Para las próximas semanas, en un lugar todavía no confirmado, se espera el nacimiento del primer hijo del príncipe Harry de Gran Bretaña y su esposa, la exactriz estadounidense Meghan Markle, de 37 años. El primer bebé de los duques de Sussex será el octavo bisnieto de la longeva reina Isabel II y el primero de orígenes afroamericanos. Para los británicos, agotados por el brexit, el nacimiento real supondrá un respiro de aire fresco.
Harry y Meghan se casaron el 18 de mayo del año pasado en una romántica ceremonia en el Castillo de Windsor y en octubre anunciaron que esperan a su primer bebé, que también será el cuarto nieto del príncipe Carlos y de la legendaria princesa Diana. “Habrá un gran interés en el bebé de Enrique y Meghan”, dijo Ingrid Seward, editora de la revista Majesty. “Es otro nieto para Diana, es la mezcla de Enrique y Meghan y hace menos de un año que se casaron, por lo que el interés será enorme”, agregó.
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Ejemplo de ese frenesí real son las apuestas. Algunos británicos -el 15% según las casas de apuestas- se preguntan si los duques bautizarán a su hija con el nombre de Diana, mientras muchos otros se decantan (y apuestan dinero) por que se llamará como su tatarabuela, la princesa Alice de Grecia (1887-1969), que protegió a una familia de judíos en la Segunda Guerra y fundó una orden religiosa tras una serie de experiencias místicas.
Las tradicionales casas de apuestas del Reino Unido se llenaron los bolsillos (llegando a un récord de más de US$ 10 millones) gracias a los ingleses que piensan que, si el bebé es una niña, debería llamarse Victoria, Amelia o Mary. Otros desembolsan sus libras apostando que, de llegar a ser un varón, se llamará Albert, Charles o Philip. Algunos, más adictos, apuestan sobre el lugar donde nacerá el bebé: algunos optan por el Hospital St. Mary, de Londres, donde nació Harry en 1984; otros, la gran mayoría, conociendo las filosofías de las que es seguidora la futura mamá, creen que el bebé nacerá en su casa.
Otra de las grandes incógnitas tiene que ver con el título real que tendrá este niño o niña, por cuyas venas corre una buena dosis de sangre azul, sangre noble, sangre americana y africana. Según la ley de 1917, del rey Jorge V, solo los hijos del monarca, los hijos y el primer nieto del príncipe de Gales tienen el título de príncipes o princesas reales, rango que deja afuera al próximo royal baby.
De acuerdo con esa centenaria ley de familia, el hijo o hija de los duques debería ser conocido como “Lord” o “Lady” (como los hijos de cualquier duque inglés) con el apellido Mountbatten-Windsor, pero la reina Isabel II puede hacer la excepción y, como hizo con sus bisnietos Charlotte y Louis, darles el título de príncipes, con lo cual el bebé real será conocido como “príncipe (o princesa) de Sussex”.
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Antes del nacimiento, fechado para el mismo mes del cumpleaños de la real bisabuela, los duques se mudaron a Frogmore Cottage, ubicada en la campiña, cerca de Windsor, donde el bebé crecerá y dará sus primeros pasos. Se trata de una pequeña casa rodeada de estanques y bosques donde alguna vez vivió la hermana del último zar de Rusia, que escapó de la carnicería revolucionaria, y cercana al mausoleo real, donde yacen los huesos de personas ilustres como la reina Victoria y los duques de Windsor.
Para los británicos cansados por las interminables idas y vueltas sobre la salida de su país de la Unión Europea, el inminente nacimiento del bebé real supone un alivio. Además, se espera que la implacable prensa sensacionalista británica firme una tregua con la mamá primeriza, que en los últimos meses fue foco de feroces críticas por los rumores -frecuentemente infundados- sobre su carácter dominante y sus peleas con su cuñada, Kate, duquesa de Cambridge.
El anuncio del nacimiento hará olvidar por unos instantes la agitada agenda política del Reino Unido y las rencillas de la familia real. El príncipe Harry ahora se encuentra en el sexto lugar en la línea sucesoria al trono (la de los herederos directos y de “repuesto”), y su hijo ocupará el séptimo al momento de su nacimiento. Sin embargo, se espera que sea el nuevo niño mimado de la prensa y especialmente de los británicos, que se enamoraron de la historia de amor de sus padres.
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