Una escena frecuente. Una nena de 4 años repite hipnotizada una serie de movimientos que no son suyos. Abre las piernas, sacude las caderas y da pataditas en el piso; hace caídas de ojos; subraya la letra de la canción con mímica obvia y modula cada palabra sobreactuando una supuesta emoción. Todo esto sucede a partir de los efectos de un tsunami mediático que se llama Violetta, protagonizado por Martina Stoessel.
En la inmensa maquinaria que es Violetta, hay un colaborador cuyo nombre rara vez se escucha, pero que tiene gran incidencia en la identidad y proyección del producto. Se llama Sergio Mejía, nació en Los Angeles y pasó un tiempo trabajando con el equipo de Disney en Buenos Aires: es el coreógrafo de Violetta. Los pasos y gestos que acompañan cada canción están calculados al detalle como casi todo en este relojito que no para de facturar. Este profesionalismo obsesivo se asienta en la experiencia profesional de Mejía: está en la danza desde los 14 años, estudió tap, jazz, hip hop, ballet y canto; a los 16 empezó a trabajar en Disneyland en Los Angeles; a los 18 audicionó y ganó una beca para estudiar en la American Musical and Dramatic Academy en Nueva York y hacia allí se fue. Desde entonces, presta sus servicios de coreógrafo a gigantes del show business, del mundo infantil y teen.
—¿Y cómo empezaste con “Violetta”?
—En el final de la primera temporada. En 2012, me llamaron de Disney para preparar el concierto debut, en el Gran Rex, con los chicos de Rock Bones/Peter Punk. Cuando estaba en Buenos Aires trabajando en ese concierto, Cecilia Mendonça, quien es vicepresidente y gerente general de Disney Channels-The Walt Disney Company Latin America, me preguntó si yo quería dar una clase magistral de danza a los niños de Violetta. Dije que sí y, poco después, fui convocado para hacer la coreografía, y también como consultor creativo para la canción Ser mejor. Supongo que realmente les gustó lo que hice porque después me preguntaron si quería mudarme a Buenos Aires para unirme al equipo de Violetta para la segunda temporada. ¡Y así fue!
—¿Podrías describir la danza que hacen?
—El estilo de coreografía que uso sigue los coros de los shows de teatro musical norteamericano. También con frecuencia uso mucho hip hop y jazz. En estas coreografías, la apariencia visual está por encima de todo. Soy muy estricto en la limpieza del trabajo: prefiero una coreografía más fácil, limpia, nítida, que una difícil y descuidada.
—¿Hay espacio para que los chicos improvisen?
—El 95% de la coreografía está marcada. Solamente hay algunas partes musicales donde me gusta dejar que los niños se expresen libremente e improvisen.
—¿Cómo se organizan los ensayos?
—Los niños están repletos de actividades, de modo que con los ensayos debemos ser flexibles. Tratamos de hacerlos todos juntos, pero a veces no es posible. Con mi asistente, tenemos que separarnos en ensayos simultáneos. Con los bailarines es más fácil, ya que no están filmando ni grabando canciones todo el tiempo.
Memoria y silueta
Sergio Mejía participó del casting de bailarines de Violetta. Allí estableció criterios de selección, en función del grado de exigencia del programa, que es mucho: “Es muy difícil ser actor o bailarín en Violetta. Los actores tienen que memorizar mucho diálogo, además de música y coreografía. Antes de empezar a filmar la segunda temporada, estuve entrenando a los chicos durante seis semanas y, antes de eso, audicioné a varios cientos de bailarines. Elegí a los que eran suficientemente inteligentes como para hacer cambios de última hora. Todo el mundo tiene que ser capaz de responder rápido. Además, hay que estar en buena forma. Los bailarines son atletas. Siempre animo a los niños a comer bien y descansar mucho”.