo mismo Aerolíneas, que da fuertes pérdidas. Y volver a poner en marcha todo esto cuesta cinco años”, alerta Ferreres.
La culpa es del otro. Los empresarios, los medios, los economistas, la oposición, el viento de cola, el FMI, los fondos buitre, el juez Griesa, la clase media y hasta el kiosquero de la esquina. Una constante en el discurso tanto de la Presidenta como de su ministro Axel Kicillof y funcionarios como Guillermo Moreno y su sucesor, Augusto Costa. En tiempos de la “papafranciscomanía”, podría decirse que el relato económico se basa siempre en ver la paja en el ojo ajeno en lugar de la viga en el propio ojo. “Hay varias cosas que vienen de afuera, como la baja del precio de las commodities, o que Brasil ande mal y no nos compre ni autos, ni nueces de San Juan, ni manzanas de Río Negro, por ejemplo. El de los holdouts es un caso de afuera, pero podríamos arreglarlo… Dijimos ‘fondos buitre o patria’… Se ponen dificultades políticas para tirar y hacer un arreglo. Lo demás son problemas internos y ya no hay vuelta atrás”, opina Ferreres.
El tema de la inflación, con el manipulado índice del Indec y el vilipendiado por los kirchneristas índice Congreso, ha sido otro factor determinante durante los años de gobierno de Cristina.
“La emisión monetaria no es el único elemento que genera inflación, pero termina subsidiando un consumo no sostenible en el tiempo y el resultado es una Argentina con inflación del 40%. Y llegó el momento en que el patovica que se había fortalecido con anabólicos empezó a ser un gordito simpaticón, tomando whisky y fumando puros en la playa”, dice Tombolini.
En el mundillo corporativo se habla de una inflación de 40% contra el 23% que estiman en el Gobierno, que prevé para el año próximo un índice del 15%, con un impacto directo en las próximas paritarias.
Verde que te quiero verde. El proceso político del matrimonio Kirchner ha sido el más largo de la historia y tiene como constante, a lo largo del tiempo, que la política estuvo por arriba de la economía y no al revés. “Después de la experiencia con Lavagna, que dejó el ministerio y luego pasó a ser candidato opositor, los hizo bucar un perfil más bajo para el Ministerio de Economía, sacando a (Amado) Boudou, que eligieron como vice. Una de las mejores síntesis de la matriz de acumulación que prometió Cristina es que en la calle Florida hay más arbolitos que señal de 3G en el celular, después de 12 años de proceso político”, explica Tombolini.
“La política económica K podría definirse como populismo o consumismo sin inversión. Si uno invierte el 30% del PIB, se puede crecer al 6% anual. China crece al 7,5%. Si se invierte 21%, el crecimiento es de 3%, pero si hay sequía, puede ser negativo. Es la sojadependencia en lugar de una matriz productiva diversificada, y encima criticando al único bien, el ‘yuyito’. Más recursos para el Estado para hacer campañas de consumismo que tiene que ver con el populismo, porque procura votos, como sumar jubilados sin aportes. Esto fue un tema que requería muchos recursos del Estado. El gasto público pasó del 28% del producto al 50% ahora, consolidando nación, provincias y municipios”, advierte Ferreres.
El dólar, que en enero de 2008 cotizaba a 3,13 pesos y ahora alcanza los 8,45 pesos en su versión oficial, y los 12,69 en su versión blue o ilegal, estuvo y está en el foco de la tormenta. La implantación del cepo cambiario alteró no sólo el modo de ahorrar de los argentinos, sino también la vida de las empresas y, por supuesto, del Estado. Y en siete años, pasaron tres presidentes en el Banco Central. “Desde 2011 no se permite remitir dividendos, son 27 mil millones de dólares postergados, que si se hubiesen remitido no quedarían reservas. Las reservas están un poco dibujadas con préstamos de corto plazo. Hoy las reservas reales serían 10 mil millones. A los exportadores les impidieron pagar 5.500 millones y en algún momento se deberán pagar”, dice Ferreres.
“El cepo probablemente sea la peor medida, pero yo no estoy en contra de que la compra de divisas sea en base a lo que se declara por ingresos. Esto tuvo impacto en las importaciones y ralentizar las importaciones terminó contribuyendo con la desaceleración de la economía. La inflación en los países del resto de la región no es ni un cuarto de los índices de la Argentina, y todos viven en el mismo mundo que la Argentina”, agrega Tombolini.
Quizás una de las mayores dicotomías entre el relato y la realidad, en cuanto a la economía, sea la deuda social. Según el Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), “los indicadores sociales muestran una mejora indiscutible durante la última década. Sin embargo, todavía estamos lejos de alcanzar los mínimos de inclusión plena para todos en el marco de un modelo de desarrollo integral sustentable. Los mayores beneficios sociales se han obtenido a través de la demanda de empleo y consumo de las clases medias. Se necesitan soluciones más estructurales que las transferencias de ingresos para enfrentar los problemas de marginalidad económica y exclusión estructural”. Un año parece poco tiempo para resolverlo.