La Policía Federal brasileña liberó a las bandas del narcotráfico, a las madereras ilegales y a los buscadores clandestinos de oro, de toda responsabilidad en el asesinato del periodista británico Dom Phillips y del indigenista Bruno Pereira. En una nota que divulgó esta mañana esa fuerza de seguridad afirma que los dos criminales ya identificados, de profesión pescadores, “actuaron sin un mandante y sin una organización delictiva por detrás”. Eso significa, de ser cierto, que actuaron por su cuenta y riesgo. Los mandos de la propia Policía Federal dijeron, sin embargo, que otros hombres que podrían ser presos en las próximas horas.
Los nombres que trascendieron de los criminales son los de Amarildo da Costa de Oliveira, quien confesó su participación en ambos homicidios, y su hermano Oseney. Pero testigos visuales describieron que el delincuente iba en una lancha a alta velocidad, junto a otros cuatro ocupantes, en persecución de la barca en la que viajaban Dom y Bruno. El miércoles, el pescador Amarildo llevó a los investigadores hasta el lugar donde había ocultado los restos mortales de ambos, parcialmente incinerados; fue después que bomberos buceadores consiguieron encontrar las pertenencias de los desaparecidos hundidas bajo las aguas. Con todo, el pescador no pudo marcar el sitio del río donde los criminales habrían hundido la embarcación de las víctimas.
El corresponsal británico y el indigenista se toparon con la muerte en una densa región selvática del Amazonas brasileño que limita con Colombia y Perú. Es innegable la peligrosidad de transitar por esas aguas para visitar comunidades; o de caminar por lugares donde solo se puede oír el ruido de pájaros y, según las zonas, el chillido de monos. Pero el riesgo no procede la fauna silvestre (boas, onzas y grandes arañas venenosas, entre otras numerosas especies). Viene de algo muy propio de los humanos: el tráfico de cocaína; la explotación clandestina de oro y piedras preciosas; la pesca ilegal y, especialmente, las madereras que devastan el “Pulmón del Mundo”. Para la policía, que investiga lo ocurrido junto a miembros de las tribus indígenas de la zona, no hay certeza sobre qué pudo haber motivado el cruel episodio; pero se empeñan en rumbear las averiguaciones hacia la pesca ilegal; es que, si esa fuera la causa, en el gobierno creen que sería “más digerible” para la imagen del país.
Jair Bolsonaro contra el periodismo
Como si se tratara apenas de una “desventura”, el presidente Jair Bolsonaro declaró el miércoles: “El inglés era mal visto en la región porque hacía muchas notas sobre garimpeiros y sobre la cuestión ambiental”. Luego, en esa misma tendencia de culpar a las víctimas, diagnosticó que “en aquella región tan aislada él (por Dom) disgustaba a mucha gente, debería haber tenido una seguridad más redoblada”, pero “los dos decidieron entrar solos, sin protección y sin estar preparados físicamente”.
El ex capitán, que debe enfrentar en las presidenciales de octubre próximo el desafío de su eventual reelección, no mencionó la triste realidad de un Brasil cada vez más violento. Tampoco recordó que la impunidad es una de las razones de los desmanes contra la selva tropical; menos aún mencionó la falta de política de su gobierno para las tribus indígenas. En el Valle de Javari hay cerca de dos decenas de tribus aisladas que rehúyen expresamente a todo contacto.
A diferencia del jefe de Estado brasileño, la Unión de Pueblos del Valle de Javari, juzgó que los asesinatos de Pereira e Phillips “constituye un crimen político, pues ambos eran defensores de los derechos humanos y murieron desempeñando actividades en beneficio de nuestras comunidades”.
*Autora de Brasil 7 días. Desde San Pablo, Brasil.