Alfonso de Bourbón, como se hacía llamar, tenía 83 años. Revolvía en la basura, como solía hacer todos los días en las calles de California, cuando un camión sin control chocó contra él, aplástándolo. "Que su muerte haya sido tan horrible ha entristecido a la comunidad porque mucha gente lo conocía personalmente", afirma un vecino.
Los diarios californianos cuentan hoy la simpatía que muchos ciudadanos sentían por este hombre, a quien apodaron "el Príncipe" o "el Conde". Él afirmaba ser hijo del príncipe Alfonso de Borbón y Battenberg (1907-1938), quien renunció a ser heredero del trono de España para casarse con una cubana en Miami, ciudad en la que murió en 1938 en un accidente de tránsito.
Desde entonces siempre corrió el rumor de que "Alfonsito" de Borbón y Battenberg había dejado un hijo en Norteamérica, pero la Familia Real nunca tuvo registros de ello.
El fallecido Alfonso de Bourbon se encargó siempre de admitir que era nieto de Alfonso XIII.
Los diarios californianos rescatan hoy las historias que se contaban en La Jolla sobre su sangre real española y su legendaria elegancia, que se convirtieron en parte de la escena social de esa conocida comunidad, a la que se dice que llegó en 1975.
Pocos le creían sus historias, pero la mayoría lo quería y respetaba. Él explicaba que nació en Suiza y que su padre murió en Miami en un accidente de coche en 1938, tal y como sucedió al hijo de Alfonso XIII.
Según el diario San Diego Union Tribune, Alfonso de Bourbon afirmaba haber vivido en París, Alemania y Nueva York, donde fue intérprete de las Naciones Unidas. Contaba, además, que antes de llegar a EEUU solía comprar su ropa en Inglaterra.
Los habitantes de La Jolla lo recuerdan por su amabilidad, su impecable sentido de la elegancia y el largo tiempo que pasaba en los restaurantes y la librería local, además de por su extraña costumbre de rescatar cosas de los contenedores de basura.
De Bourbon solía también acudir sin invitación a galas de la alta sociedad y convencer a clientes de que le invitaran a comer. Uno de sus lugares favoritos era una antigua librería de La Jolla, donde pasaba las tardes leyendo libros sobre la Segunda Guerra Mundial o el nazismo. El mismo periódico destacaba la habilidad que "el Príncipe" tenía para levantar el ánimo a la gente.
Varios vecinos tuvieron que ir a la morgue a reconocer el cuerpo del legendario habitante de su ciudad, porque no tenía a nadie en el mundo. En sus bolsillos encontraron un recuerdo que llevó con él toda su vida: una vieja foto del rey Alfonso XIII, con el que guardaba un gran parecido, y quien habría sido su abuelo.
(*) Periodista, especial para Perfil.com