Es una soleada mañana de sábado y hay mercado en Mataelpino, un pequeño pueblo de la Sierra Norte de Madrid. Entre los puestos de la animada placita se puede encontrar desde cosméticos naturales a pan de centeno, cerámica, ropa e incluso asesoría jurídica. Pero no sólo su variada oferta lo hace especial: aquí se compra en “moras”.
La mora es una de las muchas monedas sociales que han ido germinando en España a medida que avanza la crisis económica, inspiradas en formas de intercambio como el trueque, que se conoció en la Argentina tras la crisis de 2001.
El Mataelpino cumplirá un año en mayo, y ya cuenta con más de cuatroscientos usuarios repartidos entre una decena de municipios, donde además de particulares han comenzado a unirse varios establecimientos.
“El objetivo es generar comunidades más cohesionadas”, explica Franco durante una charla informativa en el mercadillo de Mataelpino. Es uno de los coordinadores del mercado de la mora, el órgano a través del cual se articula esta red de intercambio en la que además de productos, se ofrecen servicios y conocimientos. El resto de la gestión es on line.
Basta con un clic sobre el listado de ofertas para hacerse una idea de lo que se está moviendo en esta feria madrileña: reparación de bicicletas, traducciones, cuidado de niños o masajes terapéuticos a diez moras la hora más el material en euros, tiramisú por encargo a siete moras o una cesta de hortalizas ecológicas, también a diez moras.
“Todos podemos aportar algo, desde sacar a pasear al perro del vecino que no tiene tiempo a arreglos de ropa o traslados en coche”, afirma Mercedes, que se ha animado a ofrecer en el mercadillo los artículos de cerámica que hace como hobby. A su lado, otro improvisado tendero vende pan y mermeladas caseras, mitad en euros mitad en la moneda complementaria.
La mora conjuga la filosofía del mercado del trueque, que consiste en el intercambio de servicios y conocimientos como unidad de referencia para cualquier tipo de prestación. Para facilitar las transacciones se establece la moneda social, que equivale a un euro, y los cobros y pagos se contabilizan en una plataforma de software libre.
La idea no es nueva: este tipo de modelos han sido muy habituales a lo largo de la historia. Sucedió desde 1929.
Por supuesto, los mercados de cambio local no están exentos de críticas, que se centran en que usurpan parte del sistema. Pero también “empieza a haber gente que utiliza la mora para llegar a fin de mes”, añade Franco.
Y ahora, en las asambleas del concejo están barajando la posibilidad de prestar nanocréditos en moras a las familias necesitadas.