INTERNACIONAL

El rey de Bélgica, otro monarca que se jubila en medio de un escándalo

Alberto II delegó el trono en su hijo, Felipe, tras una sucesión de problemas de salud y una supuesta hija ilegítima. La nueva reina, amiga y competencia de Máxima.

Felipe Leopoldo Luis María de Sajonia-Coburgo-Gotha es desde hoy el séptimo “Rey de los Belgas”, miembro de una dinastía de historia turbulenta.
| AFP.

El rey Alberto II de Bélgica abdicó hoy después de un reinado de 20 años, dejando el camino libre a su hijo, Felipe, quien asumió como séptimo rey de esta nación, fraccionada entre valones francófonos -al sur del país-, y nacionalistas flamencos, en el norte, poco adeptos de la monarquía. Alberto, de 79 años, se convirtió así en el segundo monarca europeo que abdica en el año, después de que Beatriz de Holanda cediera su puesto al rey Guillermo Alejandro el 30 de abril.

De 53 años, Felipe Leopoldo Luis María de Sajonia-Coburgo-Gotha es desde hoy el séptimo “Rey de los Belgas”, miembro de una dinastía de historia turbulenta. Blanco de muchas críticas durante años por su falta de carisma y de preparación, en 1999 contrajo matrimonio con la aristócrata Mathilde d’Udekem d’Acoz, quien consiguió levantar la pálida imagen de Felipe a fuerza de simpatía y elegancia.

Pertenecientes a una monarquía muy reservada y poco reluciente, Alberto II abdica al trono debido a que su edad y algunas enfermedad no le permiten trabajar como quisiera, según reconoció el 3 de julio. Pero la renuncia coincide también con la polémica levantada por la artista Delphine Boel, quien alega ser hija del rey y pidió ante la Justicia belga un examen de ADN para comprobarlo. Según una biografía no autorizada, Delphine es hija de la baronesa Sybille de Selys-Longchamps, con quien Alberto habría mantenido un largo romance hasta los años '80.

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Por su parte, la reina Fabiola, cuñada de Alberto II y viuda del rey Balduino, indignó recientemente a los belgas al haber creado una fundación para salvar su herencia de los elevados impuestos en los peores momentos de la crisis europea, mientras el comportamiento del hijo menor de Alberto, Laurent, llevó más de un dolor de cabeza a la corte y al gobierno en los últimos años. 

La ceremonia. La jornada se desarrolló sin contratiempos y muy temprano, en la Catedral de San Michel y Santa Gúdula de Bruselas, donde se celebró un Te Deum para agradecer el reinado de Alberto II y rezar por los nuevos monarcas. Más tarde, tuvo lugar la ceremonia de renuncia en el Palacio Real de Bruselas, en la cual Alberto II firmó el Acta de Abdicación con el primer ministro, Elio Di Rupo, y la ministra de Justicia, Annemie Turtelboom, como testigos. 

El documento fue firmado además por el resto de los miembros del Gobierno, al igual que los altos representantes del poder Legislativo y Judicial del país. Alberto pronunció un discurso en neerlandés, en francés y en alemán, los tres idiomas oficiales del país, en el que le dijo a su hijo: “Tu madre y yo, te deseamos de todo corazón que tengas éxito en esta tarea, para la que estás bien preparado”. “Tenemos toda la confianza en tí y tu querida esposa“, la princesa Mathilde, dijo el rey saliente.

“Debes trabajar sin cesar para asegurar la cohesión de Bélgica. Tienes todas las cualidades, tanto la inteligencia como el corazón, para servir” a Bélgica, agregó el rey, en un discurso que incluyó además palabras de agradecimiento hacia su esposa, la reina Paola, con quien Alberto II está casado desde hace 54 años: “Gracias… ¡Y un beso grande!”

“A la reina Paola, que me ha apoyado constantemente en mi tarea a lo largo de estos veinte años, sólo quiero decirle gracias”, dijo el rey Alberto a su esposa, que no pudo evitar las lágrimas. Alberto de Bélgica y Paola Ruffo Di Calabria, que fueron reyes desde el 9 de agosto de 1993, se conocieron en 1958, durante la coronación del papa Juan XXIII y se casaron en 1959.

“Bélgica se moderniza y me congratulo“, dijo el monarca saliente, que también saludó el papel de las asambleas parlamentarias, sin las que -dijo- “no hay democracia digna de ese nombre”, y añadió: “Lo mismo digo sobre la libertad de prensa, que hay que cuidar a cualquier precio”.

El primer ministro agradeció en los tres idiomas del país al rey: “Por todo lo que usted ha hecho y por haber sido un gran jefe de Estado. Con la cabeza alta y los deberes perfectamente hechos, Señor, usted pasa la página. Le agradezco su generosidad, su atención a los ciudadanos, también por el respeto que ha mostrado hacia los políticos”.

En los alrededores del Palacio Real y del Parlamento, centenares de personas agitaron banderas al paso de la Familia Real, que se reunió posteriormente en el recinto del Senado belga para presenciar el primer discurso del rey Felipe y su juramento constitucional en los tres idiomas oficiales del país.

Quiénes fueron. A la jura del rey Felipe asistieron, además de su esposa Matilde y los reyes Alberto y Paola, la reina Fabiola (viuda del rey Balduino, hermano de Alberto II), el Gobierno federal y los altos representantes de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial federales y regionales, entre otras personalidades. También estuvieron presentes en primera fila los cuatro hijos de los nuevos reyes: la princesa heredera Isabel y los príncipes Gabriel, Emanuel y Eleonore.

“Al prestar juramento de mis funciones, soy consciente de las responsabilidades que pesan sobre mí“, dijo el flamante monarca, el séptimo del país desde su fundación, en 1830. “Juro observar la Constitución y las leyes del pueblo belga, mantener la independencia nacional y la integridad del territorio”, prometió, antes de recibir una ovación en el hemiciclo del Senado.

Los fastos de la entronización incluyeron el saludo de toda la familia real en el balcón del Palacio Real, construido a principios del siglo XIX. Posteriormente, el nuevo rey rindió un homenaje ante la Tumba del Soldado Desconocido en Bruselas, para luego presencia con el resto de la familia real un desfile militar ante el palacio.

Otra historia. Esta vez la ceremonia de entronización transcurrió en absoluta tranquilidad, en contraste con la del rey Balduino (en 1951), cuando el legislador Julien Lahaut irrumpió al grito de “¡Viva la República en Europa!”. Murió asesinado frente a su domicilio ocho días después de protagonizar el incidente por unos matones cuya identidad todavía se desconoce.

Cuarenta y dos años más tarde, en la entronización del sucesor de Balduino, Alberto II, la historia se repitió protagonizada por el excéntrico diputado flamenco Jean-Pierre Van Rossem, quien gritó ante el hemiciclo del Parlamento “¡Viva la república en Europa! ¡Viva Lahaut!”, en alusión al diputado comunista asesinado en 1951.

La Familia Real quiso celebrar el traspaso de la corona con el mismo perfil bajo que los caracteriza: sin grandes gastos ni ningún invitado de la realeza extranjera. Con la idea de no gastar ni un euro más del presupuesto previsto para la celebración del día nacional, este 21 de julio, el Estado belga desembolsó entre 500.000 a 600.000 euros para las ceremonias, mucho menos que en la coronación de Guillermo y Máxima de Holanda, donde se gastaron unos 50 millones de euros.

 

(*) Especial para Perfil.com