El brutal asesinato del activista conservador Charlie Kirk durante una charla en la Universidad del Valle de Utah, que provocó una conmoción política en Estados Unidos, desató una ola de despidos, suspensiones y censuras en varios estados.
El incidente, ocurrido el miércoles pasado, puso de relieve la difícil relación entre la libertad de expresión y las consecuencias de la violencia política en la era digital.
El crimen de Kirk (31 años) a manos de un joven de 22, Tyler Robinson, sin afiliación política, pero con fuerte rechazo a las posturas del activista trumpista, fue condenado de manera generalizada por la dirigencia de ambos lados del espectro político. Pese a ello, la tragedia reavivó las divisiones partidistas y llevó a algunos a justificar el asesinato de Kirk por sus posturas de extrema derecha y su retórica incendiaria.
Numerosos comentarios que celebraban o se burlaban de su muerte se viralizaron rápidamente, lo que generó como contrapartida una “caza de brujas” liderada por figuras conservadoras que expusieron a las personas detrás de las publicaciones.
“Prepárense para que todas sus aspiraciones profesionales futuras se arruinen si están tan enfermos como para celebrar su muerte. Voy a hacer que deseen no haber abierto la boca”, sentenció Laura Loomer, una fiel seguidora de Trump, en su cuenta de X.
Otro hombre de extrema derecha, Scott Presler, un influencer con fuerte presencia en X, donde tiene 2,3 millones de seguidores, pidió que se exponga a profesores que “celebran la muerte de Kirk”. Incluso difundió publicaciones y perfiles en redes sociales de personas que lo habían hecho, detallando sus lugares de trabajo.
Docentes. En Florida, un estado ultraconservador, la Junta de Educación emitió un memorando en el que advertía específicamente a los docentes que no publiquen puntos de vista personales que “puedan socavar la confianza de los estudiantes y las familias a las que sirven”.
En ese mismo estado, dos educadores fueron suspendidos y puestos bajo investigación por comentarios en las redes sociales.
Uno de ellos es una maestra de escuela primaria que publicó en su cuenta personal de redes sociales un artículo sobre el tiroteo y las palabras: “Puede que este no sea el obituario que todos esperábamos ver al despertar, pero para mí es un segundo cercano”.
Una decana adjunta en la Universidad Estatal de Middle Tennessee, Laura Sosh-Lightsy, tuvo que dejar su puesto por publicar: “Parece que el viejo Charlie se profetizó su destino. El odio engendra odio. Cero simpatía”.
Un profesor de Oregón, según informó The New York Times, perdió su trabajo por decir que la muerte de Kirk le “alegró el día”.
El debate también se expandió en los medios de comunicación. En la poderosa cadena Msnbc, por ejemplo, hubo fuertes cruces.
El analista político Matthew Dowd fue desplazado por sugerir que la retórica radical de Kirk contribuyó al crimen: “Los pensamientos de odio conducen a palabras de odio, que a su vez conducen a acciones de odio. No puedes decir estas palabras horribles y no esperar que ocurran acciones horribles”.
Gina Miller, comentarista de básquet en los Phoenix Suns, también fue echada luego de escribir en las redes sociales: “Realmente no me importa si piensas que es insensible o un mal momento negarse a respetar a un hombre malvado que murió”.
El Pentágono esgrimió una política de “tolerancia cero” y un oficial de la Marina fue relevado de su cargo después de un post en redes sociales. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, ordenó al personal que identifique a los miembros del ejército que “se hayan burlado o parecido aprobar el asesinato de Charlie Kirk”.
Una bombera de Nueva Orleans fue puesta bajo investigación después de publicar, y luego eliminar, un comentario en las redes que calificaba la bala que alcanzó a Kirk de “un regalo de Dios”. Los medios estadounidenses señalan que hubo numerosos ejemplos de trabajadores, como enfermeras, empleados universitarios y otros, despedidos o sancionados por sus comentarios.