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lucha por la casa blanca

Big Data, el arma predilecta de Hillary Clinton para derrotar a Donald Trump

La ex primera dama apuesta al procesamiento masivo de datos para ubicar a votantes “persuadibles”. El republicano recela de la sofisticación tecnológica. Choque de estilos.

Euforia. Clinton contrató a los expertos que asesoraron a Obama en 2012, capaces de “modelar” los comportamientos electorales. <br>
| AP

Donald Trump se siente invencible. O al menos eso es lo que transmite a la opinión pública de los Estados Unidos. “Será más fácil derrotar a Hillary que a varios de los que ya he vencido”, alardeó durante las primarias. Con la misma arrogancia, el excéntrico magnate afirma que “el Big Data está sobrevalorado”: cree que las nuevas tecnologías para recolectar y procesar datos personales de decenas de millones de votantes, consideradas por la clase dirigente como una herramienta capaz de revolucionar el proselitismo electoral, son puro humo. Trump asume un riesgo: mientras él sigue inmerso en la campaña tradicional, Hillary Clinton espera que el Big Data sea el arma más eficaz para destrozar el sueño presidencial del multimillonario.

Que la campaña de Trump sea tradicional no significa que no apele a estrategias novedosas, como el uso de redes sociales o los actos no convencionales. Lo anticuado de su estrategia radica en el hecho de que dirige sus mensajes al público en general, y no a segmentos de votantes preseleccionados en función de sus posibles comportamientos electorales. Esa es la magia del Big Data: permite detectar a los electores más “persuadibles” para cierto candidato y enviarles comunicaciones directas y personalizadas, sin malgastar recursos en votantes que ya decidieron su voto o que no lo respaldarían bajo ningún concepto.

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Modelos. A partir del análisis masivo de datos sobre el padrón electoral, interacciones de los usuarios en redes sociales, utilización de motores de búsqueda en internet, registros de compras en línea y otras decenas de variables, las consultoras dedicadas al Big Data elaboran fórmulas y algoritmos sobre los que construyen “modelos de votantes” que guían el proselitismo customizado. “En 2012, por primera vez fuimos capaces de modelar con éxito la persuasibilidad”, comentó  a la agencia AFP el consultor estadounidense Dan Porter, miembro del equipo de análisis de datos que trabajó para la reelección de Barack Obama.

Porter es de los que creen que el Big Data explica gran parte del triunfo de Obama contra Mitt Romney. Su firma BlueLabs trabaja ahora para la campaña de Clinton. “Tuvimos cuatro años para perfeccionarnos y ahora somos capaces de implementar modelos de persuasión con un mayor grado de precisión”, celebró el especialista.

En efecto, Hillary lleva invertido el quíntuple de dinero que Trump en esta clase de tecnologías. La ventaja de seis o siete puntos que los sondeos otorgaban al republicano hace un par de meses se esfumó: según las últimas encuestas, hoy están en un virtual empate técnico. Aun así, Trump insiste en que “el que consiguió los votos fue Obama y no sus máquinas de procesamiento de datos”.

Pese a todo, el republicano tiene un argumento muy concreto a su favor: Indiana. Tal como destacó la revista especializada Wired, Trump demostró en ese estado que “se puede tener toda la parafernalia de lujo, pero si la gente no ama al candidato, eso no sirve de nada”. En Indiana, Ted Cruz había hecho una millonaria apuesta por el Big Data. Sus asesores desarrollaron la tecnología de la llamada información “psicográfica”, que permitió a Cruz adaptar sus mensajes según el perfil psicológico y social de cada vecino al que le golpeaba la puerta. Y, sin embargo, ganó Trump.

“The Donald” aún está a tiempo de cambiar: podría apelar a la base de datos que el Comité Nacional Republicano viene acumulando desde los comicios de 2012. Podría contratar a los especialistas cercanos a los conservadores que quedaron desempleados después de las primarias. O, por el contrario, podría confiar en que el particular fenómeno que él mismo representa también escape a la lógica de las campañas modernas. Y a que la equivocada sea Hillary Clinton.