INTERNACIONAL
Tras la derrota electoral

George Bush sólo tiene la opción de negociar

Perdió el control del Congreso y va a tener que lidiar con los demócratas para lograr consenso. Nunca menos popular, el presidente de losEE.UU. está cercado, entre una oposición que ahora tiene voz yel conflicto de Irak, que parece no tener salida.

1109bushoygafp
Bush admiti estar "abierto a sugerencias" de todos los sectores para encontrar una salida al conflicto en Irak. | AFP
A sólo un día de haber perdido el control del Congreso, el presidente de los Estados Unidos George W. Bush se encuentra con un nuevo escenario político: por un lado, con la necesidad de tender una mano a la oposición para poder gobernar, pero por otro, con la urgencia por encontrar una solución –por lo menos parcial- al conflicto en Irak.

Según analistas de todos los sectores, la derrota del partido de Bush en las elecciones del martes se debió mayoritariamente al descontento de la opinión pública con respecto al manejo de la invasión a Irak. Según una encuesta difundida recientemente por la cadena CNN, casi el 70 por ciento de los norteamericanos está “muy disconforme” con la situación.

Durante el día de ayer, y porque hubiese sido imposible seguir negando lo innegable, Bush, en conferencia de prensa, aceptó tener “gran parte de la responsabilidad” en la derrota republicana y anunció la primer baja post-electoral: la de su secretario de Defensa y cercano colaborador, Donald Rumsfeld.

La noticia fue recibida con agrado por los medios estadounidenses, que después de años de exigir la dimisión del funcionario, juzgaron que “más vale tarde que nunca”. En Irak, la información alegró a los sectores anti-norteamericanos pero provocó un nuevo brote de violencia, que involucró a las milicias shiítas y sunnitas, enfrentadas históricamente, que dejaron un saldo de 50 muertos.

La invasión a Irak comenzó en marzo de 2003 y ya se cobró las vidas de más de 10 mil iraquíes y casi 3 mil soldados norteamericanos, y le costó al gobierno estadounidense miles de millones de dólares.

La oposición. El ridículamente alto costo económico y en vidas que la guerra le significó a los Estados Unidos es ya imposible de esconder y hasta el mismo Bush tuvo que admitir hoy que está “abierto a sugerencias” para solucionar el conflicto, “vengan del partido que vengan”.

Hasta ayer, con el Partido Republicano en control de las dos cámaras, el Ejecutivo había podido tomar decisiones a piaccere. Después del martes, a Bush ya no le queda otra más que negociar con la oposición.

Quizás el problema más grande para el mandatario sea Nancy Pelosi. Demócrata y archi-enemiga del Presidente, Pelosi se convirtió en una interlocutora obligada: devenida presidente de la Cámara de Representantes, Bush necesita lograr consenso para poder gobernar.

Ya hoy al mediodía, el mandatario y la funcionaria, tercera en la línea de sucesión, se reunieron a almorzar.

Las presidenciales. Las consecuencias que las elecciones del martes tendrán sobre las presidenciales del 2008 son innegables.

Rudy Guiliani, ex alcalde de Nueva York y probable candidato por el Partido Republicano, intentó minimizar los daños que los resultados de los comicios tienen sobre su partido, pero desde el Partido Demócrata no hicieron más que festejar “la recuperación del país”.

Durante la noche del martes, Hillary Clinton, esposa del ex presidente y posible candidata presidencial por los demócratas, exclamó: “Creo en el país. Lo vamos a recuperar, empezando esta noche”.

Los resultados de las elecciones marcaron el principio de la carrera por la Presidencia.

Voto castigo. "Esta elección es, en realidad, sobre el presidente Bush y la insistencia de la mayoría legislativa republicana en intentar protegerlo de las consecuencias de sus propios errores", escribió en su editorial del domingo el diario The New York Times, al tiempo que criticó “el trabajo horrible” de los legisladores oficialistas durante los dos últimos años.

El Times no era el único que lo sostenía y los votantes lo demostraron en las urnas. La renuncia de Rumsfeld fue sólo la primera señal de que una nueva era comenzó en los Estados Unidos. Para Bush, es el principio del fin.