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morelia y ciudad juarez

La agenda sigue con visitas de alto riesgo a regiones violentas

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Agencias
Ciudad de México
El tramo más seguro de la gira de Francisco por tierras mexicanas concluirá hoy en el Estado de México, donde el Papa oficiará una misa a campo abierto en la localidad de Ecatepec para la que las autoridades esperan una afluencia de dos millones de personas. A partir de mañana, el Pontífice se adentrará en zonas mucho más riesgosas del país, donde los carteles narcotraficantes operan a sus anchas y donde las fuerzas de seguridad deberán extremar las medidas preventivas para protegerlo.
El lunes llegará a la zona sureña de Chiapas –área predilecta del Ejército Zapatista y de su famoso Subcomandante Marcos–, donde se concentra la mayor población indígena de México. Allí brindará una misa en San Cristóbal de las Casas y almorzará con dirigentes de las comunidades autóctonas. Ayer, Francisco ya dedicó palabras elogiosas a los indígenas mexicanos: tras destacar las “culturas indígenas, mestizas y criollas de México, que le dan una identidad propia que le posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y, especialmente, de valorar”, recordó que “los indígenas mexicanos aún esperan que se les reconozca efectivamente la riqueza de su contribución” a la grandeza del país.
Un día después, el Papa aterrizará en Morelia, en el estado de Michoacán, donde se reunirá con religiosos locales y mantendrá un encuentro con jóvenes de todo el país. La escala en Morelia no es casual: Michoacán es una zona violenta e insegura, cuna de grandes señores del narco, uno de esos sitios donde los carteles tienen suficiente fuerza para enfrentar (o cooptar) al Estado.
Pero su parada más significativa tendrá lugar el miércoles, cuando arribará a Ciudad Juárez, en el norte del país, epicentro de la violencia narco y mundialmente famosa por la virulencia que adquieren allí los enfrentamientos entre distintas facciones de los carteles. Se desplazará en todo momento en un coche descubierto. Finalmente, rezará una oración en la valla fronteriza con los Estados Unidos, símbolo del drama de los migrantes que intentan huir ilegalmente hacia el Norte.