Cristóbal podría haber sido uno de los miles de “pingüinos” chilenos que protestan contra Sebastián Piñera por la privatización de la educación.
Tiene 26 años, es egresado de la carrera de Psicología y trabaja con ONGs que asisten a sectores de bajos recursos.
A través de Twitter, dijo estar “de acuerdo con la demanda estudiantil en cuanto a la crisis institucional”, cuestionó a un senador oficialista que llamó “inútiles subversivos” a los estudiantes y defendió a la líder universitaria Camila Vallejo de las agresiones que la tienen como blanco en las redes sociales.
Pero la cuna de Cristóbal fue distinta a la de Vallejo, hija de ex militantes allendistas. Cristóbal es el hijo menor del presidente.
Fue una pieza clave de la campaña electoral que llevó al poder a su padre en 2009. El y su hermano Sebastián fueron los encargados de instalar el apellido Piñera entre los jóvenes, con una gira nacional. Su presencia mediática contribuyó a forjar una imagen del candidato como un buen padre de familia, pese a que los compromisos empresariales de Piñera lo habían mantenido siempre lejos del hogar.
“Todo el mundo sabe que el presidente fue un padre ausente. El mismo contó en la intimidad que cierta vez llegó tarde a casa y encontró una nota de su mujer que decía: ‘No te preocupes por nosotros, ya no te necesitamos’”, comenta alguien que recorre a diario los pasillos del Palacio de La Moneda.
Siga leyendo la nota en la edición impresa del sábado de PERFIL.
(*) Periodista de PERFIL.