ESPECTACULOS
Derrumbe del consumo

El riesgo es la justificación moral del empresario

El consumo teatral resulta un excelente boca de urna sobre el estado del bolsillo de la clase media, el principal “cliente” teatral que moviliza los precios.

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El Teatro Maipo, uno de los más populares de Buenos Aires. | Cedoc

Está probado que el argentino disfruta del esparcimiento y de la salida nocturna. El teatro es parte. El crecimiento del gasto en el rubro va de la mano de una economía familiar más holgada, como también se adelanta en retraerse cuando se vive lo contrario. No es marketinero en un empresario teatral repetir lo obvio: no se puede vivir sin comer, pero se puede sin ir al teatro.

La Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET) tiene como asociados a 181 de los casi 200 productores o empresas del espectáculo en vivo de nuestro país. Creada el 21 de septiembre de 1918, audita desde hace más de cien años el movimiento de boletos que declaran sus socios. Con ese dato sabemos que solo en el primer bimestre de este año, en las tres plazas más fuertes del país (CABA, Mar del Plata y Villa Carlos Paz) se bajó de 691.000 entradas en 2018 a 571.000 en 2019. Ese 17% en menos no puede sorprender: acompaña la caída del consumo en cualquier actividad comercial. Manifestar lo contrario, además de no ser real, resultaría no creíble.

Sin perjuicio de lo anterior, aún reconociendo que la caída de tickets hace epicentro en la economía, es justo reconocer que nuestra actividad también tiene particularidades específicas. En todo el mundo, en épocas de vacas flacas, hubo algún éxito; y en las de bonanza, varios fracasos. Además del bolsillo, tiene que interesar lo que se ofrece. Cuando un espectáculo no interesa, cuesta convocar invitados sin cargo, recurso a mano para maquillar las salas y publicitar en los medios o con otros fines más espurios “el enorme éxito” de un gran fracaso.

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La baja de la producción de ficción en televisión resulta otro factor a observar. Aún sabiendo que no todo lo de la tele tuvo su correlato en boleterías, sí es cierto que algunas actrices y actores que penetraban en los hogares gratuitamente por la pantalla resultaban trampolín para generar interés en el hecho vivo del teatro. Los autógrafos de antes (o las selfies de ahora) a la salida de las funciones siempre tuvieron más que ver con el rating que con las butacas ocupadas. Esa falta de ficción televisada está provocando un faltante de “materia prima” que en muchos casos resultaba potente para la convocatoria. Hoy los nuevos formatos teatrales son, en general, con protagonistas más volátiles a la hora de llegar a los escenarios. Solo el tiempo mostrará si la nueva tendencia llega para quedarse.

La lista de explicaciones, antes de regresar a los pesos, es más amplia y compleja. El cambio de dispositivos, formatos y consumos incluyen desde la canibalización en la venta de las localidades hasta la competencia tecnológica con nuevos soportes. La industria cultural en su conjunto se encuentra en pleno movimiento.

Volviendo a lo económico, me gusta decir que cuando a alguien no le alcanza, pero ese faltante lo tiene otro, eso no es crisis sino que está mal repartido. En cambio, cuando le resulta insuficiente al que cobra y oneroso al que paga, eso es crisis. Ocurre con el asalariado en cualquier pequeña o mediana empresa, como en lo nuestro ante la enorme porción de posibles espectadores que no llegan al precio del boleto teatral, mientras que el productor lo mide con otra vara desde el otro lado de la boletería. En definitiva los teatros son locales con estantes, solo que sus estantes son escenarios y su mercadería los contenidos.

El teatro se reconvierte con entradas a la gorra y horarios alternativos

En lo personal, hace 45 años abracé el mundo del teatro. Con la misma fórmula participé de éxitos y de fracasos. Cumplí siendo capitalista en los primeros, sin buscar convertirme en socialista en los segundos, convencido de que el riesgo es la justificación moral del empresario. De todas maneras el ser teatrista tiene una ventaja sobre el empresario. El teatrista siempre sueña con que su siguiente estreno será un éxito. Vale para el teatro, como para el país.

(*) productor teatral