En presencia del presidente Enrique Peña Nieto y las máximas autoridades de México, el papa Francisco envió ayer un duro mensaje al poder político por el flagelo del narcotráfico, a la altura de las expectativas que había generado su visita a un país lacerado por la violencia del crimen organizado. “Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte”, advirtió el Pontífice ante la dirigencia pública reunida para escucharlo en el Palacio Nacional, donde Peña Nieto le dio la bienvenida por la mañana. Sin darse por aludido, el auditorio le dedicó un caluroso aplauso, como si las palabras del Papa no interpelaran en primer lugar a la clase política.
En la primera jornada con actividad de una gira por todo el país que se extenderá hasta el miércoles próximo, Francisco apenas tuvo tiempo para descansar. Tras la ceremonia de recepción, se trasladó en un coche descubierto –y en medio de un fortísimo operativo de seguridad que lo acompañará durante toda su estadía– a la Catedral de la Ciudad de México, sobre la Plaza del Zócalo, donde dirigió un largo discurso a los obispos mexicanos.
La jerarquía católica tampoco se salvó de su reprimenda. No sólo les pidió que “no minusvaloren el desafío ético y anticívico que representa el narcotráfico” y que lo enfrenten con un “coraje profético”. También se refirió a las permanentes intrigas y luchas intestinas (ver página 28) que caracterizan a la Iglesia mexicana, conocida por su conservadurismo y su desafección frente a los problemas sociales. “Si tienen que pelearse, peléense como hombres, cara a cara”, les espetó. Agregó que “no se necesitan príncipes” y les reclamó que no pierdan el tiempo “en habladurías e intrigas, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubes de intereses”.
Más tarde, cambió el papamóvil por un Fiat 500L para trasladarse a la Nunciatura Apostólica, en el sur de la ciudad, donde reposó antes de oficiar una misa para 35 mil fieles en la Basílica de Guadalupe, santuario de la Virgen Morena, patrona de América. Allí, a través de metáforas bíblicas, Francisco aludió a “los exluidos” y a quienes sufrieron la pérdida de seres queridos por la violencia del crimen organizado. “Las lágrimas de los que sufren no son estériles”, los consoló.
La visita de Jorge Bergoglio pone el sello a la reconciliación entre el Estado de México y el Vaticano, que comenzó en 1992, cuando el PRI cedió en su histórico anticlericalismo ante la evidencia de que la mayoría de los mexicanos son fervorosamente católicos. Para esa feligresía, las palabras del Pontífice sobre el drama del narcotráfico llegan como un bálsamo.
Polémica por ‘los 43’
El papa Francisco rechazó un pedido de reunión de los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en septiembre de 2014, en el estado de Guerrero. Ante las críticas por la decisión, los coordinadores a cargo de la visita explicaron que el Vaticano recibió numerosos pedidos de colectivos de víctimas y que, ante la imposibilidad de atender a todos, se decidió no privilegiar a ninguno.
Aunque no se reunirá a solas con las familias de los normalistas, Francisco les reservó tres asientos en primera fila en la misa de despedida que oficiará el miércoles en Ciudad Juárez. Allí, los padres de los jóvenes estarán acompañados por otros grupos de víctimas de la violencia, como de los feminicidios en la propia Juárez. Aunque ya es seguro que no tendrán un encuentro formal con el Papa, no puede descartarse que Francisco se salga del protocolo para acercarse a ellos