Este 17 de junio se celebra en Argentina un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del General José de San Martín. En el otro lado del charco, esta fecha también cobró notoriedad, pero por un motivo completamente distinto: hace un año de los atentados en Barcelona y Cambrils en el que murieron 15 personas y más de 150 resultaron heridas.
Así como en Londres una bolsa olvidada en el piso en el British Museum provoca que los guardias desalojen todo el edificio, en Versalles las filas de turistas se confunden con las de soldados que rodean al imponente palacio, en Barcelona también se ven las heridas que ha dejado el terrorismo, huellas que comparten muchas ciudades de Europa.
Se trata de una guerra abierta en la que el frente lo componen los edificios emblemáticos de grandes ciudades que aparecen en cualquier guía turística y las trincheras las forman gente corriente, que hacen su vida sin saber que sus nombres pueden llegar a esta en una lista de fallecidos al final de una jornada trágica.
Hoy a los catalanes, y a los barceloneses en particular, les toca vivir una situación a la inversa. Y es que curiosamente la Diada de Catalunya (día de la patria catalana) es el 11 de septiembre, jornada en la que Estados Unidos llora a todas las vidas que se perdieron en el atentado a las Torres Gemelas.
¿Cómo está Barcelona a un año de ese trágico día? La gente no tiene miedo a salir a la calle, de hecho, tuvo que hacerlo obligada por la coyuntura política.
“Lo que pasó inmediatamente después a nivel político como el Referéndum hizo que la gente saliera rápido a la calle. Hasta creo que después del atentado la gente todavía quería demostrar más que la calle es de todos y que era necesario salir sin miedo. El lema de las manifestaciones contra el terrorismo fue ‘no tenemos miedo’ y con las concentraciones independentistas decían ‘las calles serán siempre nuestras’”, explicó a PERFIL Lourdes Bassols, residente de la ciudad de Barcelona.
“Al final tienes que hacer vida normal, sino ganan ellos”.
Jordi Boada, nacido y criado en Barcelona, coincide con esta visión. “Miedo realmente no, desde el día después del atentado que se ha tratado de hacer vida normal y que todo volviera a ser como era, y creo que se logró en una gran parte”, manifestó. “Sobre lo que quedan dudas es cómo se pudo producir el atentado en sí. Hay cosas que no se están explicando demasiado. Se intentó hacer una comisión de investigación de los atentados en relación a esas dudas y todos los partidos políticos españoles se negaron, por lo que algo huele mal”, agregó en diálogo con este medio.
Si bien el sentimiento de inseguridad se apagó entre la población, algunas cosas sí cambiaron en la Ciudad Condal, como las medidas de seguridad. "Pusieron unos bloques en La Ramblas para que no puedan pasar los autos y vallaron la Sagrada Familia. Cuando hay actos o manifestaciones la policía corta la entrada a las calles con furgonetas para evitar la entrada de vehículos, pero después todo está igual. Siguen viniendo los turistas y los eventos están llenos de gente", describió Laia Xaus, una joven que residía en Buenos Aires y pocos días antes del atentado se trasladó de vuelta a su ciudad. Ella debía estar ese día a esa hora en el lugar donde se produjo el ataque, pero se atrasó su turno en la peluquería y se enteró cuando se dirigía allí. “Al final tienes que hacer vida normal, sino ganan ellos”, reflexionó.
HOMENAJE
Este viernes las víctimas del ataque terrorista fueron homenajeadas. Barcelona recordó a los fallecidos pero no logró dejar de lado el conflicto político por la cuestión de la independencia.
Los allegados de las víctimas expresaron su deseo de que en esta jornada se dejaran de lado las diferencias ideológicas con respecto a la soberanía catalana pero tanto independentistas como unionistas lanzaron durante el homenaje consignas políticas.
En la plaza de Cataluña, donde se realizó una ceremonia con la presencia del rey Felipe VI y el jefe de gobierno Pedro Sánchez, se desplegó una pancarta en contra del monarca: "El rey de España no es bienvenido en los países catalanes", era el mensaje escrito en inglés. Desde el colectivo unionista, desplegaron banderas españolas durante el acto y recibieron al monarca con gritos de "viva el Rey" y "viva España".
Por su parte, se hizo una ofrenda floral y otro homenaje en el mosaico de Joan Miró de las Ramblas. Allí colocaron una pancarta en reclamo de la libertad de los políticos independentistas presos. "Sin ellos, este acto es una estafa", rezaba el mensaje. El presidente catalán, Quim Torra, se disculpó con las víctimas "si no se han sentido acompañadas".
El ayuntamiento de Barcelona organizó un homenaje sin discursos oficiales para evitar tensiones y cedió el protagonismo a las 200 víctimas presentes, conformadas por familiares de los fallecidos y heridos, quienes leyeron un poema del inglés John Donne en los diferentes idiomas de los fallecidos y se interpretaron varias piezas musicales.
EL ATENTADO
Una furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub ingresó a la tarde del 17 de agosto de 2017 en la Rambla llena de turistas y se dirigió a gran velocidad contra la multitud, haciendo eses para herir al mayor número de personas posible.
Catorce de ellas murieron, entre ellas dos menores, un australiano de 7 años y un español de 3, y más de 150 resultaron heridas. Cuatro días más tarde el autor del atentado sería abatido por la policía pero en su huida mató a otro joven para robarle el auto.
Horas después de ese atropello, cinco cómplices asesinaron a una mujer en otro atentado en la localidad costera de Cambrils en el que atropellaron y acuchillaron a varios transeúntes.
"No recuerdo nada del agresor, solamente vi que me apuñaló. Me dejó el cuchillo atrapado en la cara, me entró 15 centímetros [...] Pensaba que me moría", rememoró Rubén Guiñazu, un argentino de 55 años que veraneaba en Cambrils, en diálogo con la AFP.