ESPECTACULOS
"LA VIDA ES BELLA"

El show televisivo de Chiche Gelblung

Fiel a su estilo, el polémico conductor hace un programa entretenido, de dudosa calidad, pero con importante esfuerzo de producción. Cada día, presenta un tema científico y abre un debate con invitados ad hoc.

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PROGRAMA DE AUTOR. Gelblung es uno de los pocos protagonistas mediticos que sabe hacer "un chiche" con cualquier noticia. | Cedoc
Como en Memoria, como en Edición Chiche, como antes, más que antes, un programa de Chiche Gelblung es eso mismo: un programa de Chiche Gelblung. Y La vida es bella, el ciclo que lleva adelante en los mediodías de Canal 9, no es la excepción. En teoría, es un programa sobre salud y calidad de vida, pero como Chiche parece ser el último autor (sí, autor, con todas las letras) de la TV nacional, es un programa que despliega con todos los brillos posibles el método Gelblung para hacer televisión con nada. O con nada más que ideas… Se puede estar a favor o en contra (como diría Grondona, como siempre) de las cosas que pasan en el programa, pero el que niegue que allí hay ideas no tiene idea.

Pase el que sigue. “El programa será un gran consultorio abierto”, decía Chiche antes del comienzo del ciclo, procurando explicar las características de La vida es bella. Prometía nutricionistas, cirujanos, flebólogos, neurólogos y otros especialistas, todos coordinados por el más mediático de los galenos, el doctor Claudio Zin. Pero ni el más mediático de los doctores puede estar a la altura del más mediático de los seres humanos, y así el plantel profesional es el esforzado ejecutor del plan maestro de Gelblung: jugar con la realidad pretendiendo (no sin picardía) tomarla fatalmente en serio; hacer de cualquier noticia “un chiche”.

Lo que pasa en La vida es bella pasa por dos vertientes fundamentales: la fenomenología y la farándula. Si es posible combinarlas, entonces ya tenemos una tendencia, y con una tendencia se tira medio programa, o más. Aquí se repite el esquema de los ciclos anteriores de Chiche: un informe con locutor grave que se coloca permanente, gustosamente al borde del ridículo, y el posterior tratamiento del tema en el piso con un invitado ad-hoc o el que haya a mano. Como Chiche cree en el poder de los chiches, cada tanto amuebla el estudio con dispositivos pseudo-científicos o con mesas y decenas de platitos para graficar una dieta. Si se cierran los ojos es fácil imaginar a un señor jugando con un set de TV hecho de muñequitos del Playmobil.

Entonces el desfile va del maratonista octogenario y sus secretos para vivir muchos años al ADN de Perón, pasando por la dieta del millón (la de Su, por supuesto: “La mujer que hizo la dieta más cara de la historia: doscientos cincuenta mil dólares por kilo”), la operaciones de Luciana Salazar o la sección dedicada a famosos, y no tanto, que lograron rehacer sus vidas después de episodios tristes. Chiche va de un tema a otros sin problemas, con una fluidez única, y en el medio va mechando una PNT tras otra. Nada le incomoda, ante nada queda mal parado. ¿Algo le interesa? Sí, claro, el show televisivo.

El programa sobre la calidad de vida no tiene, precisamente, alta calidad, pero sí es una verdadera lección de supervivencia: con poco y nada, el imparable Chiche consigue hacer un programa entretenido y muy gracioso. Se lo puede acusar de escaso rigor en términos científicos, pero no de escaso trabajo ni de poco empeño, porque al buen hombre le pidieron que sacara agua de las piedras y él sacó jugo de naranja (que además de ser rico aporta vitamina C).