Cuando el 22 de mayo pasado la Fuerza Aérea Argentina realizó el lanzamiento experimental del cohete MET 1 SO Escorpio desde un centro de lanzamiento espacial militar ubicado en Mar Chiquita (provincia de Buenos Aires), con el objetivo de validar en condiciones reales el diseño y desarrollo de este prototipo para alcanzar una altura de unos 100 kilómetros en el espacio, el proyecto fue calificado como un éxito. El vector tiene un sistema de propulsión de combustible sólido, otro de navegación inercial para trayectorias precisas sin depender de procedimientos de posicionamiento global, con una técnica de telemetría de alta frecuencia, con guiado pasivo por estabilizadores aerodinámicos, y un sistema de transmisión encriptada, con una cápsula de carga útil que fue diseñada con incorporación de inteligencia artificial para su búsqueda y rescate en el mar y un diseño con arquitectura modular y escalable pensado para adaptarse a misiones futuras más complejas.
Para la Fuerza Aérea, “el vuelo inaugural fue un éxito rotundo” que “posiciona a Argentina entre un selecto grupo de países con capacidad para diseñar, lanzar y recuperar vehículos suborbitales”. “Se trata de un avance con alto valor estratégico para el país y su proyección espacial” y así “la Fuerza Aérea se consolida como actor central en el desarrollo de tecnología estratégica”. “Simboliza el retorno del país al espacio con recursos propios” y “es una nueva era para la ciencia, la defensa y la exploración desde el suelo argentino”.
Para el ministro de Defensa, Luis Petri: “El lanzamiento del MET 1-SO representa un hecho histórico. En el aire y sobre el mar seguimos recuperando nuestras capacidades en defensa y tecnología con un desarrollo propio de la Fuerza Aérea Argentina”.
La Argentina posee una Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) es decir, una especie de NASA argentina; un Plan Espacial en vigencia; una empresa estatal VENG SA que realiza actividades espaciales desde 1998 con cohetes de la serie Tronador y que se encuentra en proceso de privatización y, además, existe un grupo de startup argentinas como TLon Space que viene desarrollando actividades desde 2005 y tiene su propio cohete, Aventura I, con capacidad de transportar nanosatélites y picosatélites a órbitas de entre 200 y 850 kilómetros sobre la Tierra y su centro propio de lanzamiento espacial a pocos kilómetros de Necochea (provincia de Buenos Aires). Esta empresa cuenta con el respaldo de la Conae y tiene una alianza estratégica con la también argentina Innova Space y colabora con la empresa californiana fundada por argentinos Space AI. Hay aquí todo un cluster de emprendedores espaciales al estilo Elon Musk, el amigo del presidente Javier Milei. No son los únicos.
Hoy, el espacio llama a la actividad privada y al capitalismo en Argentina. La desconexión del ministro y de la Fuerza Aérea con esta realidad es apabullante. Esta cartera de Defensa no tiene una visión procapitalista. No sabe cómo insertarse en la economía argentina ni demandar servicios a sus actores económicos. Parecen comunistas de la ex-URSS: ellos se tienen que autoabastecer de todo, la guerra solo se hace con ellos y todos los medios deben estar bajo su control y ejecución. Una mirada retrógrada. Se necesita una reforma logística como la que hicieron los británicos en los 2000, con un cambio de mentalidad urgente.
Cuando quiere realizarse un proyecto de obtención de medios para la defensa –como este cohete Escorpio– en todos los países paradigma del Presidente siempre se lo somete a dos simples preguntas: ¿para qué? y ¿contra quién? Sin el soporte de una política y estrategia de seguridad nacional, que no elaboró aún el secretario de Asuntos Estratégicos, José Luis Vila, ni una política de defensa surgida de ésta que el ministro Petri tampoco presentó, tras más de un año y medio de gestión, se puede inferir que este vector es una iniciativa propia de una fuerza que se concreta ahora, aunque habría nacido en 2010 sin pasar por un control político que –en quince años– se haya preguntado adecuadamente para qué, y permitió la inversión de dinero de los contribuyentes en este proyecto, se le dio prioridad a merced de otras, y se lo llevó a cabo hasta llegar a esta instancia.
¿Para qué un Escorpio? ¿Para constituir una nueva fuerza militar espacial? ¿Para militarizar el espacio? ¿Para lanzar alguna carga secreta propia al espacio? ¿Un arma? ¿O, simplemente, para generar una nueva especie de LADE espacial y hacer negocios? ¿Para competirle a VENG y a TLon Space? ¿Cómo impactará en la privatización de VENG? ¿Es razonable esto? ¿Cuántos más van a construir? ¿Alguien evaluó si es compatible con un gobierno que se proclama libertario?
También hay otro “para que” más complicado: ¿para ser el embrión de un misil balístico? ¿Contra quién? ¿Contra Chile y bombardear Santiago? ¿Contra Brasil y alcanzar objetivos en Río Grande do Sul, Santa Catalina o San Pablo? ¿O contra el Reino Unido y atacar la base militar de Mount Pleasant?
En todas las fuerzas armadas existen ratoneras dentro de ellas que piensan y hasta ejecutan proyectos disparatados. Ven en el conflicto bélico y en aumentar su probabilidad de ocurrencia la razón que justifique su existencia, sus gastos y hasta su corrupción. Esto ocurre cuando los ratones no tienen conducción política. Cuando hacen lo que quieren y se los deja hacer sin medir el impacto de sus iniciativas. ¿Es esto una cuestión de unos ratones o de un león que lo ordenó?
¿Estamos frente a un gobierno con “riesgo Galtieri”?
*Ingeniero, magíster en Defensa Nacional.