“Ya no luchan contra una insurgencia: nosotros somos un ejército islámico”. El verdugo que está por decapitar en cámara al periodista estadounidense James Foley no habla en ninguna de las numerosas variantes del árabe que se utilizan en Medio Oriente, sino en un inglés perfecto, propio de Londres o de alguna ciudad del sur de Inglaterra. La fuerte sospecha de que el ejecutor de Foley es un británico que se unió a las filas de la organización terrorista Estado Islámico de Siria y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés) llamó la atención sobre la creciente cantidad de ciudadanos europeos que militan en las filas del yihadismo en su versión más violenta.
Según el diario The Guardian, el hombre que asesinó al periodista de los Estados Unidos se llama John e integra una célula de británicos denominada “The Beatles”, que se ocuparía de la custodia de otros secuestrados de ISIS en Siria e Irak. Desde que estalló la guerra civil en el país de Bashar al-Assad, la proporción de occidentales entre los extranjeros que se involucraron en el conflicto creció hasta convertirse en una preocupación de primer orden para los servicios de inteligencia europeos.
En diciembre de 2013, el Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (ICSR), con sede en Londres, estimó en más de 1.900 el número de europeos que combaten junto a organizaciones que propugnan la “guerra santa” contra Occidente, entre ellas ISIS. El ranking lo encabezan Francia, el Reino Unido y Alemania, aunque si se toma la cantidad de milicianos sobre la población total de cada país, Bélgica y Dinamarca van a la cabeza.
“ISIS conoce los medios sofisticados: utilizaron un angloparlante para asegurarse de que el clip tuviera una amplia difusión en los Estados Unidos –subrayó el profesor Peter Neumann, director del ICSR, cuyas cifras resultan creíbles para la Casa Blanca y otros gobiernos occidentales–. Un estadounidense hubiera sido ideal, pero todavía no hay muchos combatiendo en el terreno, por lo que un miliciano británico resultó ser la mejor opción”.
Los “yihadistas occidentales” cuentan con escasa preparación militar y un bajo peso relativo en el conflicto que libra ISIS para instaurar un califato islámico en Siria e Irak. Sin embargo, su presencia en las filas del grupo terrorista sirve a los fines publicitarios de la organización, que puede hacer gala del apoyo que recibe fuera de la región.
Según se observa en distintos casos judiciales que siguen su curso en tribunales europeos, el perfil típico de estos combatientes es el de varones jóvenes que abrazan el yihadismo tras una conversión doctrinal según los principios idealizados –y por cierto muy conservadores– de un islam “puro” o “primigenio”. Aunque algunos de ellos son hijos de inmigrantes árabes, la gran mayoría fueron educados en escuelas y universidades occidentales y son ciudadanos naturales del Viejo Continente.
ISIS ha reclutado a estos miembros a través de un fino y prolongado trabajo de seducción a través de las redes sociales, que comenzó incluso antes del estallido del conflicto sirio. El video de la decapitación de Foley muestra el sofisticado manejo de las herramientas web que hace el grupo terrorista: filmación en alta calidad, subtitulado, edición y posproducción.
Para las autoridades europeas, el mayor riesgo que representan los milicianos europeos es su carácter “transnacional”, según advirtió esta semana Interpol. El temor es que regresen a sus respectivos países para cometer atentados similares a los de Madrid en 2004 y Londres en 2005. En ese caso serán, como mínimo, un desafío de nuevo tipo para los servicios de inteligencia.