Algunos eligen definirlo como “actor de cine, teatro y televisión, y empresario”. Quizás en Argentina no sea tan conocido en esa actividad que despliega Benjamín Vicuña en su Santiago de Chile natal. El Centro Mori tiene cinco teatros en distintos barrios de la capital trasandina y lo fundó en 2005 junto a al actor Gonzalo Valenzuela y al ingeniero Cristóbal Vial. Pero el motivo de la entrevista se centra sobre otro tema teatral: el estreno de Terapia amorosa. El 18 de enero se conocerá esta obra de Daniel Glattauer, dirigida por Daniel Veronese, donde Vicuña integra el elenco junto a Fernán Mirás y Violeta Urtizberea. Irán de viernes a domingos en El Picadero. Por esa fecha también iniciará el rodaje de la nueva tira de El Trece: Argentina, tierra de amor y venganza, junto a su actual pareja, China Suárez, y Gonzalo Heredia (recuadro).
—¿Que te atrapó del texto de “Terapia amorosa”?
—La obra me parece una comedia inteligente, que nos exige mucho a los tres actores, que debemos poner el cuerpo. Está muy bien dialogada e instala un tema interesante hoy ya que habla de las relaciones, la convivencia, el desgaste, el amor, la traición y básicamente sobre el matrimonio. Estaba en Madrid haciendo Eva Perón, de Copi, en el teatro Español, e invité a Daniel Veronese, que andaba por allí, y nació la posibilidad de volver a trabajar juntos. Habíamos hecho Los elegidos (2012), con Jorge Marrale, en La Plaza y para mí volver a ser dirigido por Daniel es maravilloso. Les encuentra el vértigo, la acción y su propia voz a los espectáculos. De hecho, se hizo un trabajo de adaptación muy profundo, ya que él también es un gran dramaturgo, y eso acerca mucho al público. También quería venir a El Picadero, es pero no es Corrientes, es una sala intimista. Quería actuar, ponerle el cuerpo y divertirme.
—El cuerpo se lo habías puesto a “Eva Perón”…
—Es cierto, fue un espectáculo que me gustó muchísimo, el trabajo y el resultado con una gran puesta en escena, pero allí había cierto flagelo. Aquí es otro tipo de propuesta. Esta es una comedia a veces ácida, que cuestiona el estado de las cosas, desde el matrimonio hasta el psicoanálisis, también en ese sentido es inquietante. Creo que es necesario el humor, siempre, como el bufón de la corte.
—¿Cómo reaccionaste ante la recepción que tuvo tu interpretación?
—Me quedo con una experiencia maravillosa. Debo hacer una separación entre la crítica, que fue excelente, y por otro lado la polémica y el runrún que generó el peronismo. Sabemos que Copi es en sí mismo transgresor y polémico, se encontró lo que se buscaba. Con mi trabajo y la gira quedé feliz, pude trabajar en el Cervantes, que es un teatro maravilloso…
—Teniendo tanta importancia el psicoanálisis en esta obra… ¿creés que funcionaría en sociedades menos influidas por este tema, como la chilena?
—Lo vamos a ver ya que emprenderemos una gira por Chile. No tiene tanta fuerza el psicoanálisis allí, pero sí la terapia de parejas. Hoy son muchos los matrimonios que para sobrevivir, rescatar o negociar un término pasan por un analista o mediador. Está relativamente al alcance de la mano y eso genera mucha empatía e identificación, porque es un espejo tremendo. Ya tenemos varios países comprometidos, pero ahora lo importante son los tres meses de verano, desde enero hasta marzo en Buenos Aires. Después queremos que viaje.
— ¿Cómo es tu relación con la terapia?
—Mi relación en el tiempo ha ido cambiando, pero siempre le di un lugar prioritario, desde mis inquietudes hasta mis circunstancias. Hace veinte años que me psicoanalizo aunque con distintos profesionales, en estos últimos cinco comparto la misma terapeuta con Daniel (Veronese).
—Argentina, Chile o España: ¿cuál es tu país de residencia?
—Desde hace quince años me estoy moviendo muchísimo. Es difícil, parte de mi trabajo lo entiendo como itinerante. No lo padezco, lo disfruto, me gusta conocer gente nueva y metodologías de trabajo. Hoy con mi situación familiar se me hace más complicado. Espero que siga siempre así. El año lo empezaré haciendo teatro y también la tira, quiero anclarme. Estoy feliz. Por lo menos hasta abril seguro que me quedo.
