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Opinión

Los tres Marcelos

El intendente de Tigre ofrece un recorrido por la biografía de Marcelo T. de Alvear, a un siglo de la asunción del mismo como Presidente de la República Argentina.

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"La política es el acto más generoso del hombre, se entrega el tiempo, la vida y todo, por lograr el bienestar del prójimo". | Información Tigre

El 10 de frebrero de 1912, bajo la presidencia de Roque Sáenz Peña, el Congreso Nacional sancionó la Ley 8871 que establecía el voto secreto, universal y obligatorio. Se trata de un punto de quiebre en el sistema electoral vigente en la República Argentina desde la Organización Nacional. Con esa reforma electoral, que ampliaba de manera automática el padrón de votantes al terminar con las prácticas fraudulentas que habían primado hasta entonces en cada elección, las presidenciales de 1916 se constituyeron en las primeras en la historia nacional con un grado hasta entonces desconocido de transparencia y libertad.
De esos comicios surgió la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, líder de la Unión Cívica Radical, hasta 1922. Entre otras cosas, la Ley Sáenz Peña, como se la llama desde entonces, preveía que el presidente no podía ser reelecto. El sucesor elegido por Yrigoyen fue Marcelo Torcuato de Alvear, que al momento de asumir la presidencia, todavía residía en París.

EL PRIMER MARCELO: ARISTÓCRATA Y BON VIVANT
Alvear era el vástago de una familia de larga prosapia, ya en el imperio español. Sus antepasados eran nobles en la península y su abuelo, el general Carlos María de Alvear llegó a la Provincias Unidas con José de San Martín, con el objetivo de poner sus espadas al servicio de la Revolución de 1810, aunque las vicisitudes políticas los colocaron pronto en bandos mortalmente opuestos.
El padre del nuevo presidente había sido el primer intendente de la ciudad de Buenos Aires en la década del 80 del siglo anterior, así como también su hermano Carlos, ya a comienzos del siglo XX. Marcelo se crio en un palacio porteño en la zona de Recoleta; en esa Buenos Aires llamada “la Reina del Plata”. Concurrió al Colegio Nacional de Buenos Aires, estudió derecho, fue diputado nacional y luego el presidente Yrigoyen lo designó embajador argentino en Francia.
Hasta entonces, solamente había sido un “niño bien” que militaba en el partido más masivo y popular de la época. Tras una campaña presidencial en la que no participó, pero igual ganó ampliamente por la influencia de Yrigoyen, regresó al país para gobernarlo. Se despidió de la elite cultural y social parisina con un sonoro “Au Revoir” y prometió volver a festejar luego de cumplir sus seis años de mandato.

EL SEGUNDO MARCELO: EL PRESIDENTE DE LA BELLE EPOQUE
Su victoria en las urnas, lograda gracias al apoyo decisivo de su predecesor, fue contundente: logró 235 electores propios contra apenas 88 de sus opositores. Marcelo T. de Alvear ayudó a desarrollar una nación beneficiada por el crecimiento económico devenido del período de reconstrucción mundial que siguió a la Gran Guerra. Durante su mandato, Argentina llegó a estar entre los diez países más importantes del mundo desde el punto de vista económico.
En el final de su presidencia, se rehusó a traicionar a su mentor y por ello declinó en 1928 un pedido de sus correligionarios “anti personalistas” para intervenir la provincia de Buenos Aires, bastión del yrigoyenismo, que ya era un bando separado del que sostenía al presidente. Esto le valió la renuncia de varios de sus ministros. Pero era un año electoral y tras las elecciones, con el 62% de los sufragios, Hipólito Yrigoyen volvió a ser presidente.

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EL TERCER MARCELO: EL MEJOR, SEGÚN FELIX LUNA
“Pudo ser un gran presidente de la oligarquía, pero prefirió ser el jefe de un partido popular” le reconoció este prestigioso historiador. No quiso ser parte de la estafa electoral desarrollada durante la Década Infame y por ello fue proscripto en 1931 y estafado electoralmente en 1937, cuando le robaron una elección presidencial mediante el renacido “fraude patriótico”. En ese contexto, organizó resistencias y luchas contra el autoritarismo, lo que lo llevó a estar preso en la isla de Martín García tras no respetar un estado de sitio.

A diferencia de aquel Marcelo que ni siquiera se involucró en su propia campaña presidencial en 1922, su versión de los años treinta y cuarenta nos muestra a un político trabajando para su partido hasta el último día de su vida. “El Marcelo del final, el maduro, el que defendía los valores y luchaba contra el fraude fue el mejor de todos” expresó Félix Luna. Falleció a los 73 años, en 1942, mucho más pobre que cuando abrazó originalmente al radicalismo. Ocho años antes, había tenido que vender su distinguida finca en Francia.
Partió de este mundo desde su amada casona de Don Torcuato, localidad que se creó durante su mandato gracias a la donación personal de una estancia que perteneció a su padre. En el final, estuvo a su lado su amada esposa, famosa cantante lírica
Regina Pacini, la mujer a la que, enamorado, había perseguido durante varios años y a través Europa y Sudamérica. Para el historiador y diplomático Carlos Piñero Iñíguez, “el vacío dejado por Alvear fue decisivo para la irrupción de Juan Domingo Perón poco
tiempo más tarde. Los vecinos más antiguos de Tigre sostienen que la esencia distinguida de este ex presidente aún se respira en el casco céntrico de Don Torcuato, un conglomerado que hoy supera los 100.000 habitantes.
Hoy me toca, en mi condición de Intendente Municipal de Tigre conducir los destinos de este partido, que incluye a la localidad de Don Torcuato, la que dentro de cuatro años cumplirá su primer siglo de vida. Quiero rendir, con este texto, homenaje a ese hombre de coraje que logró lo que aspira todo político de raza, llegar al poder mediante el voto popular y, a través de Don Marcelo, rendir un homenaje a todos aquellos hombres y mujeres que han dedicado su vida a la política y que alcanzaron la máxima magistratura por la vía del voto del pueblo a través de comicios limpios, universales y transparentes.
Hipólito, Marcelo, Juan Domingo, Arturo, Humberto, Raúl, Carlos y Néstor son los nombres de los hitos sobre los cuales se construyó nuestra democracia de hoy y que se consolidan con liderazgos recientes que, aún en tiempos turbulentos, logran hacer realidad el milenario principio de San Agustín, que parafraseándolo, dice: la política es el acto más generoso del hombre, se entrega el tiempo, la vida y todo, por lograr el bienestar del prójimo.

* Intendente del municipio de Tigre