La familia Franco, descendientes del dictador Francisco Franco deberá devolver a Galicia el Pazo de Meirás, ubicado en la localidad de Sada en A Coruña). El Juzgado de Primera Instancia número 1 de A Coruña ha declara al estado gallego dueño de la propiedad.
El edificio fue construido a finales del siglo XIX sobre las ruinas de una antigua fortificación destruida por las tropas francesas durante la Guerra de Independencia y fue la escritora la encargada de reconstruirla. Tras su muerte, la familia la donó a la Compañía de Jesús. Las autoridades de A Coruña negociaron en 1939 su compra por medio millón de las antiguas pesetas para después regalárselo a Franco.
El palacete fue regalado por un grupo de seguidores del régimen a Franco en mayo de 1941. El juez consideró que la inscripción de la propiedad en el registro de Betanzos fue simulada.
Cuando le hicieron el regalo Franco dijo “Acepto gustoso”, decía el dictador, “exclusivamente por tratarse de un obsequio de mis paisanos”. “Galicia, por su fecundidad, ha sido la región que más ha tenido que dar en este Movimiento”, proseguía su discurso.
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“Ahora, señores, hay que estudiar la manera de compensar esos sacrificios, es decir, hay que estudiar aquellas obras o planes que sea necesario ejecutar en las cuatro provincias gallegas. En otras provincias que no son de esta región hay que preocuparse de llevarles el agua para resolver sus problemas. Aquí en Galicia, como no existe tal preocupación, hay que pensar en cambio en otro tipo de obras”.
La familia Franco lo puso a la venta en 2018 por 8 millones de euros. En realidad sus nietos, que recién pudieron tomar la decisión tras la muerte de su madre, Carmen Franco, que se negaba a hacerlo. En el clasificado de la venta lo describía de la siguiente manera: Se trata de un “inmueble singular”. “Nos encontramos ante un recinto sin par, lleno de historia y detalles especiales (biblioteca, cuadros, piezas arqueológicas, dependencias, blasones, fuentes, cruceros, decoración, etc.) que le convierten en una oportunidad inmejorable”. También se destacaba “la balaustrada corrida del segundo piso y los huecos en esquina de la siguiente planta bajo dinteles de cantería rematados en arco labrado en la misma pieza. El balcón cubierto de la Torre de la Quimera es también factor singular de la fachada”.
Finalmente el proceso judicial impidió la venta, que de por sí era poco clara tras haber sido declarado Bien Inmueble Cultural (BIC), lo que obligaba a que fuera abierto al público. Y el resultado de la decisión del juzgado gallego hace hoy que el dueño sea el Estado y no los descendientes de Franco.