ESPECTACULOS
JULIO IGLESIAS

Le fue fácil hacerse millonario

Confiesa que nunca en su vida hizo un disco genial; a pesar de eso, cree que su público es universal y se compara con Borges y Maradona. Habla maravillas de Luis Miguel y se disculpa por no conocer a Arjona. Dice que su hijo Enrique es un campeón del mundo, y que está para correr sólo. Galería de fotos

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CHAVAL. Julio Iglesias dice no temerle a la muerte sino a la "muerte en vida". | Cedoc
"¿Tu apellido es chino?” Con esa humorada, Julio Iglesias comienza una entrevista telefónica de media hora en la que mantendrá la cordialidad aun cuando se le pregunte por algún tema conflictivo. El mismo se ocupa de llamar, sin intermediaciones, con la manifiesta intención de caer simpático de entrada, e incluso pide disculpas por los cinco minutos de retraso respecto de la hora pactada. Habla con la serenidad y el aplomo de quien sabe hacer su trabajo. Probablemente, los 250 millones de discos que lleva vendidos a lo largo de su extensa carrera, iniciada a principios de la década del 70, le han templado el ánimo. “Bueno, hablando en serio: tus abuelos eran italianos y seguramente ingenieros, como la mayoría de los que llegaban a la Argentina en aquella época, ¿no?”

El madrileño no puede reprimir su deseo de continuar la broma, o bien sigue calculadamente su plan de seducción, vaya uno a saber. “Soy un seductor, claro –asegura–. Cuando una persona no es capaz de seducir naturalmente en la vida, está más muerta que viva. Por eso, cuando sales a encontrarte con alguien sueles mirarte al espejo...” ¿Y admite que es también un mujeriego? “¡Sí señor! Lo acepto de buen grado: me gustan mucho las mujeres, siempre he aprendido de ellas y siempre me he sentido respetado por ellas. Si tuviera que ser algo en la vida, sería feminista. A mí me gustan las mujeres de verdad, a los machistas les gustan las mujeres de mentira.”

El motivo de la entrevista con este artista que es, desde hace muchos años, una de las estrellas latinas más importantes del mercado discográfico internacional es el reciente lanzamiento de su disco Romantic Classics , once canciones ajenas cantadas en inglés, a doce años de su última producción en ese idioma, Crazy (1994). El repertorio romántico elegido es desparejo: hay algunas canciones bonitas – Drive, de Ric Ocasek (líder de The Cars) y This Guys in Love with You, de Burt Bacharach–, y otras que bordean la cursilería – Careless Whisper, de George Michael, Right Here Waiting, de Richard Marx–. El propio Iglesias parece tener conciencia de eso: “No todas las canciones que hice me terminan de convencer. Prefiero How Can You Mend a Broken Heart?, Always on My Mind, Waiting for a Girl Like You, I Want To Know What Love Is This y Drive. Esas son, de hecho, las que voy a cantar en vivo en mis próximos conciertos”.

—Es raro lo que dice, porque los artistas suelen declarar que su último disco siempre es genial.
—Nunca hice un disco genial, sólo he dicho discos buenos. Y éste, efectivamente, no es un disco genial. Es bueno y ya. Creo que no va a ser un éxito como otros de mi carrera, pero me da la hermosa oportunidad de ir a cantar a Australia, Nueva Zelanda, Alemania, Escandinavia... Acabo de terminar una nota con la prensa de Finlandia, por ejemplo. Eso es algo imposible con un disco cantado en español.

—¿Cuál fue el criterio de selección de las canciones?
—Me ayudó mucho mi productor, Albert Hammond (músico inglés que ya trabajó con Iglesias en discos como Starry Night y Crazy). Creo que simplemente son los temas que emocionalmente deseaba cantar en esas dos semanas de grabación que tuve en Los Angeles.

—Dice que no espera un éxito enorme, ¿pero se imagina un fracaso?
—No, pero si ocurriera sería una cura de humildad maravillosa, nunca una muerte artística.

—¿Recuerda algún disco en particular de todos los que grabó? ¿Tiene algún favorito?
El amor fue un disco importante porque me abrió las puertas en Europa.

