Luiz Inácio Lula da Silva se enfrenta a los 76 años a un nuevo desafío: disputar un tercer mandato presidencial, contra Jair Bolsonaro, doce años después de haber dejado la presidencia con una popularidad de 87%.
Séptimo hijo de un matrimonio analfabeto del nordeste, fue abandonado por su padre antes de que la familia emigrara a la industrial San Pablo, como millones de coterráneos. Fue vendedor ambulante y lustrabotas. A los 15 años inició su formación de tornero, perdió un meñique al manipular una máquina y al final de la década de 1970, como líder del sindicato de los metalúrgicos, lideró una histórica huelga que desafió la dictadura.
Regresa tras ser condenado por corrupción, encarcelado por un año y medio, inhabilitado para las elecciones de 2018 y finalmente rehabilitado por la Corte.
Lula se vio envuelto en el Lava Jato, la mayor operación anticorrupción de la historia del país, sobre una gigantesca red de sobornos en torno a la petrolera estatal Petrobras. El juez Sergio Moro lo condenó en 2017 a nueve años y medio de prisión por la obtención de un tríplex de playa de una constructora a cambio de contratos públicos.
Fue encarcelado en abril de 2018. Pero no por ello perdió influencia en el partido ni en la política brasileña, si bien el escándalo hizo que se convirtiera en un líder repudiado por muchos.
Lula se declaró siempre inocente y víctima de una conspiración política para favorecer a Bolsonaro, quien lo usó de espantapájaro para ganarse el apoyo de las clases medias en 2018 con un discurso anticorrupción. Tesis que cobró fuerza cuando Bolsonaro, apenas electo, designó a Moro ministro de Justicia.
Liberado en noviembre de 2019, al recuperar sus derechos políticos mantuvo en suspenso su candidatura, mientras cuidaba su imagen internacional con giras por el extranjero.
Lula, a quien Barack Obama llamaba “el hombre”, sumó tragedias personales a sus reveses políticos y judiciales desde la muerte de su segunda esposa, Marisa Leticia, en 2017.
Ya encarcelado, perdió a un hermano y a un nieto de 7 años. Y en 2011, sufrió un cáncer de laringe. Pero se sobrepuso a todo, como hizo con su infancia en el empobrecido noreste.
Tras su segunda viudez, Lula encontró un nuevo amor, Rosângela da Silva, apodada “Janja”, socióloga y activista del PT, con quien se casará este mes.