—En el año 2015 estrenaste la película “El bosque de Karadima”, sobre los abusos sexuales cometidos por un sacerdote (Fernando Karadima): ¿qué recuerdos te dejó?
—Causó una gran discusión, era un secreto a voces. Se generó la sagrada misión que debe tener el arte, que no es solo espejar sino instalar un tema y discutirlo, armó revuelo y se tomaron medidas. Hace poco el actual papa separó de la Iglesia a los responsables. Interpreté a James Hamilton (en el film Thomas Leyton), quien tuvo una relación de más de veinte años con este sacerdote, quien lo casó y le bautizó los hijos. Antes y durante fue su amante, desde los 17 hasta los 37 años. Investigué mucho para entender qué le pasa a la persona, el sometimiento, la vergüenza, lo difícil que es reconocer y denunciarlo y cómo se puede sanar.
—¿Cómo te parás frente al caso Darthés?
—Me parece una gran revolución que estamos viviendo y somos todos testigos de lo que está pasando con las mujeres en la sociedad. Ya podemos sentir que cambió y habrá un mundo mejor para nuestros hijos. Siempre siento empatía por las víctimas, aprendí que hay que escuchar y avalar, aunque hay que esperar a la Justicia. Es un acto superheroico de parte de quienes organizaron esta denuncia. Ojalá que aparezca con la misma fuerza y visibilidad en todas las áreas, no solo en el ambiente artístico, te aseguro que existe el mismo peligro en colegios, iglesias, oficinas…
—Ustedes, los actores, trabajan mucho más con el cuerpo. Hace poco jugaste escenas de sexo con Carla Peterson en “100 días para enamorarse”… semi desnudos: ¿ahí no son más complicados los límites?
—No es tan así. Trabajamos con nuestros cuerpos –como los bailarines– pero eso no habilita a los abusos o excesos. Lo que más me llama la atención –a partir de la película que filmé y lo que veo– es el abuso de poder. Me indigna cuando está cruzado con el poder, lo otro es una enfermedad, pero cuando ves al maestro, al profesor o a un jefe, allí está el poder.
Será el malo en la tira de Adrián Suar
Una vez que estrene Terapia amorosa, lo esperan las grabaciones de Argentina, tierra de amor y venganza. Benjamín Vicuña anticipa: “Estaremos con la China (Suárez, su actual pareja) filmando juntos y compartiendo también ese tiempo de trabajo. Me gusta. Hacer cine o series es una vida de bomberos, todo es muy estresante. Mientras que la tira diaria es casi como una oficina de lunes a viernes en un horario fijo”.
Cuando se le pregunta por qué aceptó, afirma: “Tengo una debilidad por la época, esta historia ocurrirá en 1930. Mi personaje es un villano que será un súper registro. Cuando leí los guiones me encantó. Se llama Torcuato y es un protagonista maravilloso. Aquí buscaremos un acento neutro, la historia se inicia durante la Guerra Civil Española pero él no es español, será un argentino contemporáneo de esas décadas. Los malos tal vez te liberan. Tiene mucho histrionismo, se puede componer un poco más y te corres del héroe o el bonito de la serie. Es como que me invitan a jugar. Recuerdo Herederos de una venganza (2011), donde también era malo, pero encantador, seductor. Torcuato es un perverso sonriente. Lo ideal es encontrar un malo con matices”.
Acuña no rehúye el tema político y afirma: “Apoyé públicamente a Michelle Bachelet: participé de su campaña, en el primero y segundo gobiernos. Le asesinaron a su padre y ella llegó a ser ministra de Defensa, o sea que tiene un nivel de comprensión y perdón enormes. Como el voto en Chile no es obligatorio, me convocaron para hacer una campaña para que los jóvenes participaran, así la conocí. Con su segundo mandato sufrí un pequeño desencanto político, porque me di cuenta de que toda la reforma que se prometió –la educación pública y gratuita, por ejemplo– no se logró. No porque no tuviera una buena intención, es que es muy difícil, no pudo. A veces creo en la buena fe de los políticos, pero veo lo complejo que se les hace llevar a cabo estos cambios. Tenemos un problema de corrupción muy grave, como los carabineros robando millones de dólares y el conflicto con los mapuches. Chile hoy tiene esas grietas muy grandes”.