Pese a la tristeza y el dolor que tengo, sabía que la situación era irreversible desde el punto de vista médico desde hacía un buen tiempo. Entonces se confunde la sensación del dolor con la de liberación.
Hacía cuatro años que Gustavo estaba así, internado en una clínica, con una situación dificilísima para su familia y para él. Yo fui a verlo, y cuando le tocabas la mano reaccionaba, había algo despierto en él. Por eso digo que se mezclan esas dos cosas: sensación de pérdida y de liberación. La primera vez que escuché Soda Stereo fue a instancias del productor de nuestro primer disco, Wadu Wadu. El nos dijo: “Hay una banda nueva para sumar a la agencia, quiero que la escuchen”. Cuando me contó cómo se llamaba, le respondí “con ese nombre no van a llegar muy lejos”.
Evidentemente no fui un visionario.
Al poquito tiempo los vimos en vivo y nos gustó mucho lo que hacían, así que Federico les produjo el primer disco con Julio y yo como colaboradores. Y después estuvimos tres años girando juntos.
Como músico era excepcional, tenía un combo imbatible: un enorme compositor, un gran guitarrista, un genial cantante y un maravilloso letrista. Y desde que empezó, siempre dio pasos hacia delante. No hay ningún disco que haya grabado Gustavo que no tenga trabajo o talento. Un par de veces que estuvo en casa, agarró una guitarra bastante modesta de mi hijo y nos hizo morir de amor con lo que tocaba. No necesitaba ninguna parafernalia para mostrar lo que sentía. Sufrió el ACV que desató toda esta trágica situación cuando había encontrado la madurez, en el momento más alto de su carrera solista. Ojalá pueda juntarse con Federico y el Flaco Spinetta en algún lado.