INTERNACIONAL
Rcord de ayuda en la Santa Sede

Francisco repartió un millón de euros del Vaticano en limosna para pobres

Las donaciones están dirigidas por un obispo polaco, el “limosnero del Papa”, que sale todas las noches a realizar su tarea. "¿Necesitás plata?", le pregunta Francisco cada vez que lo ve. El viaje a Lampedusa.

En el nombre de Dios. El papa argentino recorre la Plaza de San Pedro. Desde que asumió, nombró al polaco Konrad Krajewski, de 50 años, al frente de la Limosnería, una oficina del Vaticano que se enca
| AFP

Un millón de euros y 6.500 personas directamente beneficiadas. Esas son, según el Vaticano, las cifras de la actividad de limosna en la era de Francisco. Nunca se vio nada parecido en las últimas décadas en la Santa Sede.

Hay una oficina especializada para esta actividad: la Limosnería, donde trabajan 27 personas. Es financiada por donaciones particulares. Las grandes operaciones de socorro de la Iglesia son asunto de Caritas y de otras organizaciones vaticanas. La limosna simple es oficio de la Limosnería.

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Lo que se revolucionó totalmente con la llegada de Jorge Bergoglio al Vaticano no es sólo el tamaño de esta actividad, sino también la forma en la cual se la comunica al mundo. Francisco nombró responsable de este oficio a un arzobispo polaco en el que confía mucho, monseñor Konrad Krajewski, de 50 años.

El “limosnero del Papa” sale de su casa todas las noches con un auto sencillo, sin placa diplomática, y anda dando vueltas por las calles de Roma, que en estos primeros días de invierno no son nada acogedoras para quienes tienen que dormir en las veredas. “Tengo un Fiat Qubo blanco. Lo uso porque un auto diplomático asustaría los pobres”, contó el monseñor Krajewski. “Llevo la placa papal conmigo, por si acaso tuviera que entrar en algún lado y tuviera problemas”, agregó.

A pesar de ocupar uno de los principales cargos vaticanos y de ser una de las personas más influyentes del momento en la política de la Iglesia, el padre Konrad no se mudó de su departamento en Borgo Pió, el antiguo barrio que creció pegado a la basílica de San Pedro.

Casi todas las noches sale de allí alrededor de las cuatro de la mañana por orden del Papa. A veces se va de gira por Italia, a llevar dinero a parroquias que se ocupan de casos urgentes. Existe todo un mundo detrás de sus viajes. Un trabajo de averiguación de base, una “inteligencia casera” en las parroquias, que se hacen cargo de averiguar quién es quién entre los que piden ayuda. 

Cuando toda la información está lista, monseñor Krajewski planea un viaje relámpago, deja el dinero y se vuelve a Roma. O envía cheques a los párrocos. Cada uno por un importe que no supera los mil euros.

El mismo contó que, cuando lo nombró, en agosto, el Papa le dijo: “Mirá, tu mesa de trabajo la podés vender porque no la vas a usar más. No serás un obispo de escritorio. Te quiero entre la gente, tenés que llevar mis caricias a los pobres, a los últimos. Vos sos libre de salir, yo no. Vos serás el brazo del Papa para poder llegar a tocar a los pobres”.

La camioneta Qubo de Krajewski tiene un alto kilometraje. Casi un millón de euros en menos de un año es un montón de plata para repartir, si se divide en pequeñas limosnas. Las cajas de la Limosnería se financian con las donaciones privadas y con la venta de pergaminos con bendiciones apostólicas para bautismos o para casamientos.

Cada pergamino tiene un precio que va de los 5 a los 15 euros. Sólo de ahí salen para la Limosnería más de 250 mil euros al año.

Después es Francisco quien se ocupa de no dejar al padre Konrad en cero. Cuenta el monseñor polaco: “Cada vez que me ve, me pregunta: ‘¿Necesitás plata?’. Tu cuenta me gusta cuando está vacía, así la llenamos de vuelta. No inviertas ni un centavo, no vincules nada, gastá para ellos y nada más. No esperes que los pobres te vengan a buscar, salí vos y andá a buscarlos”.

Krajewski cuenta que Francisco, cuando el 8 de julio visitó la isla de Lampedusa –donde llegan miles de personas escapándose de Africa en balsas precarias–, llevó dinero para darles a los inmigrantes. Viendo la situación, se dio cuenta de que no era viable entregarles efectivo. “No era lo que necesitaban de inmediato”, cuenta el monseñor. “Fue ahí que surgió la idea de repartir tarjetas telefónicas prepagas: esa vez compramos 1.600 tarjetas”.

Hablando con un periodista del Corriere della Sera, el padre Konrad reveló un episodio: “Hay un cardenal que me contó que da cada día uno o dos euros a un mendigo que pide limosna cerca de la Plaza de San Pedro. ‘Para vos esa plata no es nada’, le dije. Y le pregunté: ‘Si querés hacer algo de verdad, ¿por qué no lo llevás a tu casa y lo dejás bañarse en uno de tus tres baños?’”.