Lo que parecía ser el reemplazo inevitable de un ministro talibán del “ala ideológica” de su gobierno, por reclamo de las fuerzas políticas que aún lo sostienen en el Parlamento, terminó siendo para Jair Bolsonaro una crisis más amplia de gobierno, que implicó cambios en seis puestos del gabinete y el alejamiento de los jefes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas.
A la ya descontada salida de la Cancillería de Ernesto Araújo, a quien la oposición maltrató con dureza en una reciente sesión parlamentaria, con apoyo del “Centrao”, los partidos funcionales al poder que sostienen al presidente en el Parlamento, se sumó el despido del ministro de Defensa, el general Fernando Azevedo e Silva, lo que precipitó a su vez el alejamiento de los comandantes del Ejército, la Marina y la Aviación.
No se trata de un tema menor para un gobierno que, con la popularidad en caída pronunciada por el desastroso manejo de la pandemia, que ya ha matado a más de 314 mil brasileños, tiene en el apoyo del sector militar una de sus grandes garantías y en el que hasta hace poco tiempo nueve de los 23 ministros de su gabinete eran uniformados, varios en actividad.
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Araújo, un antiglobalista y cruzado contra la “modernidad”, fue acusado de haber entorpecido con sus críticas a China y Rusia la obtención de vacunas contra el COVID-19.
La salida de Fernando Azevedo e Silva sigue a la tumultuosa renuncia de la semana pasada, con críticas y quejas, de otro general, Eduardo Pazuello, un militar del área logística a quien Bolsonaro puso a cargo del ministerio de Salud en plena pandemia. El aumento explosivo de casos y muertes, y la lenta marcha del proceso de vacunación, provocaron su salida finalmente.
Para Esteban Actis, profesor de Política Internacional en la Universidad Nacional de Rosario, estos últimos episodios son particularmente graves porque afectan de lleno a uno de los tres pilares en los que se sustenta el gobierno, los militares. Los otros dos serían los mercados y el “centrao”.
Más allá de su pasado como capitán y de sus múltiples gestos hacia el sector, “las cúpulas de las Fuerzas Armadas nunca vieron a Bolsonaro como un militar, como un par, sino como un político”, recuerda Actis, que destaca que los sucesos de las últimas horas revelan fuertes “internas” entre los uniformados.
"Las cúpulas militares nunca lo vieron a Bolsonaro como uno de ellos, sino como un político".
Estos desacuerdos son particularmente serios porque otro de los pilares que sustentan al presidente, los mercados, “si antes lo veían como funcional para superar la crisis estructural desde 2016, ahora lo ven como una fuente de desestabilización”, agrega el analista de la UNR.
Parlamentarios y analistas brasileños consideran que el presidente Jair Bolsonaro, al remover a Fernando Azevedo e Silva, procura influir políticamente en las Fuerzas Armadas. “Preservé a las Fuerzas Armadas como instituciones de Estado”, afirmó el ex ministro en su mensaje de despedida.
El vicepresidente de la Cámara de Diputados, Marcelo Ramos, dijo que la salida de Azevedo e Silva fue una noticia preocupante “para los demócratas, parece que el presidente Bolsonaro intenta tener el control ideológico del Ministerio de Defensa y las Fuerzas Armadas”. Ramos pertenece al conservador Partido Liberal que integra la alianza que da respaldo a Bolsonaro en el Congreso.
Según la prensa brasileña, la salida de Azevedo e Silva en realidad apunta al comandante del Ejército, general Edson Pujol, considerado un militar institucionalista que discrepa con Bolsonaro.
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El episodio que habría hecho perder la paciencia al presidente habría sido la negativa del general Pujol a pronunciarse contra el ex presidente Lula da Silva y el Supremo Tribunal Federal, poco después de que la Corte restituyera los derechos políticos al líder del Partido de los Trabajadores al anular sus condenas por corrupción en la causa Lava Jato. Ya en noviembre, el ahora ex comandante Pujol había dicho que “la política no debe entrar en los cuarteles”.
Tampoco se pronunció Pujol cuando los sectores más duros del bolsonarismo, incluyendo algunos militares retirados que integran el gabinete, lanzaron duras críticas al Congreso y a la Corte Suprema, agitando el fantasma del “autogolpe”.
“La idea de intentar suprimir el Congreso y el Supremo Tribunal Federal siempre aparece en el horizonte como la posibilidad más fáctica para una salida autoritaria de Bolsonaro, apunta Actis. Pero sin el apoyo completo de los militares es una opción difícil”.
El reemplazante de Azevedo e Silva en el ministerio de Defensa es otro militar, el general Walter Souza Braga Netto, que ya era parte del gabinete y que es mucho más alineado con el presidente. Con su llegada a Defensa, “temo que se comprometa la naturaleza de las Fuerzas Armadas, y si esto ocurre puede dar lugar a un desequilibrio gravísimo en el Estado Democrático de Derecho”, afirmó el diputado Fabio Trad, del derechista Partido Social Democrático.