Pocos recuerdan los esfuerzos históricos que realizó el Reino Unido para ingresar a la Unión Europea (UE).
En la construcción de un proceso de integración, existe una puja constante entre detentar poder o cederlo. Así, los Estados son actores importantes y poderosos al inicio de una negociación, pero a medida que evoluciona la gestación del proceso, cobran un rol esencial las instituciones regionales y los actores transnacionales.
Garantizar la paz ha sido siempre la premisa fundamental bajo la cual cobró sentido la gestación de la UE en pos de bregar por una convivencia armónica en el continente.
Para el italiano Altiero Spinelli (1907-1986), uno de los máximos referentes de las bases fundacionales del espíritu de la Unión, la Federación Europea es la llave garante de la integración. La visión de unos "Estados Unidos de Europa" encuentra su razón de ser en la redacción del Manifesto di Ventotene (1941), manuscrito elaborado durante la Segunda Guerra Mundial en la isla de Ventotene donde estuvo prisionero junto a Ernesto Rossi, por su oposición al fascismo italiano. El manifiesto propone la formación de una federación supranacional europea, cuyo principal objetivo consistiría en unir a los Estados europeos hasta el punto de imposibilitar una nueva guerra.
El escenario conflictivo estaba dado por la crisis de las relaciones franco-alemanas en torno a la región del Sarre donde se veía el miedo francés a una fuerte recuperación económica del Ruhr y a un eventual rearme alemán piloteado por los norteamericanos. Serán Monnet y Schuman quienes propondrán la creación de una Alta Autoridad carbo-siderúrgica como instrumento político para la reconciliación franco-alemana y sucesiva llave para la unificación europea.
El 18 de abril de 1951, "los Seis" Estados miembros fundadores -Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos- firman en París el Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) para gestionar sus industrias pesadas —carbón y acero— de forma común de manera tal que ninguno pueda individualmente fabricar armas de guerra para ser utilizadas contra el otro.
En el plan Schuman pueden reconocerse una serie de principios comunitarios que constituyen la base del andamiaje normativo actual: la superioridad de las instituciones, la independencia de los órganos comunitarios y la colaboración interinstitucional. La originalidad consiste en la combinación entre supranacionalismo e intergubernamentalismo. Los Estados miembros aceptaban la pérdida progresiva de soberanía en algunos sectores de su economía a favor de la Comunidad sin renunciar pese a ello a los poderes de decisiones que se toman en última instancia.
En 1957 "los Seis" firman en Roma dos tratados que darán existencia a la Comunidad Económica Europea (CEE) y a la Comunidad de la Energía Atómica (EURATOM). Si bien el objetivo político se centró en la integración progresiva entre los diversos países miembros, en la práctica, lo que se creó básicamente fue una unión aduanera.
La problemática británica en la ampliación de la CEE en 1973
Históricamente los británicos se negaron a ingresar a la Comunidad. Entre otros motivos pesaba el fuerte rapporto comercial y político con sus colonias y ex-colonias, agrupadas en su mayoría en la Commonwealth. Por otra parte, la idea de ingresar a una unión aduanera no resultaba plausible.
Londres defendía la creación de una zona de libre cambio en la que se suprimieran los derechos de aduana internos y en la que cada país pudiese tener la libertad de fijar sus propios aranceles respecto a terceros países.
Ceder soberanía lleva ínsita una noción de desasosiego en la que no muchos están dispuestos a embarcarse. El reacio deseo británico de sumarse a un proyecto que beneficiaría la creación de instituciones supranacionales europeas, “en detrimento” de los Estados nacionales, congelaba todo universo hipotético de probabilidades.
El espectacular crecimiento económico de la CEE en los años 60 motivó a que Gran Bretaña se retractase y decida en 1961 solicitar su ingreso. Charles De Gaulle protagonizará el bloqueo total de la potencia marítima a la Comunidad: la “Europa de las patrias” debería ser independiente de las dos superpotencias enfrentadas durante la Guerra Fría. El intento por segunda vez en 1967 bajo el gobierno laborista de Harold Wilson también resulta vetado por el general francés. Recién en 1969, a partir de la dimisión de De Gaulle -producto de las tensiones políticas del Mayo Francés del 68-, se abre la puerta a la adhesión británica. En 1973, tres nuevos países ingresan a la CEE: el Reino Unido, Dinamarca e Irlanda. La “Europa de los Nueve” da un nuevo paso al constante y dinámico proceso de ampliación que hoy cuenta con 28 países miembros tras la adhesión de Croacia, el 1 de julio de 2013.
Hoy, a 43 años del ingreso del Reino Unido, no se ha tomado conciencia de lo que significa el BREXIT para la UE e incluso para los mismos ingleses. Exacerbación de nacionalismos potenciado por la crisis migratoria, efecto “arrastre” para otros países que consideren no necesario un gobierno bajo el marco normativo comunitario, desplome del andamiaje institucional, funcionamiento del “sálvese quien pueda”, fin de las solidaridades comunitarias, enfrentamientos entre países, grave crisis económica –recesión e incertidumbre-.
Los nacionalismos son los verdaderos adversarios de todo proyecto de integración. Europa se salva con más Europa. Las grandes dificultades que pareciese resquebrajan y ponen en tela de juicio al espíritu de la UE, sólo pueden superarse a la luz de la cosmovisión que impulsó a los padres fundadores. La prioridad del Movimiento Federalista Europea no eran los bancos ni la moneda, sino la paz junto a la gradual integración política y social.
Los retos de la Unión son políticos; se resuelven superando los nacionalismos estatales.
(*) Analista Política Internacional. Magister en Relaciones Internacionales Europa – América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga (UBA). Twitter: @GretelLedo | www.gretel-ledo.com.