Un día como hoy, pero de 1989, comenzaba la caída del muro que partía en dos la ciudad de Berlín. Terminaba así la historia de un mundo dividido. Aunque al final no fue, como se dijo, el fin de la historia, nacía otra muy distinta: la de un mundo integrado pero atomizado y con conflictos.
Todo comenzó con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Tras devolver los territorios invadidos, Alemania quedó ocupada por las potencias aliadas: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética se repartieron la extensión del país.
En 1949, quedaron conformados dos países: las zonas occidentales se unieron en la República Federal Alemana (RFA), mientras que el sector soviético se transformó en la República Democrática de Alemania (RDA).
El calentamiento de la Guerra Fría obligó a reforzar las fronteras, que marcaban el límite entre la Europa occidental y la soviética. Berlín, no obstante, seguía siendo un problema: tres millones de personas huyeron hacia la RFA entre 1949 y 1961. Muchos habitantes de la URSS consideraban a la capital alemana como la puerta a occidente.
Para frenar esta sangría, el parlamento de la RDA ordenó la construcción del muro, que se terminó en sólo dos días, entre el 12 y el 13 de agosto de 1961.
La Unión Soviética no había anunciado sus intenciones y el mundo se sorprendió con la noticia: "Una solución poco elegante, aunque mil veces preferible a la guerra", dijo entonces el presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy.
El muro medía 120 kilómetros de largo, y su estructura fue mejorada con el paso del tiempo. Al final, estaba conformado por 45.000 secciones de hormigón armado, de 1,5 metros de ancho y 3,6 de alto. Lo protegían alarmas, trincheras, alambre de púas, 300 torres de vigilancia y 30 bunkers.
Durante los 28 años que estuvo en pie, unas cinco mil personas lo atravesaron para fugarse a Berlín Occidental. Entre ellos, los 57 ingeniosos que en 1964 cavaron un túnel subterráneo de 145 metros para huir. Otros no tuvieron tanta suerte: 192 personas murieron y 200 quedaron heridas al intentarlo.
La Perestroika y la debacle de la Unión Soviética significaron el fin del Muro de Berlín: manifestaciones masivas obligaron al líder de la RDA, Erich Honecker, a renunciar el 18 de octubre de 1989. Su gabinete lo siguió el 7 de noviembre.
Finalmente, el gobierno del reemplazante Egon Krenz decidió permitir la libre circulación hacia Berlín Occidental. La tarde del 9 de noviembre de 1989, el miembro del Partido Socialista de Alemania Günter Schabowski llamó a una conferencia de prensa, retransmitida por radio y televisión, en la que anunció que todas las restricciones de viaje habían sido retiradas.
"¿Cuándo entrará en vigor?", le preguntó un periodista, terminado el anuncio. "En cuanto lo diga... inmediatamente", respondió Schabowski. Al ver esto, miles de personas se presentaron frente a los puestos de control y exigieron pasar. Las autoridades, sorprendidas, no habían sido informadas aún de la medida, pero cedieron por la presión de la gente, antes de recibir la orden.
Esa misma noche, cientos de berlineses de ambos sectores se abocaron a destruir el muro por sus propios medios. Otros esperaron a la mañana del día siguiente para comenzar el éxodo masivo hacia su libertad. Había caído el Muro de Berlín. Poco después se disolvería la Unión Soviética. Fue el fin de una historia, aunque no sería, como se dijo, el "Fin de la Historia".