¿Y cuál es el mejor público que ha tenido?
—No distingo a los públicos por nacionalidad. Eso me parece una bestialidad. Los públicos no tienen nacionalidad, tienen alma, corazón, humor. Yo diría que mi público es universal. Borges y Maradona les gustan a todos, ¿no? Creo que el alma no tiene fronteras ni nacionalidades. A esta altura, para mí dar un concierto es estar vivo. Ya no tengo pánico y canto igual para cincuenta mil personas que para diez que vengan a una cena en mi casa.

—¿Cómo es hoy un día normal en su vida?
—Un día normal en mi vida es un día anormal. Mi vida está hecha de anormalidades y de circunstancias, porque a veces trabajo dieciocho horas seguidas. Como siento que mi profesión es un privilegio, le dedico mucho espacio. No me gusta sentir que pierdo el tiempo.

—Tiene fama de gastar mucho dinero. ¿Es así?
—Gasto mucho porque he ganado mucho y porque para mí ha sido muy fácil ganar ese dinero. Sé que hay gente que sufre porque tiene muchas necesidades, y la entiendo, pero honestamente no es mi caso. Creo, por otra parte, que el dinero es una maldición: te cambia la vida, te desajusta con la familia y los amigos... El dinero es una mierda, es la puta verdad.

—¿Les tiene miedo a la vejez y a la muerte?
—¡Pero si soy un chaval! (risas). Atahualpa Yupanqui, ese poeta grandísimo, dijo alguna vez que él no era viejo porque todavía no había cumplido 100 años. Yo digo que la mortalidad no existe, pero que hay gente que la busca. A lo que le tengo miedo es a la muerte en vida.

Favoritos y no tanto. Julio Iglesias ha confesado más de una vez su admiración por su compatriota Joan Manuel Serrat, a quien define como “un innovador, alguien que inventó una forma de decir las cosas”. Pero también tiene palabras elogiosas para otros colegas: “ Luis Miguel es una maravilla de cantante, un artista excepcional al que yo identifico mucho conmigo; tiene la misma tripa que yo. Y Alejandro Sanz es absolutamente genial, está en una galaxia superior, tiene una comunicación con la música y con la vida muy especial”. De Ricardo Arjona, en cambio, no opina lo mismo: “Lo conozco poco, no he tenido interés por su música. Cuando conoces a Serrat, es difícil conocer a Arjona”, asegura tajantemente. “A mí me gusta la gente con espíritu, como Roberto Carlos, otro grande –sostiene–. De todos modos, confieso que hoy escucho poca música nueva. Me he quedado con Los Beatles, The Police, U2... También me interesan Ricky Martin, Shakira, Juanes y, claro, mi hijo Enrique.” ¿Grabará con él en el futuro? “Ojalá se pueda, pero Enrique tiene una independencia que se ha ganado y creo que debe correr solo. Corre en Fórmula 1, es un campeón del mundo y no necesita copiloto.”


Tenía un contrato legal
En 1998 Julio Iglesias ofreció un concierto en Orlando, Estados Unidos, que terminó provocando un escándalo en España. Se dijo que el Instituto Valenciano de la Exportación, organizador del mismo, había inflado el costo real del espectáculo y que algunos funcionarios se habían quedado con la diferencia. El caso salpicó al cantante, pero finalmente la Justicia española determinó que no tenía ninguna responsabilidad. “Mi contrato era perfectamente legal, pero cuando aparece mi nombre, las cosas crecen, o las hacen crecer... Si yo hubiera hecho algo ilegal, estaría en la cárcel. Este problema no me afectó para nada, tengo la conciencia tranquila”, aclara Iglesias, un artista que suele dar alrededor de 150 recitales por año. Aunque se ha presentado en muchísimas oportunidades en la Argentina (“es el lugar en el que más veces canté, junto con España”), no tiene planes de venir a presentar Romantic Classics. Luego de la gira por Oceanía y Europa, su plan es retornar a Ojén, la pequeña ciudad andaluza en la que vive con su segunda esposa, la modelo holandesa Miranda Rinjsburguer, y sus cuatro hijos.