“Esto está mal, muy mal. No es posible. Es una falta de respeto a las víctimas”, le grita en francés un indignado turista al periodista autor de esta crónica tras confundirlo con un funcionario del Ayuntamiento de Barcelona. En ese momento, una serie de empleados municipales se encargaba de registrar, clasificar y posteriormente retirar todas las ofrendas florales, cartas, mensajes y velas de los espacios memoriales dedicados a las víctimas del atentado realizado sobre la peatonal llamada “La Rambla”.
Lo que esta persona olvida es que Francia ya hizo algo similar en diciembre de 2015 al remover los altares dedicados a las víctimas de los atentados ocurridos por aquellas semanas atrás en territorio galo (Teatro Bataclan y restaurantes). Sin caer en facilismos psicoanalíticos, es sabido que la negación es una reacción natural ante traumas de esta naturaleza.
Es un proceso interno para cada uno de los habitantes de esta ciudad que siempre abierta al mundo. Pero también es un proceso externo que decidieron encarar de manera firme las autoridades municipales, en parte tras el pedido de los comerciantes de la zona que vieron disminuidas drásticamente las ventas.
Bajo la coordinación del vicealcalde de Barcelona, Gerardo Pisarello, un numeroso equipo de empleados municipales y funcionarios del Ayuntamiento vistieron pecheras amarillas y se dispusieron a un trabajo que realizaron con sumo cuidado y respeto ante la mirada dubitativa de los barceloneses.
La duda llegó inclusive al momento de cantar el nuevo grito que se impuso de manera espontánea días atrás: “No tinc por” (No tengo miedo, en catalán). Los peluches, carteles y flores eran tomados y guardados en cajas, mientras se escuchó a una segunda persona sumarse al improvisado himno. Pero nadie más lo gritó. Prevaleció el silencio y el fuerte aroma a vela apagada, que persistió en el aire durante varios minutos. Todos los materiales serán destinados a nuevas creaciones: las velas se reciclarán, los peluches se donarán, las flores se usarán en compost y abono, y las cartas y mensajes se guardarán en el archivo del Museo de Historia de la ciudad.
Pisarello explicó ante la cámara de PERFIL cómo hace una ciudad para convertirse en resiliente tras un atentado de semejante magnitud.
“Luego de varios días, algunos memoriales tenían cosas que se estaban estropeando y después de haber documentado todo lo que teníamos aquí, vamos a proceder a catalogarlos para poder guardarlos en el archivo municipal y vamos a dejar un único espacio para que la gente pueda seguir homenajeando a las víctimas y haciendo el duelo”, argumentó el funcionario nacido en Tucumán, Argentina.
Y agregó: “Este duelo colectivo va a ser lento, ha sido un golpe muy duro y lo que tenemos que hacer es que ese espacio continúe existiendo. Este fue un golpe muy duro que dejó una cicatriz en la ciudad que no va a desaparecer de la noche al día”.
“Pero hemos visto la afirmación de una ciudad que quiere salir de esto insistiendo que es una ciudad solidaria, abierta que no se va a dejar vencer por el odio y que va a afirmar su condición de ciudad plural y diversa”, concluyó.
En las próximas semanas, se analizará desde la Jefatura de la Ciudad, a cargo de la alcaldesa Ada Colau, el nuevo Plan Especial de Ordenación la Rambla que se llevará a cabo con la participación de los comerciantes y vecinos.
“Poco a poco, la ciudad irá recobrando la normalidad, aunque nunca olvidará el golpe que ha sufrido. Ni la reacción ciudadana a este golpe. Una reacción que ha sorprendido al mundo, que representa lo mejor de Barcelona y que explica por qué estamos tan orgullosos de ella”, comentaron a PERFIL desde el Ayuntamiento.
El mosaico de Joan Miró, punto exacto donde se detuvo la camioneta del terrorista y que se mantuvo oculto en estos días por las flores depositadas allí, ahora vuelve a ser exhibido y disfrutado por todos. Con esta obra, el artista catalán vuelve a sorprender con un mensaje en colores que, como los sueños, busca resignificarse en cada contemplación.
(*) Enviado especial a Barcelona, España.