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¿Cómo cerrar la grieta?

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Cassidy. Uno de los pocos opositores que votó por el proceso. | cedoc

Un renovado impulso para el impeachment de Donald Trump puede que sea positivo para la elite política norteamericana en general, y para ciertos sectores republicanos en particular. La iniciativa, dirigida a purgar de la escena a un outsider tan disruptivo, puede brindar una renovada camaradería en el bipartidismo norteamericano y cierta tranquilidad en los cuadros burocráticos de la administración pública. Al mismo tiempo, es una demostración a la comunidad domestica e internacional de la estabilidad en los Estados Unidos, que logró reencauzar la dirigencia de sus instituciones.

Sin embargo, hacerlo en este momento puede ser contraproducente para Joe Biden. Sabemos que en el periodo inmediatamente posterior a las elecciones, los nuevos mandatarios disfrutan de una “luna de miel” donde la opinión pública, los medios y el Congreso le otorgan mayor margen para impulsar su agenda transformacional. Este período es corto y puede quebrarse ante el primer debate polarizante, por ende debe ser aprovechado al máximo por el mandatario para imponer agenda, proponer medidas concretas y luego esperar a que ellas rindan frutos concretos al momento de las siguientes elecciones. 

El proceso hacia el impeachment, las repercusiones en la opinión publica (sin importar el resultado), y la atención de los medios sobre el asunto, desplazarían el foco de la agenda política de Biden y le negarían la oportunidad única de la inercia que sigue al triunfo electoral.

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Aun más, ese desplazamiento de foco hacia Trump, relatado como la persecución al hombre que supo escuchar y empoderar a la América trabajadora, puede otorgar renovadas fuerzas a quien perdió la Casa Blanca por una diferencia de 5% en el voto popular. Su imagen pública siempre ganó adherentes gracias al uso controvertido de los medios masivos y redes sociales. En este sentido, su renovada centralidad en escenario político y su capitalización por parte del ex presidente, lo puede solidificar como portavoz de un sector importante de la población, cristalizándolo como figura autónoma de la oposición.

Un aspecto relegado tanto por Biden como por las elites políticas norteamericanas es cómo reencauzar en la política tradicional a los “hardliners” de Trump, quienes ya se encuentran activos políticamente y no dejaran de lado su participación vehemente en la arena política. El problema de las polarizaciones como las que evidenció y capitalizó Trump, es que una vez activadas es extremadamente difícil suturarlas.

*Coordinador académico del Programa de Estudios sobre Estados Unidos de la UCA.