Bajo el riesgo de generar expectativas desmedidas, el Papa recibirá hoy en el Vaticano a los presidentes de Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Shimon Peres y Mahmoud Abbas, para celebrar un rezo conjunto por la paz. El encuentro en los jardines de la residencia de Santa Marta tendrá lugar en un momento especialmente difícil para la relación entre palestinos e israelíes. Analistas y observadores advierten que es improbable que la iniciativa papal trascienda lo meramente simbólico y conduzca concretamente a las partes a volver a la mesa de diálogo.
Peres y Abbas habían aceptado la invitación durante la gira del Pontífice por Medio Oriente a fines de mayo. Pocos días después, la ANP anunció la conformación de un gobierno palestino de coalición que incluye a la organización extremista Hamas, que promueve la desaparición del Estado de Israel. El premier israelí, Benjamin Netanyahu, amenazó esta semana con boicotear cualquier intento de negociación mientras Hamas forme parte del proceso.
A ese complejo marco se suma el hecho de que Peres, líder moderado y ferviente promotor de la paz, abandonará su cargo en los próximos días. Su salida del gobierno dará una mayor cuota de influencia a Netanyahu, un “halcón” en las relaciones con los palestinos. Ese es el contexto en el que el Papa promueve el acercamiento. Aunque Jorge Mario Bergoglio aseguró que no pretende oficiar como “mediador” y que el rezo de hoy tiene un sentido religioso, su iniciativa es leída en clave política y se espera mucho –quizá demasiado– de ella.
“El acuerdo de Abbas con Hamas bloquea cualquier intento de aproximación –dijo a PERFIL el profesor Moty Cristal, ex negociador del gobierno israelí con los palestinos entre 1994 y 2001–. Por eso fue inteligente que el Papa invitara a Peres y no a Netanyahu, quien probablemente le hubiera dicho ‘no’. En el actual contexto, Peres es el único político israelí en condiciones de juntarse con Abbas, y es llamativo que Francisco lo haya convocado aun cuando en pocas semanas dejará su cargo”.
Arie Kakowicz, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, coincide con el diagnóstico. “El Papa no puede mediar en el conflicto palestino-israelí, especialmente después del fracaso de John Kerry (secretario de Estado de los Estados Unidos) –comentó a este diario–. El encuentro en el Vaticano no tendrá consecuencias reales; es sobre todo un regalo de despedida a Peres y quizás al próximamente ex presidente Abbas”.
El problema no es lo que el propio Francisco espera de la reunión, sino las enormes expectativas que su iniciativa generó en la opinión pública y en Medio Oriente. “Sospecho que el Papa está pensando en el largo plazo, y el tiempo dirá si tiene razón o no, pero en el corto plazo mucha gente verá este gesto como algo simbólico y por lo tanto insignificante”, señaló a PERFIL el vaticanista estadounidense John Allen Jr., corresponsal del semanario National Catholic Reporter.
Es lógico, por otra parte, que la acción del Papa con mayor vocación política de las últimas décadas despierte esperanzas precisamente políticas. “Francisco actúa como un hombre de religión y con un sentido profundamente evangélico, pero esa presencia religiosa tiene un impacto inevitable sobre la política, como lo demostró la poderosa imagen del Papa rezando frente al muro de la división en Belén”, subrayó el vaticanista italiano Andrea Tornielli, del periódico La Stampa.
Además de Peres y Abbas, al rezo de hoy asistirá el patriarca Bartolomé I, de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla. Su presencia le dará un aire ecuménico a una reunión en la que inevitablemente primará la política.