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Cultura

Antonio Pujía, legado y leyenda de un artista a corazón abierto

Los hijos del escultor siguen trabajando para difundir y sostener la obra de su padre.

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Antonio Pujía es considerado uno de los escultores más prestigiosos, al punto tal de que su obra sigue siendo estudiada y venerada. | Verbo

Sandro habla con las manos. Lino parece más reflexivo. Ambos tienen la pasión a flor de piel. Son los hijos del maestro Antonio Pujía, artista. Esa es la mejor definición sin dudas. Reconocido por sus esculturas, dibujante en sus orígenes, maestro siempre porque crear, transmitir y comunicar el arte eran impulsos que se le hacían irrefrenables, fuera en forma de una mujer, de una alegoría del amor, o dándole forma a la música. No podía dejar de hacerlo.

“Era un tipo metódico y ordenado. De lunes a viernes de 8 a 20 trabajaba en su taller, ocurriera lo que ocurriera, y el sábado a la mañana recibía visitas, ocurriera lo que ocurriera. Producía todo el día porque le nacía producir”, recuerda Lino. Sandro asiente y agrega “La historia de mi papá hoy sería ejemplo de emprendedurismo. Llegó de Italia a los 7 años sin nada, ni siquiera hablar castellano y siempre, irrefrenablemente, hizo su camino. Tenía ya su norte desde muy pequeño”. 

Mientras su padre insistía en que fuera contador, Antonio encontró la complicidad de su madre para anotarse a escondidas en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano y ya nunca dejó de estudiar y de enseñar. Antonio le apuntó siempre a la emoción, siempre al corazón. Y le apuntó poniendo el suyo, porque eso se necesita para crear y también para enseñar. Fue docente de todas las escuelas en las que estudió porque estaba convencido de que “somos eslabones en la larga cadena del conocimiento y es nuestra responsabilidad hacer que no se rompa“, especialmente si consideramos que trabajaba con técnicas que se remontan a los antiguos griegos.

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“Tenía una enorme coherencia emocional consigo mismo y con los demás. Por eso me parece interesante encontrar gente joven que lo estudia y que inmediatamente lo venera. En un punto es muy simple y muy puro. Es emocionalidad. Esa es su obra”, dice Lino. “Por eso”, refrenda Sandro, “yo creo que la leyenda de Antonio ya existe”.