ESPECTACULOS
EL TRIBUTO ETERNO

Música para pantallas (o cómo reemplazar al artista muerto)

Cuando un músico fallece, la tecnología está lista para suplir esa ausencia y desarrollar conciertos cada vez más visuales y menos sonoros. En plena era post pandemia, la sed del "en vivo" hace que los legados se posterguen más y más. El caso de Soda Stereo en el Movistar Arena.

Soda Stereo en el Movistar Arena
El resabio de Soda Stereo y un concierto bien visual para suplir a Gustavo Cerati. | URBAN

¿Qué ves?
¿Qué ves cuando me ves?
Cuando la mentira es la verdad

Divididos, La era de la boludez, 1993

 

El estribillo del tema ¿Qué ves? de La aplanadora del rock, conformada en aquellos lejanos ´90 por Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Federico Gil Solá, condensa la idea de esta nota: reflejar un espejismo, suplir una ausencia, llenar un vacío, resignificarlo. ¿Cómo? De la mano de la tecnología y, como siempre, en pos del dinero. Sí, es la música para pantallas.

El disparador, o los, abarcan una serie de interrogantes: "¿Cómo un grupo reemplaza a un miembro icónico? ¿Lo sustituye física o tecnológica-hologramáticamente a través de proyecciones? ¿Se disuelve a la banda? ¿Lo homenajean con los músicos restantes? ¿Se reformula el grupo en cuestión para seguir facturando en su nombre?". Son varias las preguntas, y no tantas las respuestas, para lograr calibrar aquella analógica señal de ajuste a los tiempos de hoy y cumplir con su cometido.

Una muestra revive al rock nacional de los '80 en el Museo Histórico

Lo cierto -y frío- son los datos que buscan interpelar a la memoria descarnada, proyectarla y tomar conciencia: en una década la mayoría de los ídolos sónicos para el público +40 estarán retirados de la música o, simplemente, muertos. ¿Y que pasará con su legado? ¿Descansarán en formatos de reproducción varios? ¿Seremos presa de una y mil películas, recitales o documentales para conservar su memoria? Los que quedan vivos, pero eligen la comodidad del hogar, ¿cantarán y se refugiarán en pantallas, como ocurrió con el Indio Solari en sus apariciones post Olavarría? En esta era pospandémica con una sed del "en vivo", como hace muchísimo tiempo no se ve (sino pregúntenle a Coldplay y sus 10 River), lo que menos se necesitan son malas noticias. Por eso, amigos, fanáticos, descendientes del ídolo en cuestión, podrán tomar la posta, subir al escenario, empuñar la antorcha de su legado... y seguir contando billetes. El show debe continuar.

Vayamos a un caso cercano en el tiempo para desgranarlo y tomar una idea cabal del asunto: Soda Stereo en el Movistar Arena* del último 17 de mayo en el barrio porteño de Villa Crespo. Un concierto más que rescató las cenizas del trío de pop rock más importante que dio el país y convocó a varios fanáticos para la anteúltima escala de su gira americana en donde se re re versionó (no es un error de tipeo, este concierto ya se había hecho con anterioridad el 18 y 19 de diciembre en el Campo Argentino de Polo, pero ahora en un ámbito indoor) y dejó flotando la imagen del hombre alado: Gustavo Cerati. ¿Qué opinaría él de un show así, en caso que estuviese entre nosotros? ¿Lo está? Eso es lo que se busca con este tipo de conciertos: prolongar la memoria emotiva.

El 14 de diciembre de 1991 Soda Stereo se presentó en la avenida 9 de Julio ante 250 mil espectadores

Sobredosis de TV fue el título-apertura que calzó a la perfección para el puntapié de una puesta bien visual que atravesó generaciones. Aquel tema hecho en 1984, por el primigenio Soda Stereo apadrinado por Federico Moura, hoy se transformó en un comienzo estroboscópico que encandiló a chicos y chicas de no más de 10 años. Asombrados por lo que sus padres (y abuelos) oían cuando los pétalos de la primavera alfonsinista comenzaba a desperezarse.

“Tengo sentimientos encontrados con este tipo de shows donde Cerati no está. Hay que reevaluarlo íntimamente como un recital de un espectáculo en base a Soda Stereo. Hay que vivirlo con la idea del Cirque du Soleil, con la diferencia que están los músicos verdaderos pero sin Gustavo, que no está, pero está”, decía un fan en el video que acompaña esta nota. Este hombre atraviesa el target perfecto al cual apunta dicho artículo: el de una viudez musical emparchada con ciencia y tecnología.

