A cinco días del referendo revocatorio que redefinirá el mapa político boliviano, una ola de violencia cada vez más sangrienta se apoderó del país y ayer obligó a los presidentes Cristina Fernández de Kirchner y Hugo Chávez a suspender el viaje que tenían previsto a la ciudad de Tarija.
La protesta de los mineros en el centro del país, con saldo parcial de dos muertos y 32 heridos en enfrentamientos con la policía, fue el hecho más grave. El gobierno boliviano sostuvo que los mineros -que pretenden un cambio en la ley de jubilación- intentaron volar un puente con dinamita.
Sin embargo, la furia de los manifestantes llegó a la sureña ciudad de Oruro, adonde los mineros apedrearon un canal de televisión privada y tomaron edificios públicos, señalaron medios locales.
Mientras tanto, una protesta de maestros en Cochabamba y la represión de un grupo de discapacitados que manifestaba en La Paz se sumaron al escenario de confusión general, que por momento rayó con lo bizarro.
“No echar leña al fuego”. Durante la tarde, la violencia se radicalizó hasta provocar la suspensión del viaje de Cristina Kirchner y Hugo Chávez, a quienes el gobierno boliviano les recomendó cancelar la visita luego de que un grupo de manifestantes tomara el aeropuerto en el que debían aterrizar.
"Ante lo que está pasando en Bolivia, evaluamos con Evo la situación y yo le dije que no podemos echarle gasolina al fuego", dijo Chávez en Buenos Aires, al justificar la cancelación del encuentro.
El viaje de Cristina y Chávez tenía como objetivo respaldar a Morales, a días del referendo revocatorio en el que tanto él, como su presidente y los prefectos departamentales se jugarán la continuidad de sus cargos. A la suspensión de la visita de los mandatarios se suma al hecho de que Evo no podrá viajar hoy a Sucre por falta de garantías.