La persona que más irrita a Fidel Castro no es un imperialista norteamericano ni un burgués empedernido. Es una mujer de 66 años que hoy vive en el conurbano bonaerense en un departamento muy pequeño y se dedica las 24 horas del día a cuidar de su madre. Se trata de Hilda Molina, la reconocida médica cubana que confió en la Revolución y que luego, enemistada con el sistema castrista, dijo basta.
En 1995 Molina pidió salir de la isla para viajar a la Argentina a visitar a su hijo y conocer a sus nietos, lo que fue negado por el gobierno de Castro durante 14 años. Finalmente, el 14 de junio de 2009, aterrizó en Ezeiza para abrazar a su hijo Roberto Quiñones y sus nietos, Roberto Carlos y Juan Pablo.
Ahora esta cubana que nació en 1943, y que tenía tan solo 15 años al momento de la Revolución, lanza un libro sobre su vida titulado Mi verdad en el cual cuenta su historia dentro de la isla, su relación con Fidel y cómo pasó de abrazar la causa comunista a criticar un sistema que, según cree, es "perverso".
No hay muchas personas en Cuba que hayan visto la realidad desde adentro como lo hizo Molina. Fue diputada de la Asamblea Nacional del Poder Popular por el Partido Comunista. Como neurocirujana, fundó el Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN), uno de los institutos de medicina más prestigiosos del mundo. Sus quejas comenzaron cuando se dio cuenta que allí se atendían más extranjeros que cubanos, ya que los primeros "pagaban en dólares".
-¿Cuándo conoció a Fidel Castro?
-Fue en la década del '70. Yo estudiaba medicina y era dirigente estudiantil de la universidad. Estábamos en la oficina de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria) y nos avisaron que estaba ahí y que quería hablar con nosotros. Durante esos años ya venía decepcionada, aunque confiaba en la Revolución. Yo digo que a ese mito viviente, porque él es un mito viviente, que yo tenía frente a mi en ese momento, si lo hubiera tenido unos años antes a lo mejor hubiera llorado o emocionado. Me pareció ególatra. El segundo encuentro ya para tener un nexo estable fue en 1987. Me pareció un hombre sumamente inteligente. Lo es. Creo que de una inteligencia superior, no me cabe duda. Pero si lo hubiera conocido en 1959 no hubiera nunca seguido su Revolución, porque los ojos de Fidel Castro son los ojos de un cuerpo e inteligencia sin alma. Y una inteligencia sin alma, es una inteligencia temible.
-¿Cuándo dejó de creer en la Revolución?
La Revolución fue mi gran sueño de adolescente. La prédica de aquel hombre (por Fidel Castro) me cautivó de tal manera, porque además coincidía con el evangelio del que yo había sido educada. Yo dije "esto es una obra de Dios" y realmente me entregué con una pasión, una ilusión. Pero desde el principio yo empiezo a chocar con situaciones que no comprendía y siempre las pregunté. Y siempre las respuestas eran dogmáticas. Hay decepciones que están en el orden de índole personal que no tienen que ver nada con la política y la ideología: la mala educación, la vulgaridad, las obsenidades, yo no había sido educada en un ambiente así. Yo siempre preguntaba y me decían "esos son resabios burgueses, tu tienes resabios burgueses".
¿Amor no correspondido? Desde que conoció a Fidel, Molina supo que el líder la veía de manera distinta que a otras camaradas: "Castro era extremadamnente cariñoso conmigo. Siempre se dedicaba a alabarme". Incluso cuenta que en numerosas ocasiones Fidel le mandaba ramos de rosas rojas con una tarjeta que decía "Fidel Castro es ruso". Ella sólo atinaba a responderle "Comandante, gracias por las flores que me envió". Una vez incluso llegó a ofrecerle un auto, aunque ella se negó. "Todos esperan que él les regale cosas, yo no", sostuvo.
Por ese entonces, el trato de Fidel para con Molina era casi paternal: "Ante sus amistades internacionales él me presentaba como una posesión privada, como un amuleto, una mascota, porque era muy orgulloso. Pero resulta ser que esa persona dice 'hasta aquí' y no se va en una balza, no se queda en un viaje, sino que renuncia de frente y le dice 'yo no estoy de acuerdo con esto porque yo no trabajo más para un sistema que discrimina a los enfermos cubanos'".
Ese enfrentamiento marcó el final de la carrera de Molina en Cuba. "Eso para un dictador es una rebelión pacífica, callada, delicada, pero rebelión al fin. Yo creo que él no lo aceptó nunca. Tal vez no aceptó -y esto es una especulación- que yo no le diera la entrada que él esperaba en el orden personal. ¿Qué va a hacer, me va a fusilar, me va a ejecutar moralmente como lo hicieron? Perfecto. Pero por lo menos, saldé mi deuda conmigo misma. L legué a la conclusión de que era un sistema malo para Cuba, que había sido una estafa a mis sueños de adolescente, que había sido engañada. Y que así como había servido, en ese mismo lugar los iba a enfrentar".
En 1994 Molina renunció al Partido y por ende perdió la confianza que Fidel le tenía. Sentiría el enojo del líder con la imposibilidad de ver a su familia. Hilda cree saber por qué Castro utilizó esa estrategia: "Un día llegó al centro médico y yo acababa de despedir a un equipo de jóvenes que había ido por una beca a España. En ese grupo había ido mi hijo. Yo había ido al aeropuerto llorando. Llega él y me ve con lágrimas en los ojos. En ese momento acababa de darle a Fidel Castro el arma más letal que él después utilizaría en el futuro para aplicar su venganza: saber que si yo por estar unos meses lejos de mi hijo estaba llorando tanto, ¿qué podía pasar si me separaba muchos años?".
-¿Por qué cree que cambió la actitud de Castro y finalmente la dejaron salir?
-Yo no sé si eso responde a que había algún sentimiento de índole personal de Fidel hacia mi persona. Si eso sucedió, no me lo dijo. O yo no facilité, o impedí que me lo dijera. Una vez me dijo '¿No sabes hablar nada más que de tú trabajo?'. No sé si es que yo no facilité que él pasara a otra fase de lo que él pensaba. No se requiere mucha inteligencia para darse cuenta de que él sentía una inclincación marcada hacia mi persona.
Sin cambios. En 2008 Raúl Castro reemplazó en el máximo cargo de Cuba a su hermano Fidel. A pesar de la esperanza de los habitantes para que se realicen cambios, finalmente las promesas no se hicieron realidad. "Él cuando llegó a la presidencia hizo promesas. Pero lo único que cambió es que ahora se venden celulares que antes Fidel los prohibía y se venden computadoras. Pero más nada. Hay una represión grandísima y están sufreindo muchísimo las personas que se oponen pacíficamente al Gobierno", analiza Hilda.
Por estas razones, Molina considera que "Fidel Castro sigue gobernando en Cuba. Él nunca ha dejado de gobernar en la isla". La médica pidió que todo aquel que lea su libro y tenga críticas o comentarios para hacerle, le escriba a [email protected].
Mañana Perfil.com publicará la segunda parte de la entrevista a Hilda Molina.
(*) De la redacción de Perfil.com.