De la intermitente democracia brasileña sólo cinco presidentes lograron finalizar su mandato constitucional en el último siglo de historia del vecino país. Al primer y único período completo de la saliente y suspendida Dilma Rousseff, se suman Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) y Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), Eurico Gaspar Dutra (1946-1951) y Juscelino Kubitschek (1956-1961).
Por otra parte, de los últimos siete presidentes constitucionales sólo tres finalizaron el mandato, tal como consigna el politólogo Andrés Malamud en un reciente artículo denominado Un ejemplo de la nueva inestabilidad. Las cifras producen shock a quien se enfrenta con el desafío de analizar las instituciones democráticas de Brasil, lo cual es un reto periódico para analistas políticos.
¿Es un golpe? De momento, se puede observar que lo que promovió la suspensión temporaria de Rousseff debido al presunto maquillaje en las cuentas públicas fue un normal funcionamiento de las instituciones. Lo que irrita a los petistas es que se buscó, opinión pública mediante, vincularla con el caso 'Lava Jato', del cual aún no se pudo comprobar siquiera su relación. El proceso que ocurre en Brasil está, no obstante, perfectamente tipificado en su Constitución.
Para Dilma, no hay vueltas: "Es un golpe", sostuvo este jueves por la mañana en sus redes sociales tras la letal votación en el Senado de su país. Argumento que sostuvo también luego en su último discurso público.
Abordar la realidad política de Brasil a través del prisma de la historia no pareciera desprender proyecciones positivas. Es que hasta ahora, según un informe de la agencia de noticias EFE, la democracia brasileña fue mutilada por 12 estados de sitio, 17 actos institucionales (que permiten al gobernante de turno violar la Constitución), 6 disoluciones forzadas por el Congreso y 2 renuncias presidenciales.
Según un rama de la biblioteca politológica, la inestabilidad puede deberse a la atomización o fragmentación de los partidos políticos, lo que fuerza constantemente a ejercer el poder bajo alianzas electorales y coaliciones de gobierno. El otro sector opinante del análisis, infiere que esto no necesariamente es así, dado que existen inclusive parlamentarismos muy eficaces a la hora de ponerse de acuerdo para llevar a buen puerto un Gobierno compartido.
Tal vez el fuerte rol presidencialista en el modo de ejercer la jefatura de Gobierno en Brasil, tenga que ser revisado con lupa por los asesores brasileños. Pero, debido a la débil popularidad de quienes tienen que reemplazar a Rousseff, la pregunta que se dispara es inevitable: ¿Se puede esperar una nueva crisis?
Para responder a estas preguntas, Perfil.com se contactó con el prestigioso politólogo argentino Aníbal Pérez-Liñán, especialista e investigador sobre impeachments en la región. Desde el departamento de Ciencia Política en la Universidad de Pittsburgh, respondió: "Temer es un político experimentado y ha trabajado durante meses para articular una coalición en el congreso. En este momento la mayoría de los partidos tiene un fuerte incentivo para estabilizar el gobierno y aplacar a la opinión pública. Pero la realidad es que el nuevo gobierno va a tener que hacer un ajuste económico impopular. El nuevo presidente no tiene legitimidad electoral. Buena parte del nuevo gabinete está envuelta en escándalos de corrupción que no se pueden ocultar porque el poder judicial no está controlado por ningún partido. Si la opinión pública sigue enfurecida y los partidos concluyen que la única salida es llamar a nuevas elecciones, podrían sacrificar a Temer en el futuro de la misma forma que sacrificaron a Dilma ayer".
Entonces, ¿cuán legítimos son, desde la perspectiva popular, los gobiernos que suceden a otro en crisis? Para Pérez-Liñán, autor de Juicio político al presidente y la nueva inestabilidad política en América latina, la "legitimidad de un gobierno interino depende de la amplitud de la coalición con la accede al poder, y de su capacidad para resolver los problemas que originaron la crisis. La sociedad brasileña está hoy muy polarizada, los seguidores del PT creen—equivocadamente, a mi entender—que esto es un golpe. Dudo que mucha gente se movilice en favor de Dilma, pero este pecado original sin duda afectará la legitimidad nuevo gobierno. Y los problemas económicos de fondo son difíciles de resolver, porque dependen en parte de los mercados internacionales sobre los que Brasil tiene poco control".
Desde nuestro país siempre se mira con atención lo que acontece en Brasil. Es conocida el lema que reza que si "Brasil estornuda, la Argentina se enferma". Pérez-Liñán argumento por último: "Argentina necesita que Brasil sea políticamente estable y que económicamente próspero, porque las dos economías están muy integradas. La crisis en Brasilia no representa sino un problema para Buenos Aires. Pero la mayor preocupación se siente en Caracas. Hasta ahora el PT había protegido a Venezuela en los foros internacionales. La situación humanitaria en Venezuela se deteriora rápidamente, y con el PT fuera del poder, Venezuela podría quedar bastante aislada en la OEA".
Cómo sigue el proceso. El juicio en el Senado empieza y puede durar hasta 180 días. Termina con una votación para la cual se necesitan dos tercios de los miembros para considerar a Rousseff culpable. En caso de no conseguirlo, la suspendida mandataria será restituida en el cargo. De lo contrario, será destituida de manera permanente. Sin embargo, los brasileños no podrán descansar por completo dado que la continuidad de la inestabilidad en Brasil está a la vuelta de la esquina. Temer no sólo fue acusado de "traidor" por el PT, sino que enfrentó graves acusaciones en 2009 por financiamiento ilegal a cargo de una de las constructoras involucradas en Lava Jato. La encuestadora Datafolha asegura que Temer tiene un nivel de popularidad extremadamente bajo. Sólo el 2% lo votaría en una elección presidencial.