El Zócalo mexicano se vistió para la ocasión. Frente al Palacio Nacional que atesora los impactantes murales que pintó Diego Rivera sobre la histórica Revolución Mexicana de 1910, un árbol navideño de cincuenta metros de altura se elevaba el mes pasado para dar comienzo a los festejos de fin de año. Mucho más oculta, pero con mayor influencia, la presencia de los narcotraficantes invadía el país: era tema de debate entre los políticos, acaparaba todos los titulares de los diarios y se escuchaba en los “narcocorridos” que suenan por las calles. El poder narco forma parte del paisaje y la realidad mexicana. Y va por más.
Democracia amenazada. “La manifestación del crimen organizado en procesos electorales es palmaria y evidente. La delincuencia se constituye en una abierta amenaza a la democracia”. La sentencia no sonó en la boca de un familiar de una víctima del crimen organizado, tampoco de una ONG que lucha contra el tráfico de drogas, fue el propio presidente mexicano, Felipe Calderón, el que alertó el mes pasado sobre la “narcopresencia” de los carteles de las mafias en la campaña presidencial que se realizará en julio de este 2012.
Por si quedaban dudas de la injerencia de la droga en la política mexicana, pocos días antes de la frase de Calderón, el diario Milenio difundió un audio que documenta la amenaza de un miembro de La Familia –uno de los principales carteles mexicanos– sobre los electores del municipio michoacano de Tuzantla, en favor del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI). En las imágenes se podía ver cómo un mercenario denominado “el Perro” advertía a los pobladores anunciando que si no ganaba el PRI corrían peligro sus vidas y hasta iban a aparecer “casas quemadas”. En Tuzantla ganó el PRI.
“A mí me preocupa el tono de las descalificaciones que hiciera el jefe de Estado. No sé si hubieran sido las mismas si el resultado de la elección hubiera sido otro. Todos tenemos que estar alertas para que el narcotráfico no invada la campaña. Pero no podemos hacer de este flagelo un debate político”, aseguró a PERFIL Enrique Peña Nieto, principal candidato presidencial del PRI. “En mi caso particular, yo asumí un compromiso personal con los mexicanos para que el financiamiento de mi campaña sea transparente: los narcotraficantes no deben mezclarse con la democracia”, agregó el político que lidera todas las encuestas.
El gobierno de México desplegó en los últimos cinco años a 45 mil efectivos del ejército y 20 mil policías federales para ganarles la guerra a los narcos. Pero no lo está logrando: según datos oficiales, un total de 34.612 personas murieron en crímenes relacionados con el narcotráfico en los cinco años que pasaron desde que Calderón les declaró “la guerra” a los carteles en 2006, y un informe presentado este año ante el Congreso mexicano advirtió que más del 70% de los municipios del país está bajo influencia del poder de los carteles de la droga.
Contrabando y traición, el famoso “narcocorrido”, es una canción más del repertorio de varios grupos de música ranchera del norte de México, como Los Tigres del Norte o los Tucanes de Tijuana, que han hecho fortuna glorificando a los grandes traficantes locales. Los corridos supieron inspirarse en los héroes de la Revolución. Del mismo modo que cualquier hombre de negocios, los narcotraficantes se asociaron con los políticos, comenzando por la financiación de las campañas electorales y por la construcción de redes clientelares.
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