ESPECTACULOS

La ferocidad de Alex de la Iglesia con acento humorístico argentino

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Desde 1993 el creador español Alex de la Iglesia fue ocupando un lugar de privilegio en la cinematografía. Ahora se presenta la versión teatral de su cuarto film, Muertos de risa, bajo la responsabilidad de Daniel Casablanca, de larga experiencia en el teatro de humor.

La adaptación trasladó a estos hombres a una Argentina donde los emblemas del humor son Carlitos Balá, Piluso y Coquito, personajes cercanos a los espectadores. Mantuvo a Nino Bravo como bandera ya que aquí también sus temas fueron hits. La historia se centra en dos perdedores, uno imitador y otro que quiere entrar en el “mundo del espectáculo” sin mayor objetivo que ver chicas lindas, y el cruce con un tercero que pretende ganarse la vida como representante de artistas.

Tanto Iglesias como Casablanca eligieron una estructura circular con un relator. El exceso de timidez para poder terminar de contar un chiste y la sugerencia de un público feroz transforman a uno de ellos en el sujeto que recibe la cachetada, agresión que será festejada por todos los públicos. La explicación que parece encontrar es que “¿quién no quisiera darle a alguien un bofetón?”. Obviamente, quien la recibe quiere cambiar de papel, pero el dúo ya se conformó de esta manera y es imposible. Así, la amistad se transforma en odio, envidia, competencia, donde la violencia está siempre presente.
La versión teatral es excesivamente fiel. La dirección de Casablanca buscó acelerar las acciones, que pasan de una a otra y difícilmente el público pueda reflexionar sobre la feroz crítica que late detrás de Muertos de risa. Nadie queda fuera de la objeción: ni los medios de comunicación, ni los espectadores de teatro o de televisión y menos aún las personas, generadoras de esta degradación.

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Bicho Gómez y Gaby Almirón conocen a la perfección las herramientas del humor y consiguen credibilidad. Se destacan también César Bordón como relator y en distintos papeles se suman los trabajos de Milagros Michael, Alejandro Zanga, Leandro Aita y Martín Bontempo. Muertos de risa propone una comicidad directa, feroz, pero la segunda lectura, la de la reflexión, no se hace tan evidente.