“Incompatibilidad de agendas”, ese fue el argumento de la delegación brasileña para justificar por qué el presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva no pudo reunirse en Hiroshima, con el ucraniano Volodimir Zelenski. Las presiones de las potencias del G7 se hicieron sentir sobre el líder de Brasil para encarar el diálogo directo con el jefe de Estado de Ucrania. Pero el plan fracasó por múltiples causas.
Hubo una negociación para lograr la foto conjunta; inclusive, en una sesión de este domingo 21 de mayo de la cumbre occidental, Lula condenó “la violación de la integridad territorial de Ucrania”.
Pero la cita bilateral no logró concretarse. Según afirmaron en el entorno presidencial, el fracaso tuvo que ver también con diferencias “claves” sobre cómo avanzar hacia la paz entre las dos naciones en guerra. Todo indica que las perspectivas de negociación, que incluya terceros países como eje central, entró en un lapso de estancamiento sin fecha de salida.
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Fuentes del gobierno en Brasilia sugirieron que a Lula no estaba interesado en engrosar la lista de personalidades que avalaron las declaraciones de Zelenski cuando dijo hoy: “Quien quiere la guerra debe observar cómo estamos unidos”. Como es obvio, era una alerta para Rusia, y en cuento a la unidad, se refería a las grandes potencias occidentales. El arribo del ucraniano a la reunión del G7 no estaba prevista, y sorprendió a más de uno.
Las divergencias del brasileño con el enfoque ucraniano se manifestaron, claramente, en el discurso de Lula da Silva durante la última sesión, dedicada a la paz en el mundo. El presidente brasileño postuló que “Hiroshima es un escenario propicio para la reflexión sobre las catastróficas consecuencias de todos los tipos de conflicto. Esa reflexión es urgente y necesaria. Hoy el riesgo de una guerra nuclear está en el nivel más alto desde el auge de la Guerra Fría”.
Para el gobernante brasileño “el mundo ya no es el mismo. Siguen estallando guerras en los moldes tradicionales, pero vemos retrocesos alarmantes en el régimen de no proliferación nuclear; que necesariamente deberá incluirse en la dimensión del desarmamento”.
Lula concluyó: “Las armas nucleares no son una fuente de seguridad, sino un instrumento del exterminio en masa de nuestra humanidad y la continuidad de la vida en la Tierra”.
Según el mandatario, “los combates prosiguen cada día y aumentan el sufrimiento humano, la pérdida de vidas y la destrucción de hogares”. Finalmente admitió: “Repetí hasta el cansancio que es preciso hablar de paz. Ninguna solución será duradera si no se basa en el diálogo. Precisamos trabajar para crear un espacio para las negociaciones. No podemos perder de vista que los desafíos de la paz y la seguridad que afligen al mundo van mucho más allá de Europa”.
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El discurso del brasileño, de este domingo por la mañana en Hiroshima, fue más allá de simples declaraciones. Para él, “hay un abismo entre todos estos desafíos, y la gobernanza global”. Incluso, abordó sus críticas al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas “que hoy se encuentra más paralizado que nunca y es un componente del problema. Los miembros permanentes (China, Rusia, Inglaterra, Francia y Estados Unidos) continúan con la tradición de trabar guerras no autorizadas por el organismo”.
Las inquietudes de Lula se proyectan, también, sobre los desastres ambientales: “Estamos próximo a un punto irreversible. Y no actuamos con la rapidez necesaria para contener el aumento de la temperatura global, como pactamos en el Acuerdo de París”. Estos temas los había discutido, ayer, con el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Gutérrez. “Pero esta crisis no afecta a todos por igual, ni en la forma ni en el grado, ni en el ritmo. Más de 3.000 millones de personas ya fueron alcanzadas, directa o indirectamente, por los cambios climáticos, en especial en los países de ingresos medios y bajo. Y tal como vamos, ese número seguirá en aumento”.
El desafío, dijo el gobernante, “es que los países ricos cumplan sus promesas de destinar 100.000 millones de dólares al año en la acción climática”.
Hacia el final de su ponencia, el presidente brasileño tuvo palabras para hablar del mundo que viene: “Brasil desea la multipolaridad basada en la primacía del derecho internacional y la promoción del multilateralismo. Reeditar la Guerra Fría sería insensato; y dividir el mundo entre el Este y Oeste o, entre Norte y Sur, es tan anacrónico como inocuo”.