Una guitarra con imágenes hologramáticas en las pantallas bocetaron un show futurista, con distorsión, tanto en el sonido como en las visuales, como si un VJ se hubiese montado en las consolas de mando de un concierto calculado hasta el más mínimo detalle. Que es lo que fue, un tubo de ensayo en el que anidó el futuro de un grupo que, por más cariño y respeto que se le tenga al bajista Zeta Bosio y al baterista Charly Alberti, no es más que un homenaje a su cerebro-motor artístico-musical. Soda Stereo dejó de existir desde aquellos memorables River, casi un cuarto de siglo atrás y su regreso auto-homenaje en 2007. Sí, 15 años pasaron ya. Cruzó a una generación musical.

El 4 de septiembre de 2014 murió Gustavo Cerati

Los toques vintage del concierto fueron las imágenes analógicas en pantalla de las grabaciones de sus discos más emblemáticos, caso Dynamo para darle paso a El rito, uno de los temas emblema de ese álbum de 1988, interpretado por Álvaro Henriquez (vocalista de Los tres y Pettinellis) en una versión deslucida, pero ante una pared sonora implacable. "Surprise!”, grita Zeta, se apagan las luces y comienza Lo que sangra (la cupula) para que salga disparado a escena, como un rayo arremolinado, Rubén Albarrán, el histórico cantante de Café Tacvba que interpretó -con más ganas que voz- el clásico del disco Doble Vida. 

Pero, como hay una de cal, también hay una de arena. Y esto sucedió en uno de los temas más esperados –y desperdiciados en su interpretación- de la noche, con el enigmático Signos (de su disco homónimo de 1986) en la voz de Julieta Venegas quien con su registro hizo que el tema pierda profundidad. Las capas vocales y tonos de Cerati en esta ejecución fueron aplastados por la solista, mientras se destacó el Zorrito Von Quintiero en los teclados –con ese look descontracturado en el cual parece que vive de vacaciones- y un histriónico Richard Coleman que se encorvaba sobre su guitarra.

Gustavo Cerati inolvidable

"¡A prepararse para este momento!", decía Zeta Bosio para darle lugar a Zoom y la aparición en escena de Benito Cerati, que recordará por siempre la estampa paternal mientras la imagen de Gustavo se proyecta en la pantalla y que, por momentos, se mimetizó con la figura de su primogénito, quien se arrodilló entregado a las imágenes. A merced de la tecnología, ya que todo estuvo muy bien calibrado y coreografiado en la fábrica sodastereana, hasta el abrazo final entre Cerati junior y Zeta parece prestidigitado. “¡Grande Benito!”, le gritan desde una de las plateas, para darle un poco de espontaneidad al concierto y romper con la maqueta de este recital.

Adrián Dargelos de Babasónicos fue uno de los que mejor maridó ese combo letal de pantallas-voz-música en Trátame suavemente. La minimalista proyección en blanco y negro de los vocalistas invitados, bajo una cuidada fotografía y puesta escénica en pantallas, entregó sobriedad a un show con altos y bajos desde los técnico, factor crucial de la velada. A la solista y voz de Aterciopelados, Andrea Echeverri, el sonido no le jugó a favor en Pasos (Sueño Stereo, 1995) y su interpretación quedó perdida entre la madeja instrumental. Fundido negro, beso y adiós. Todo bien rápido, mecánico y cronometrado.

Luz, cámara, ¡Metallica!

La delicia edilicia de la (cupular) ciudad de Buenos Aires engarzó con el espíritu gótico de En la ciudad de la furia, aquel tema ensamblado en 1988 (del álbum Doble Vida) con la voz de Gustavo (en vivo a través de múltiples proyecciones en las pantallas) que transportó mentalmente al mismísimo Richard Coleman. El guitarrista cerró los ojos (¿qué habrá pensado?) mientras las imágenes de joyas arquitectónicas porteñas como el Palacio Barolo fueron sobrevolados por la voz de Gustavo Adrián, responsable de ponerle la letra a uno de los himnos más oscuros del rock/pop nacional.

La tecnología una vez más irrumpió en la noche de Villa Crespo para ponerle marco y lienzo a un concierto 100% visual, en esta ocasión con rectángulos que oficiaron de luciérnagas de alta resolución. Las linternas de los teléfonos celulares se agitaron e iluminaron hacia todas las direcciones creando una noche estrellada con la música de Soda Stereo de fondo. El ensamblaje perfecto de lo que significa un show de hoy, en donde los móviles son más protagonistas que los espectadores. Los aparatos son los ojos de uno para así "disfrutar" de un show bajo el tamiz de una pantalla led.

Finalizó el show y el Movistar Arena se vacía mientras de fondo suena Alive and Kicking. Sí, “Vivo y pateando” (como reza el título de los inoxidables Simple Minds), tres palabras que sintetizan esta eternizante música para pantallas.

Nota del autor: No todos los temas de aquella noche fueron reseñados, sólo los que acompañaron el enfoque de este artículo.

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