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Brasil: la educación presidencial según el PMDB

Análisis sobre el peso del Partido del Movimiento Democrático Brasileño en la vida democrática y parlamentaria brasileña.

En Brasilia, una persona observa un mural en el que Eduardo Cunha habla con Dilma Rousseff. Al mismo tiempo, el titular de la Cámara de Diputados conspira con Aecio Neves.
| AFP

El cambio en Brasil, si viene, será el resultado de la voluntad de quedarse. Lo que se disimula mal detrás del pretexto de las contravenciones administrativas que cometió Dilma Rousseff es la tozudez del partido que estuvo siempre. Como un barómetro que anticipa el cambio de clima, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), había empezado a probarse en su capacidad de despegarse de sus amienemigos del Partido de los Trabajadores (PT) hace más de un año.

Primero, rompiendo filas para imponer a Eduardo Cunha como presidente de la Cámara de Diputados, tejiendo una alianza conservadora-evangélica transversal y propinando al PT la primera de muchas derrotas parlamentarias en estos 15 meses infernales. A fines de 2015, ya casi a cara descubierta, lanzando un programa económico propio, el documento “Un puente para el futuro”, que ponía al partido en la vidriera ya no como socio que aporta ideas, sino como adversario que se ofrece como alternativa.

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El vértigo de las últimas semanas no ha ofrecido respiro para mirar más allá de las novedades que traía el diario de cada día, pero el PMDB había empezado a echar sus cartas mucho tiempo atrás. Las novedades han sido las anécdotas que han distraído a muchos de un dato central: el partido que formó parte de todos los gobiernos desde que Brasil recuperó la democracia sacó a relucir su instinto de oficialismo perpetuo. Una década más transitando las alfombras mullidas de los edificios de Oscar Niemeyer, calculan, es un viaje que se paga revocando el mandato de Dilma Rousseff. Michel Temer, Cunha y los suyos abandonan el hogar que los cobijó estos últimos 13 años y el PT se apresta a pagar la dote de estas cuartas nupcias del PMDB con los que se imagina como eje de una nueva gobernabilidad, los tucanos del PSDB, creado con una costilla propia.

Que la constitución no prevé revocatoria de mandatos, poco importa. Basta un momento de parlamentarismo, un instante fugaz en que se impone esa disciplina de partido que usualmente es el unicornio azul de la política brasileña, para hacer caer una presidenta y para educar preventivamente a los presidentes que eventualmente la sucedan acerca de una cosa: la viga que sostiene la política brasileña es el PMDB.

(*) Sociólogo (UBA). Vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas.