Brasil entró, finalmente, en el grupo de países que en adelante tendrán dificultades para exportar acero y aluminio en el mercado norteamericano. Las dudas del gobierno de Lula da Silva se esfumaron anoche cuando el jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, concretó la medida que sube los aranceles de importación de ambos productos a 25%. Fue categórico en su mensaje: no habrá excepciones. Desde luego, esto representa un perjuicio considerable para las tres mayores empresas siderúrgicas del país: Ternium, Usiminas y Arcelor Mittal. En las dos primeras el paquete accionario es controlado por Techint, del empresario ítalo-argentino Paolo Rocca.
En Washington se dijo que “no habrá exclusiones” de países, de modo que cerraron cualquier alternativa de negociación que pensaba emprender el Palacio del Planalto en Brasilia. Incluso, Brasil está mencionado específicamente dentro de la orden firmada por el presidente estadounidense: “Aumentaron las importaciones brasileñas de acero producido en China, en niveles tremendos en los últimos años”. El flamante gobierno “trumpista” acusa a los brasileños, que anteriormente estaban eximidos de pagar aranceles pero tenían cupos, de comprar el acero chino a precios más baratos y enviar la producción local al mercado de EE.UU.

Frente a este nuevo escenario, la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (la poderosa FIESP) se quejó específicamente de las decisiones tomadas por Estados Unidos: “Lamentamos las medidas de imponer un arancel del 25% sobre el acero y el aluminio. Esto afecta en forma directa a los exportadores brasileños, que el año pasado proveyeron 15% de los productos siderúrgicos importados por los norteamericanos”. Para la FIESP, “Brasil está lejos de ser una amenaza comercial para Estados Unidos” indicaron, para advertir que las últimas dos décadas el superávit comercial benefició a los americanos.
Recuerda, además, “que muchos productos de origen norteamericano importados por Brasil, como máquinas y equipos, se valen de regímenes especiales que reducen los aranceles en niveles próximos a cero”.
Si bien Brasil es el segundo gran exportador de acero, el primero es Canadá y el tercero es México. En sus alegaciones, Trump sostuvo que las “crecientes importaciones de acero de China” realizadas por los mexicanos, indicarían que es una forma de aquellos países sometidos a barreras arancelarias, como es el caso de China, de birlar las trabas. El mecanismo consistiría en vender acero chino barato a mexicanos y brasileños, que luego lo introducirían en Estados Unidos como si fueran de origen propio.
Para la administración Trump, poner gravámenes pesados en este segmento de productos responde una cuestión “esencial para la seguridad nacional”, lo que tiene fundamento. Desde luego, los fabricantes nacionales del metal han realizado lobby para conseguir protección frente a los bienes extranjeros.
Pero en Brasil juzgan que este aumento a 25% del impuesto a la importación de productos siderúrgicos, traerá controversias no solo en el exterior sino dentro de EE.UU. Primero, porque las naciones afectadas podrán echar mano a las retaliaciones. Y segundo porque los precios aumentarán en el mercado doméstico norteamericano, lo que perjudicaría a la industria de autos, por ejemplo. También al sector de la construcción.
Gi