Un caso memorable. La matriz de un todo que suplanta a la cámara lenta de De Palma es la que retrata la aproximación del helicóptero desde el techo de la Casa
Rosada, la detención de las aspas por completo, cómo se estaciona el Audi oficial donde Cristina toma asiento en el lateral del conductor, el vidrio de esa puerta abierto por la mitad, el recorrido del mismo con vehículos custodia, precedido por un cuatriciclo con cámara y una camioneta acondicionada para la filmación de objetos en movimiento.
El desplazamiento es lento, la mano mandataria saluda al escaso público detrás de vallas, todos con banderas, que las tomas en perspectiva sugieren multitud, cuando en algunos planos
se aprecian apenas tres personas detrás de ese pasillo a lo largo de Avenida de Mayo. La mano saluda, banderas se agitan. En la esquina de Callao y
Rivadavia, una dolly (cámara grúa), con su movimiento armónico y aéreo, transporta a la cámara hacia el ingreso del auto por la explanada del edificio. Frente a las escaleras, desciende la señora y es recibida por los presidentes de cada cámara (Boudou, con cabello despeinado y apariencia de poca limpieza). Otra cámara transita delante del conjunto de manera íntima por las escalinatas con alfombra roja. Siempre, en el centro de la imagen, ella. Única, saludando a la multitud, haciendo la V de la victoria con la mano derecha. Luego vuelve, camina hacia el interior del edificio, pregunta, habla con quienes comparte el trayecto. ¿Se hace ahora lo de Malvinas? Saluda a varios legisladores, se escucha: “Hola, Federico” (Pinedo)... Y se descubre la bandera que en 1966 ondeara en las islas, en una vitrina. De inmediato corte a cadena nacional, luego el discurso.