El conflicto en la Franja de Gaza que ya dejó más de 500 palestinos muertos recrudece día a día y por el momento Israel parece no dar marcha atrás en su ofensiva contra el movimiento islamista Hamas. Perfil.com habló con tres argentinos que viven a pocos kilómetros de la zona para conocer cómo es su vida diaria.
Hace 32 años, en plena dictadura, Osvaldo Rosenfeld decidió dejar la Argentina para emigrar junto a su esposa y sus dos hijos mayores hacia Israel, donde nacería años más tarde el menor de la familia. Hoy vive en Ashkelon, una ciudad situada a menos de 20 kilómetros de Gaza, y en donde asegura que caen entre tres y cinco misiles por día.
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“Cuando suena la sirena es porque se avecina algún proyectil y hay que buscar un refugio, que puede llegar a ser en la propia casa o en otro lado. Nosotros en nuestro hogar no lo tenemos, porque no es una casa de cemento preparada. El refugio más cercano está a 25 segundos de acá, pero nosotros preferimos quedarnos en casa y que sea lo que Dios quiera”, explica Osvaldo a este portal.
En 1993, agobiado por los problemas financieros, Marcelo Miculitzki decidió viajar hacia la “Tierra Prometida” en busca de “algo mejor” para sus hijos. Médico veterinario especializado en salud pública, Marcelo vive en Beersheba, una ciudad del sur de Israel ubicada a poco más de 30 kilómetros de Gaza.
Según cuenta a Perfil.com“la situación es difícil, pero se trabaja y se vive normalmente”. “Hay información permanente de lo que pasa y conocemos las instrucciones. Cuando suena la sirena hay que refugiarse. A la larga, la gente se termina acostumbrando a cumplir las órdenes que nos dan”, asegura Miculitzki.
Ocho años atrás, en medio de la crisis que vivía la Argentina allá por el 2001, Julio Bircz decidió dejar su país de origen para irse a vivir a Israel. Este periodista vive muy cerca de la zona de conflicto en un kibutz denominado Ein Hashlosha, a sólo tres kilómetros de la Franja de Gaza.
“La situación es difícil pero no mucho más de la que vivimos desde hace años. Ya estamos adiestrados. Llega la alarma, nos refugiamos, esperamos que pase el alerta rojo, la explosión y luego seguimos con nuestras vidas normales”, describe Bircz a Perfil.com.
Y agrega: “Uno no puede entender como se puede vivir así. Pero es el lugar que queremos, donde trabajamos. Esperemos que la situación se termine pronto. Es el deseo de todos nosotros”.
Los consultados por este portal coincidieron en que se puede continuar de manera normal con la vida que se lleva pese a los continuos mísiles que caen en la zona. “Es difícil y complicado de entender, pero acá es así”, aseguró Miculitzki.
